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La tradición de los chunchos promesantes tiene origen en las costumbres de los pueblos originarios, significados vinculados a la cultura andina y a la herencia española en Tarija.

“La promesa del chuncho es un tema de fe, algo íntimo que tiene que ver con creer en algo superior, con creer en algo que no se puede tocar ni ver”, dice sin dudar Manuel Chávez para explicar lo que lleva al promesante a hacer el compromiso con San Roque, el santo patrono de Tarija. Busca explicar por qué es difícil hablar y contar las vivencias detrás de la decisión de bailar que acompañan a cada promesante.

En su caso, él bailo por dos años cuando tenía diez. “A mí me apromesaron mis padres porque mi hermano adolecía de una enfermedad que se supone que era incurable y bailé en los años 52 y 53”, afirma. Cuenta que era muy pequeño como para recordar todo el proceso que siguió a su promesa, sólo sabe que hoy su hermano está sano y vive todavía. “Es algo delicado porque es de la persona”, insiste y agrega que siempre ha oído sobre una gran cantidad de casos en los que han recibido salud del santo.

“La gente trae su enfermedad en forma de bultito, a veces con forma de piecito si es una dolencia del pie, un corazoncito si es el corazón, si el problema es en los ojos una mascarita y se lo dejan al santo, esa es su fe”, explica. Para Manuel, la fe en San Roque es la opción de los pobres desde siempre, de aquellos que se ven sin salida porque no tienen acceso a tratamiento médico para dolencias incurables. “Si no fuera la fe no hay salida, se mueren nomás”, señala.

En el caso de Adel Choque Arce también la motivación fue la enfermedad. “Mi hermanito menor estaba enfermo, tenía epilepsia y como mis padres sabían que San Roque era el curandero de los enfermos hicieron la promesa cuando tenía diez años”, relata y agrega que el primer año no bailó debido a que en esa época eran muy estrictos en cuanto a los requisitos y a la habilidad para danzar correctamente y él no podía bailar bien. “Entonces el que dirigía el baile era el finadito Aurelio y no me dejó bailar”, dice refiriéndose a uno de los más reconocidos directores de los chunchos promesantes.

Recién el segundo año fue aceptado y pudo iniciar la promesa. “Bailé cinco años y mi hermano se recuperó”, cuenta. De acuerdo a Adel, esa primera promesa la hicieron sus padres y en esos años él fue aprendiendo sobre la fe, la promesa y el santo. Cuando su hermano mejoró el prometió, en agradecimiento, que bailaría todos los años que pudiera y lo ha hecho así desde entonces, hace 47 años. “Ahora bailo pidiendo salud para mi familia”, señala.

Don Ceferino Gutiérrez Romero es de los promesantes más antiguos que aún baila y forma parte de los chunchos que encabezan la procesión. Su hija Marlene está a la espera de su llegada desde Buenos Aires, pues llega cada año por estas fechas para cumplir la promesa que hiciera su madre hace unos 55 años para salvarle la vida. “Cuando mi papá tenía unos cuatro o cinco años su mamá lo apromesó porque se estaba muriendo, entonces se sanó y luego comenzó a bailar, más o menos a los cinco años y no ha dejado de hacerlo hasta ahora”, cuenta su hija. Pero como en muchas familias tarijeñas, la tradición pasa de generación en generación y los hijos y nietos la continúan.

La fe y el respeto

André es uno de los nietos de don Ceferino, quien comenzó a bailar a los 11 años y fue motivado por su abuelo, quien lo llevó a la misa de promesa y despertó en él la necesidad de bailar como chuncho promesante.

Los inicios de Jaime López en la devoción a San Roque también fueron tempranos y tienen que ver con su padrino de bautismo, quien influyó en él para que aceptara bailar y lo “apromesó” cuando tenía 11 años. “En esos primeros años fui aprendiendo más sobre San Roque, su historia, y ahí nació la fe y se fue acrecentando”, afirma. Jaime se declara un devoto convencido, cuyos hijos han seguido la tradición. “Tengo cinco hijos varones y todos han bailado como chunchos y tienen mucha fe”, cuenta.

Los chunchos antiguos hacen mucho hincapié en la fe y muestran su preocupación por los cambios ocurridos en este sentido, ya que hoy según dicen los jóvenes no necesariamente bailan motivados por la fe y eso ha llevado a que se produzcan dificultades y se vaya creando indisciplina que no sólo da una mala imagen a la celebración sino que afecta la esencia misma de la fiesta, la promesa y la fe cristiana.

Características del baile

Hace 50 años la cantidad de promesantes no pasaba de los doscientos, unas cien parejas, hoy cada año se incrementa de manera importante el número, por lo que se hace necesario crear estrategias para preservar la tradición intacta. Este año se tiene pensado señalar con alguna marca a los primeros 100 promesantes para que no se produzca el acostumbrado fenómeno de salirse de la fila y entrar a ella en algún lugar por conveniencia.

En la cabecera bailan los chunchos más antiguos que son los que hasta el día de hoy enseñan los pasos y ensayan para que la danza salga impecable en sus diferentes variedades como: el paso de procesión, formación por hilera, en cruzada simple, en la cadena, en el peine, el combate, la cruzada doble, para la estrella, la pantomima.

La tradición de los chunchos promesantes ha sido estudiada por diferentes investigadores y se le ha dado diferentes explicaciones y significados, para algunos tiene orígenes en las costumbres de los pueblos originarios de la región, para otros incluso tiene significados vinculados a la cultura andina pero para los más conocedores la tradición proviene de la fe Católica y forma parte de la herencia española en Tarija. San Roque era un santo europeo y la mayor parte de la tradición inicial proviene de Francia, y luego del legado español. “La creencia de que los chunchos representan a los enfermos de lepra no es correcta”, afirma el investigador Manuel Chávez. Para él la vestimenta tiene que ver con que los primeros chunchos promesantes eran de las clases humildes, trabajadoras y que con el tiempo fue ampliándose y abarcando a otras clases sociales. “Hoy bailan doctores, licenciados, obreros, políticos y no se los puede ver porque llevan la máscara”, detalla.

Explica que la esencia de la tradición es la fe en San Roque como un santo que proporciona salud a quien se la pide, por lo que la procesión de los chunchos está basada en la búsqueda de salud que es una necesidad para todo ser humano, de modo que casi siempre la promesa se hace pidiendo salud a cambio de lo cual se promete bailar un año, dos, cinco, o toda la vida, todo depende del devoto.

Lo primero es vestirse en un lugar en donde se reúnen desde muy temprano y se van colocando las prendas una a una, en orden. “Es muy importante el respeto a la vestimenta y estar limpios con la vestimenta bien arreglada”.

Lo último que se colocan es el turbante y de ese modo quedan ocultos, anónimos para la gente que los observa en las calles. El ideal es llevar presente el sentimiento de fe y devoción que les da fuerzas para danzar bajo el sol por el tiempo que sea necesario.

Así como el rostro queda oculto, también son íntimas las motivaciones de los chunchos, niños, jóvenes y adultos. Pero pese a los cambios que trajo la modernidad, la tradición de los chunchos promesantes mantiene vigentes sus valores religiosos. La fe en que San Roque proveerá salud, sigue siendo la esperanza en los corazones de los promesantes y los devotos del patrono de la Fiesta Grande de Tarija.

Fuente: El Pais. Bolivia
Fecha: 20/08/2015

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