Paralelamente a su carrera como docente e investigador, Juan Nuñez del Prado difunde las enseñanzas de la tradición espiritual andina, un arte que nos transmite en esta entrevista

“Inka no es solo el título que se le daba a la máxima autoridad del Tahuantinsuyu en el siglo XVI. Inka es una condición como la de Buda, una condición espiritual que significa “iluminado”.

Lo que dice la tradición andina es que dentro de cada uno de nosotros hay un Inka que espera ser despertado. Que en cada uno de nosotros hay un potencial de iluminación que todos podemos desarrollar haciéndolo crecer” dice Juan Nuñez del Prado al explicarnos brevemente el núcleo del seminario “Arte espiritual andino contemporáneo” dictado el pasado mes de abril en Buenos Aires

Don Juan era muy pequeño cuando su padre, el antropólogo Oscar Nuñez del Prado, relevó las comunidades indígenas el Perú y luego, en 1955, encabezó la primera expedición antropológica al territorio de los q´ero, un pueblo de habla quechua que había permanecido aislado desde la caída del Estado inkaiko, conservando la lengua quechua y las antiguas prácticas espirituales de esa época, por lo que fueron y son considerados los guardianes de los saberes ancestrales.

Esta familiaridad con el mundo andino lo condujo naturalmente a los estudios antropológicos académicos, hasta que en la década de los `80 tuvo su primer encuentro con Benito Corihuaman, de la comunidad wasau, quien lo inició en el Camino del Inka con un duro aprendizaje que culminó con el Hatun Karpay (Gran Iniciación) en el cuarto nivel de la tradición. Posteriormente, don Juan continuó su aprendizaje con el paqo cuzqueño don Melchor Deza y los q´ero don Andrés Espinoza y don Manuel Quispe.

Paralelamente a su carrera como docente e investigador, don Juan, junto a su hijo Iván, se ha dedicado a la difusión de las enseñanzas de la tradición espiritual andina.

¿Por qué eligió llamar “arte “a sus enseñanzas?

Porque lo que transmito es un conjunto de prácticas. No es una teología ni una filosofía. Por ejemplo, el yoga es un arte espiritual y no necesitas ser hinduista para practicarlo. Lo mismo sucede con el aikido o el chikun, que son una serie de prácticas marciales que sirven para desarrollar la conciencia sin necesidad de ser shintoista o taoísta. Las artes andinas no son marciales sino espirituales, porque los inkas no eran esencialmente guerreros sino agricultores, por lo que las metáforas de la tradición son mayoritariamente agrícolas.

¿Cuál es la esencia de ese arte?

El centro fundamental es la energía viviente, Kausay en quechua, que otras tradiciones han denominado “ki” en el aikido japonés o el “chi” del taichichuan o el prana hindú. Es la misma energía que se moviliza en el reiki o cuando un pastor pentescostal impone las manos para sanar por el poder del espíritu santo. Es un factor que es parte no solamente del arte sino también de la cosmovisión andina, porque el cosmos en quechua se llama Kausay Pacha, donde Pacha significa espacio y tiempo y Kausay Pacha es espacio y tiempo viviente, cosmos viviente. Y todo lo que hay en el universo está hecho de Kausay, está limpio y por lo tanto es sagrado.

El otro factor es el Inka Mujuy, la semilla del Inka. Es ese potencial interior que tenemos en nuestro interior y que podemos hacer crecer. ¿De qué manera? Conectando la semilla con el Kausay. En la medida en que los juntas, la semilla empieza a manifestarse y su crecimiento te lleva por un camino que se llama Kausay Puriy, caminar por el cosmos viviente, o Qanchispata Ñan, el camino de los siete escalones.

¿Cómo se hace ese camino?

Se hace sobre la base de dos aptitudes humanas: la percepción y la intención. Porque con la intención puedes modelar la energía que está a tu alrededor y dentro tuyo. Es decir que en la tradición, no hay asanas ni ejercicios de respiración sino que con solo la intención modelamos la energía viviente. Y cuando mueves la energía, y cuando en especial haces que toque tu semilla, existe un percepción de esa energía, a veces como una luz o la sensación de que algo te toca o como una vibración. Movilizar la energía produce una percepción y lo que produce el crecimiento y el desarrollo de tu ser interior, de tu semilla, es la conexión con la energía del Kausay.

¿Cómo se logra esa conexión?

A través de la noción de Popqo, de una burbuja de energía que nos rodea y en la cual nadie se puede meter sin tu permiso. Lo que hay que hacer es abrir esa burbuja para dejar pasar la energía del cosmos a través de ti para que toque tu semilla. Es como si a la semilla le dieras agua y ella rompe su cáscara e inicia la germinación. Es hacer una apertura por la cual las energías vivientes tocan la semilla y ésta empieza a crecer.

Cuando haces el ejercicio que llamamos saminchakuy, el de tomar la energía sutil, o sami, del Kausay, sientes bienestar. Y lo mismo pasa con la posibilidad de liberar la energía pesada o jucha. Nunca se habla de energía buena o mala, positiva o negativa sino de sutil o pesada, porque la jucha, por ejemplo, es un alimento para la Madre Tierra, pues cuando la liberas, estás fertilizando a la Tierra, de la misma manera que si le echaras compost, que si le ofrecieras nutrientes.

Pero atención, que en la medida en que estás ofreciéndole algo, puedes pedirle algo, ya que la tradición se basa también en el concepto de Ayni, que es una regla de reciprocidad. Es dar y recibir, lo cual es el secreto de la buena vida.

¿Es una limpieza de energías?

No solo eso, porque has tomado energía del cosmos, la has hecho pasar a través de ti alimentando tu semilla, has empujado la energía pesada hacia la Madre Tierra, que la transforma y te la devuelve en forma de energía fina para que la vuelvas a enviar al cosmos. Es un intercambio, un ayni con el cosmos..

¿Cómo se ejercita la energía?

Puedes ejercitar tu energía a través de tres sendas, como me enseñó el Tata Lorenzo: la del lado derecho del cuerpo para relacionarse con las energías externas a él, la del centro para hacerlo con la energía dentro del popqo, y la del lado izquierdo para tratar con la energía y la intención dentro del ser humano.

¿Para qué sirven estas técnicas?

Para conseguir algo que se llama Allin Kausay, el buen vivir. En la medida en que aprendes a intercambiar energía, la calidad de tu vida mejora. Y la del mundo que te rodea. Esto es un método para desarrollar la consciencia: la tradición habla de siete niveles de consciencia. Todo el mundo empieza en el nivel cero al llegar a la Tierra y empieza su desarrollo en la medida en que desbloquea o expresa los distintos niveles que están latentes en su semilla. En este momento estamos en la necesidad de superar las confrontaciones propias del tercer nivel, como los antagonismos de las religiones monoteístas: musulmanes contra cristianos y viceversa, judíos contra musulmanes y viceversa. Aunque según mis maestros hubo líderes mundiales como el Mahatma Ghandi, la Madre Teresa, Martin Luther King o Nelson Mandela, que estuvieron en un cuarto nivel totalmente desarrollado. Son los que anticiparon el Pachakuti, o cambio de conciencia en los seres humanos, en ese prepararse para tocarse con lo sagrado sin chocar con el espacio energético de los demás, para transformarse y compartirlo con otros seres humanos.

Por María Ester Nostro
Fecha: 12/5/2017