En el Noroeste argentino las comunidades qollas se preparan con varios días de anticipación para recibir a sus nunas, que llegan de visita cumpliendo con el rito que se repite cada año

Ya llega el mes de noviembre uno de los más importantes para el mundo andino y otros pueblos de Abya Yala. El hombre andino vive en otra realidad temporal y espiritual, que nada tiene que ver con el pensamiento occidental.

Su mundo está dividido en cuatro planos y de esta relación depende el equilibrio de su vida tanto en la salud como en la vida espiritual: el Janan Pacha (el Mundo de Arriba), Janaj Pacha (el lugar Al Lado de las Estrellas, donde viven las almas); Kay Pacha (el Mundo de Aquí) el mundo presente, habitado por los seres humanos, animales, plantas y espíritus de otros lugares, como las Achachilas, Apus, la Pachamama. Y finalmente el Uku Pacha (el Mundo de Abajo) habitado por los espíritus, muertos que penan, con sus lugares estratégicos: ríos, lagos, pozos, cavernas, cuevas.

Otras aberturas de la superficie terrestre eran consideradas líneas de comunicación entre el Kay Pacha y el Uku Pacha, el Lado de Abajo que no se veía como “el infierno” que hoy conocemos, sino como otro mundo de estadía, también representante de lo inmaterial.

Ayaq marq`an killa y la visión de Guaman Poma

En este plano el hombre andino se mueve y vive en comunión con la naturaleza realizando las ceremonias para cada ciclo y justamente una de las más importante es Ayaq marq`an killa, que podría traducirse como “el mes de llevar alzados a los difuntos”.

En el Noroeste argentino, las comunidades qollas se preparan con varios días de anticipación para recibir a sus nunas (almas), que llegan de visita nuevamente para cumplir con el rito que se conmemora desde hace siglos, repitiéndose cada año.

Es el Día de Difuntos, que Guaman Poma de Ayala ya describía en la “Nueva Crónica y Buen Gobierno” explicando que en el calendario agrícola que regía las tierras de los Incas, noviembre correspondía al mes de los muertos. Ese momento es el inicio de las ceremonias del año, la siembra ha finalizado y la tierra está preparada para la cosecha: es el Aya marq`an killa, que se convirtió en el punto sobre el que giraría la actividad cotidiana del incario y al cual se le dedicó una serie de ritos que el cronista describe: “En este mes sacan los difuntos de sus bóvedas que llaman pucullo, y le dan de comer y beber, y le visten de sus vestidos ricos, y le ponen plumas en la cabeza, y cantan y danzan con ellos, y le ponen en sus andas y andan con ellas en casa en casa y por las calles y por la plaza, y después tornan a meterlos en sus pucullos dándole sus comidas y vajilla, al principal de plata y oro, y al pobre de barro; y les dan sus carneros y ropa y los entierran con ellas y gastan en esta fiesta muy mucho.”

Un largo viaje para reencontrase y celebrar

Esta tradición milenaria y trascendente para el mundo andino, hoy continua vigente en muchas comunidades. Noviembre o Aya marq`an killa es la época en que las almas retornan a sus cuerpos y visitan a sus familiares, no es un día de lamentaciones sino, al contrario, un día de júbilo, pues los muertos se toman la molestia de volver en un largo viaje a un mundo que ya no les pertenece en cuerpo pero si en espíritu. De esta manera vuelven cada año a sus cuerpos que esperan ser visitados, asegurarandose que entre su gente todavía esté intacta su memoria.

Los abuelos decían y aun hoy dicen “Es ese largo viaje que les espera lo que les impulsa a que los vivos sientan la profunda necesidad de hacerles más corto el camino. Quizás por ese sentido de la reciprocidad (ayni) que aún está tan presente en la cultura andina se agradece la visita desplegando un suculento banquete y proveyendo al caminante de los víveres indispensables. El muerto o difunto sin lugar a dudas, compensará a los vivos”.

En Bolivia, Perú y el Norte de Argentina aun hoy se prepara la mesa o altar para las almas. La mesa está preparada con una imagen del difunto o una ofrenda que simboliza al difunto o difunta, a la cual se le encienden velas, escena que remite al sincretismo vigente.

Los familiares preparan la mejor comida, todo lo que a ellos les gusta. Dependiendo de la situación económica varía la cantidad de comida que se ofrece aunque son infaltables las frutas secas y las masas dulces. Otros elementos omnipresentes son las hojas de coca; la bebida que le gusta al almita que esperan: la chicha; ofrendas de harina de maíz, de quinua, aba mote, aba, sopa de piedra, charqui.

En algunos casos, suelen también estar presentes instrumentos musicales como las tarkas, cajas y el bombo. Una vez listos estos elementos, las familias se acomodan al pie de la mesa y durante toda la noche reciben visitas que los acompañarán en sus pedidos hacia sus difuntos, en sus conversaciones y -por supuesto- en la comida y la bebida. En esas largas charlas durante toda la noche se cuentan leyendas y juegan al botón para mantenerse despiertos entre mate y mate.

En la mesa se destaca la tradicional T’anta Wawa (literalmente “niño -o hijo- de pan”), un pan antropomorfo. También pueden verse dulces en forma de animalitos o escaleras de pan, figuras con la forma del difunto. En la cosmovisión andina los difuntos están provistos de características y debilidades humanas, por lo que pueden sentir hambre y sed.

En esta Fiesta, la interacción con las almas se realizaba a partir de un acto en que se les pedía que intercedan sobre la naturaleza para que la actividad agrícola fuera fructífera permitiéndoles seguir viviendo; “…a cambio ellos les rendían honores ofreciéndoles comida y bebida, sacándoles de sus tumbas para vestirlos de gala, bailar y cantar en un clima festivo”….Con la llegada de los conquistadores y el catolicismo se prohibió “sacar” a los difuntos, intentando anular las ceremonias ancestrales. Pero la fortaleza espiritual de los andinos posibilitó que hoy en muchos lugares se siga “sacando” a los muertos.

Soñar con espíritus

La abuela Tomasita nos contó que significa soñar con el muerto. Ella tiene 80 años y es curandera desde hace 60. “Si sueñas al muerto, pues es que quiere que le hagas una comida y le invites en su nombre, por eso lo sueñas, o quiere que le lleves flores a su sepultura y quiere saber de ti. Cuando lo sueñes al difunto debes comprar una vela, ponerla a su lado, para que ilumine con su luz. Si no lo cuidas y le rindes culto, te estorbara mucho, tienes que cuidarlo, siempre debes ir al cementerio donde está, y ver si su cruz está bien o tal vez quiera flores nuevas, debes llevarle".

Generalmente, el alma del difunto con el que se ha soñado no está en paz, porque se quedó con algo pendiente - como narra Tomasita - porque la familia no lo ha honrado después de su muerte, pues es una tradición que hay que respetar. Nosotros realizamos una serie de ritos y esto si no se cumple surge en los sueños.

En La Quiaca, había un hombre muy descreído, trataba mal a su mujer, le decía: “para que hacés ofrendas, es mentira eso del alma, es un invento, ellos no vienen”. Pero la mujer persistió en sus creencias y una noche le dijo el marido “voy a ver si vienen hoy...”

El hombre incrédulo, durante la noche del 1ro de noviembre se puso debajo del altar de los difuntos, todo estaba oscuro en la habitación, solo había velas encendidas que iluminaban el lugar. Se sentó y esperó y al otro día amaneció con su cuerpo que le dolía, y muy asustado le dijo a su esposa: “Perdón por no creerte, había sido cierto que vienen las almas, cuando me quedé debajo de la mesa, pasada la media noche yo sentí frio mucho frio y de pronto llegó mucha gente, todos estaban detrás de la puerta, entraron y se decían uno a otro “pasen compadres, pasen, miren como nos están esperando, hay que servirse no más” decían esas voces, yo sentía ruido de charlas, vasos que se servían, platos que sonaban, no veía nada y no recuerdo más..”
Esto nos compartió la abuela Gerónima de 78 años, quien nos dijo “las almas le han latigiado por no creer, por ser cabeza dura y no esperar a los ancestros y desde esa vez ese hombre esperaba a las almas todos los 1 de noviembre, con su mesa cargadita de ofrendas.”

Estar en equilibrio con el Todo

Las almas son espíritus que siguen viviendo en este plano y conviven con nosotros, el hombre andino conversa con ella frente al altar, cada lunes en el cementerio, le cuenta sus cosas, sus penas y alegrías en una conexión con el Más Allá. Al cuidar los ritos sagrados, al realizar cada ceremonia, su espíritu, su cuerpo, estará en consonancia con el Todo. Porque al estar todo en equilibrio en su entorno y cumplir con sus quehaceres, todo estará bien en la vida de uno mismo, en cuerpo, mente y espíritu.

Este es el verdadero ayni/reciprocidad, principio que es la aplicación ética y social del principio de complementariedad. Cada acto humano (pero también divino) recién llega a su finalidad cuando le corresponde un acto reciproco y complementario equivalente de otro (s), sujeto. Una acción unilateral distorsiona el equilibrio delicado entre los actores, tanto en lo económico, organizativo y ético, como también en lo religioso.

Lo que el andino toma de la Pachamama tiene que devolverle de una u otra manera, aunque sea simbólicamente. El Día de Difuntos sobresale del total de las costumbres de un pueblo, por su exigencia y eficacia ya que de él depende lograr la protección de las personas, que dan sus ofrendas, símbolo de minay/amor, llankay/trabajo y ayni/reciprocidad.

“La repetición, del ritual cumple un papel sobresaliente constituyéndose en parte inseparable de su esencia. Puede interpretarse este rito a los antepasados, como una renovación que año a año el hombre y las mujeres andinas, hacemos con la naturaleza y el cosmos. Lo más importante a tener en cuenta, es la creencia de estos pueblos que aseguran que después de muerto el espíritu pervive, solo debemos recordarlos porque están entre nosotros.”

Por Amalia N. Vargas
Pukio Sonqoy
Fecha: 26/10/2017

Referencias:
Vargas, Amalia N (2013) Compadrazgo De Difuntos En Jujuy, Argentina. Scripta Ethnologica, vol. XXXV, pp. 77-92 CONICET, Bs As, Argentina
Vargas, Amalia N (2013) Levantamiento de luto en Jujuy. Revista Lindes
Vargas Amalia N (2015) La chicha en los rituales del Noroeste argentino. Antropología Visual y de la Imagen. Centro Argentino de Etnología Americana, CAEA