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Entre los lakota, el heyoka es un elegido que hace todo al revés. Pero lejos de ser rechazado es reconocido como expresión de la dualidad y el misterio de la existencia humana

Quienes observamos los detalles de las películas donde, directa o indirectamente, se muestran escenas de la vida indígena, disfrutamos de los pasajes donde los guionistas bien informados introducen pantallazos de contenidos poco conocidos de esas culturas.

Tal fue el caso, por ejemplo, de la saga de “Un hombre llamado caballo”, donde se muestran y dan a conocer los fundamentos de la “danza del sol”; o “Danza con lobos” en la que un soldado convive con una tribu sioux, o “Soldado Azul”, en la que se narra la masacre del pueblo cheyenne en Sand Creek; o “El hijo de la estrella de la mañana” donde se detallan los momentos previos a la batalla de Little Big Horn; y otras tantas que sería largo enumerar.

Sin embargo, hay dos películas que resultan especialmente significativas ya que muestran un aspecto desconcertante para quienes no somos portadores de la cultura: la aparición, en medio de situaciones tanto cotidianas como dramáticas, de personajes que actúan en forma absurda, haciendo lo contrario de lo que enuncian o realizando acciones que sólo son aceptables en tanto que parodias.

En “Pequeño gran hombre”, protagonizada por un jovencísimo Dustin Hoffman, aparece alguien que anuncia que va hacia adelante pero camina hacia atrás y mientras dice que sale del río se mete en el agua. También hay un joven que decide ser mujer y al poco tiempo retoma su masculinidad, forma familia y se destaca en campo de batalla sin que a nadie le llame la atención.

Más recientemente, en la última versión de “El llanero solitario”, el argumento juega fuerte con el absurdo a través de Toro, el compañero indio del Llanero, protagonizado por Johnny Deep -de ascendencia cherokee- complementado por un caballo que ama caminar por los techos de las casas. Con la cara pintada de blanco y un cuervo disecado en la cabeza, Toro actúa caprichosamente y termina por darle una pincelada casi surrealista a un film que, de otra manera, no hubiera pasado de ser otra película más de aventuras en el oeste norteamericano.

Los heyokas

En la cultura lakota (sioux) estos personajes reciben el nombre de heyokas y su característica principal es que actúan fuera de los límites, o mejor dicho, a contrapelo de la conducta de las personas corrientes. Se los define como los “contrarios” que, lejos de producir rechazo, son reconocidos como expresión de la dualidad y el misterio de la existencia humana.

En su libro “El don del poder”, Archie Fire Lame Deer, un lakota hijo y nieto de hombres medicina, describe al heyoka como un elegido que hace todo al revés. Y es por hacer las cosas al revés que causa gracia. Es un payaso sagrado.

Dice el autor que el heyoka, es al mismo tiempo menos y más que un hombre medicina, que la gente le teme e incluso él se teme a sí mismo y a sus extraños poderes. Puede, por ejemplo, producir una tormenta de nieve en un día claro, lograr una granizada en un día de sol y también proteger a la gente de los rayos.

En el camino del heyoka, el modelo más emblemático, complejo y básico es el del payaso, ese bufón disfrazado con ropas coloridas, amplias y remendadas y con la cara pintada con rasgos exagerados, cuya misión es, con actitudes grotescas e inesperadas, provocar risa al tiempo que, por su situación de ser excepcional, puede ejercer, en medio de las carcajadas, una fuerte crítica sobre a sus espectadores y la autoridad establecida.

La excepcionalidad del heyoka reside especialmente en su ruptura con lo que el mundo adulto de todas las culturas considera la normalidad, ese parámetro aceptado y consensuado por la mayoría. Un parámetro a veces inflexible, que define el “deber ser” y marca una frontera irreductible entre lo aceptable y lo repudiable, o un parámetro flexible que, no sin temor, admite la existencia de “lo otro” distinto y misterioso como parte de la realidad cotidiana donde, paradójicamente, aquel que al romper tabúes y normas con groserías y ofensas, sirve para poner en evidencia los límites de los valores morales y éticos. Un peligroso privilegio que, no entre los lakota pero sí entre otras culturas y en casos extremos, llegó a costarle la vida por poner en evidencia un “lado oculto” que al grupo no le interesaba mostrar.

Pero al mismo tiempo, como expresión de tanto misterio y poder, el heyoka es considerado sagrado, y aunque a veces cumple funciones muy secundarias, como la del payaso tradicional encargado de distraer a los toros que, en los rodeos norteamericanos, derriban a su monta, es considerado con el mayor respeto entre su gente, pues se entiende que está transitando su camino hacia la sabiduría.

Una vez iniciado –continua explicando Fire Lame Deer- el heyoka está destinado a recorrer un duro camino de aprendizaje, a realizar un proceso de maduración que, con el tiempo, lo llevará al Conocimiento. “Hijo, un hombre medicina debe experimentarlo todo, debe arrastrarse tan bajo como un gusano y remontarse como un águila” recuerda que sentenció un día su padre quien, de heyoka pasó a wapiya (hechicero y mago), y luego a pejutawichasha (el que cura con hierbas), a waaytan (el que ve el futuro e interpreta los sueños), y a yuwipi (que utiliza piedras y escucha a los espíritus) para, finalmente, convertirse en wichashawakan, un hombre santo.

El llamado en el sueño

Entre los lakota los sueños pueden marcar, al igual que las visiones, el destino de las personas. Así si alguien sueña con pájaros, se reconocerá destinado a ser hombre medicina. Pero si sueña con el rayo, el trueno, los wakinyan o el pájaro de trueno, inevitablemente se convertirá en heyoka o payaso sagrado, le guste o no.

Si bien nadie lo vió nunca, el pájaro de trueno (thunderbird, en inglés), es descripto como un águila gigante que, al batir sus enormes alas produce los truenos y de cuyo pico emanan los rayos de las tormentas. Este pájaro es el mayor de los wakinyan, espíritus alados en forma de águilas más pequeñas o halcones, con quienes marca la llegada de la primavera y su extraordinario renacimiento de la vida. Este aspecto benéfico, sin embargo, tiene su contrapartida en el resultado destructivo de las tormentas por efecto de los rayos, vientos e inundaciones. Son seres peligrosos y, a semejanza del poder del heyoka, detentan una potencia tan enorme, que a veces se vuelve incontrolable.

Y es la propia naturaleza contradictoria del Pájaro de Trueno la que se refleja en la actitud de “contrario” del heyoka, haciéndolo abrigarse cuando hace calor o andar con poca ropa en pleno invierno. Dice Fire Lame Deer que, con el heyoka, “pasa como con el rayo, que nunca está seguro de lo que puede hacer”. Muchos pueblos creen que los Seres del Trueno fueron los primeros en aparecer en la Creación y que tienen una especial conexión con WakanTanka, El Gran Misterio.

El heyoka mientras tanto, seguirá atado a los designios de sus sueños. Si mientras duerme se ve como un mendigo andrajoso, deberá vestirse y actuar como tal y si sueña con algún personaje o animal, deberá actuar como ellos pero sin explicar la razón de su comportamiento. Cuenta Fire Lame Deer: “en un sueño mi padre tuvo un visión de hermafrodita y travestido (winkte), aunque él no gustaba de esa experiencia. Pero se vio obligado a hacer de payaso con el nombre de Alice Jiterbug, a ponerse una peluca pelirroja, medias de seda y zapatos de taco alto. La gente se reía de sus payasadas, sin saber que actuaba así obedeciendo su visión del trueno”

La condición de heyoka es pasajera, es un paso en el camino del Conocimiento, pero es probablemente el momento más difícil de esa senda. Es una experiencia del mundo y de la naturaleza humana sanando, develando y equilibrando su entorno al actuar como el “contrario “que mueve a la risa y, en apariencia, al caos. Es la catarsis o liberación de tensiones reprimidas a través de ese personaje transgresor que muestra lo que el espectador tiene escondido.

Como el payaso de todos los tiempos, el heyoka es el que enuncia las cosas menos importantes en tono solemne y las cosas profundas como si fueran bromas.

Por María Ester Nostro
Fecha: 18/2/2018

Referencias:
Archie Fire Lame Deer, Richard Erdoes. El don del poder. Vida y enseñanzas de un hombre medicina lakota. Palma de Mallorca, Olañeta, 2014.
Erdoes, Richard y Ortiz, Alonso, eds. American Indian Myths and legends. Nueva York, Pantheon books, 1984
Chevalier Jean.Diccionario de los símbolos. Barcelona, Herder, 1988.

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