Estos espíritus, al ser convocados por los hopi y zuñi, se acercan a ellos enmascarados y con ropas llamativas, compartiendo sus ceremonias para traerles alegría, lluvia y fertilidad

En el mes de febrero, durante la ceremonia de Powamu, en la que se instruye a los jóvenes hopi sobre los secretos de la cosmovisión, se rememora el surgimiento de los humanos al cuarto mundo (el actual) en compañía de seres espirituales llamados kachinas (portadores de vida, en lengua), que con sus poderes trajeron la lluvia y un sinfín de beneficios a los pueblos. Tiempo después, los kachinas fueron muertos por enemigos durante un ataque y sus almas regresaron al Otro Lado, pero dejando sus vestimentas y máscaras para ser usadas por los humanos en sus ceremonias.

Otra versión dice que los humanos dejaron de reverenciar a los kachinas y éstos decidieron partir de este mundo, no sin antes haber enseñado a un grupo de jóvenes fieles los secretos de las ceremonias y vestimentas. Desde entonces son los humanos quienes representan a los kachinas en los rituales y danzas que se desarrollan, a veces en forma pública pero muchas más en el secreto de las kivas (templetes semi subterráneos) en el desértico sudoeste norteamericano entre diciembre y junio.

Lo que en ambos casos queda claro, es que cuando un humano se reviste con los atributos de un kachina, el espíritu de éste lo posee y lo dota de sus poderes sobrenaturales. Terminado el tiempo ceremonial, los espíritus se retiran a los montes San Francisco, cerca de la ciudad de Flagstaff, Arizona, hasta el próximo ciclo ritual.

El mundo hopi se caracteriza por un complejo entramado de clanes y asociaciones (organizaciones ceremoniales o cofradías) que dirigen el mundo social, político y religioso pero poniendo en práctica un profundo respeto por la naturaleza y su espiritualidad. De hecho, en ese universo, todo, un elemento, una cualidad, un concepto o un fenómeno, todo tiene un espíritu o ser esencial. Estos espíritus, al ser convocados por los humanos, se acercan a ellos en forma de kachinas, para compartir con ellos sus rituales, danzas y, fundamentalmente, proporcionarles alegría, lluvia y fertilidad. Que es la forma de asegurar la continuidad de la vida y el orden del cosmos, la “ley de leyes” del universo hopi.

Si bien los kachina no son dioses, la difusión de su culto entre los pueblos del sudoeste y meseta central de Estados Unidos (hopi, zuñi, tiwa, acoma y laguna) ha generado el término “religión kachina”, con particularidades propias para cada parcialidad, y dentro de ésta, para cada poblado, clan y cofradía. Por ejemplo, a diferencia de los hopi, para los zuñi, los kachinas habitan bajo el Lago de los Muertos, entre los ríos Zuñi y Little Colorado.

En su condición de seres sobrenaturales, entre los cuales se encuentran los antepasados muertos, ya reintegrados a la naturaleza, los kachinas son mediadores entre los hombres y las divinidades. Pueden curar las enfermedades, traer la lluvia y hacer germinar las semillas de los cultivos al mismo tiempo que con la representación de sus figuras en pequeñas esculturas (los “muñecos kachinas”) que se regalan a los niños y luego con historias dramatizadas en danzas, ejercen un fuerte control social instruyendo a las nuevas generaciones en las formas correctas de vida, basadas en los tres principios dominantes de la “ley de leyes”: respeto, armonía y amor.

Centenares de espíritus hopi y zuñi

Se estima en 500 el número de kachinas reconocidos, 300 de los cuales, dada su jerarquía, aparecen con frecuencia en las ceremonias mientras los demás lo hacen aisladamente. Los hay femeninos y masculinos, aunque son siempre representados por hombres que, al vestirse con ropas de mujer, se lucen en la primorosidad de sus vestimentas y peinados, con los típicos moños sobre las orejas.

No está claro si el origen del culto es hopi o zuñi, pero lo cierto es que en la región del Colorado existen representaciones de kachinas en pinturas rupestres y cerámica fechadas alrededor del 1300 d.C. Sus figuras aparecen también representadas en las paredes de varias kivas, recintos ceremoniales semi subterráneos donde se realizan los tramos secretos de los rituales, construidas en el siglo XIV.

Las apariciones de los kachinas se producen en muchas ceremonias a lo largo de todo el año, si bien su intervención es más frecuente entre diciembre y junio, período donde se suceden ininterrumpidamente e implican la intervención de un sinnúmero de personajes. Un ejemplo es el interestelar Mastop, con su máscara negra y su cuerpo pintado de negro y la impresión de las palmas de dos manos humanas en el pecho, un cuero de animal como taparrabo y los pies cubiertos con piel de gato salvaje. Su máscara negra simboliza el espacio sideral que ha atravesado y el cinturón de Orión se plasma en las tres estrellas en cada lado de la cabeza.

En el acto que ha sido más criticado por los observadores “blancos”, Mastop elige a una mujer entre el público y realiza con ella los movimientos de una cópula. Es que Mastop juega aquí un rol fundamental en la ceremonia: es uno de los transgresores que, a través del rompimiento de las reglas y el humor, contribuye a señalar la pertinencia o no de ciertos comportamientos dentro del grupo. Es un payaso sagrado de los que asisten a los kachinas en la dramatización pública donde el Búho (la consciencia) señala el mal comportamiento de los payasos e incita a los kachinas a corregirlos.

Todos somos payasos

Citando a la tradición, el escritor Emory Sekaquaptewa cuenta que, al emerger a la superficie luego del diluvio que destruyó el tercer mundo, los humanos, todavía imperfectos, llegaron con la misión de ejercer un estilo de vida virtuoso. Difícil tarea, ya que siguen siendo imperfectos, transgresores como los payasos, y por lo cual cada tanto es necesario realizar una introspección para recordar que el destino humano es otro.

La dramatización se realiza en la plaza, donde los kachinas bailan a intervalos durante todo el día representando la vida espiritual señalada como destino. Luego irrumpen los payasos por los tejados de las casas, mostrando al hombre actual y su deseo de llegar al paraíso pero realizando toda clase de torpezas que divierten al público y ponen en evidencia su ignorancia para vivir correctamente. Y muestran que todavía falta mucho camino por recorrer.

Mientras admiran el lugar se escucha el canto de los kachinas, a quienes los payasos buscan infructuosamente entre el público sin verlos, ya que son espíritus invisibles. Finalmente, uno de ellos toca a un kachina y los payasos se lanzan a una verdadera cacería, ya que quieren apropiarse de ellos y de la comida y objetos que encuentran. Se producen tironeos, pero finalmente pasan la tarde entre risas y burlas a todo el mundo circundante, de la comunidad o del resto del universo. “Los payasos se burlan de la vida – dice Sekaquaptewa- y hacen que las personas se miren a sí mismas”

En sus parodias, los payasos evocan la forma como, todavía en el inframundo, los humanos olvidaron la guía de la Consciencia. En un momento, el kachina Búho, la consciencia, aparece en la plaza de forma invisible para los payasos y comienza a tirarles piedritas. Son los remordimientos que Búho les arroja, que son sentidos pero ignorados por los payasos.

Sin resignarse, Búho vuelve más tarde a la plaza, pero acompañado por un grupo de kachinas con látigos, y, fortalecido, hasta da algún empujón a los payasos. En la tercera visita de Búho, los payasos se dan cuenta que pueden sufrir consecuencias si no cambian sus costumbres, por lo que uno de ellos intenta sobornarlo. Finalmente Búho acepta una cadena de cuentas y el payaso, seguro de su impunidad, le pide que discipline a los otros payasos para que vuelvan al camino correcto.

En cada visita Búho trae más kachinas, que llegan en pequeños grupos. Pero siempre provistos de amenazadores látigos. La tensión crece entre los payasos y también entre el público. Al día siguiente, en su cuarta visita, Búho trae gran cantidad de guerreros kachinas anunciando un desenlace violento. Lentamente cercan a los payasos para terminar despojándolos de lo que robaron y azotándolos para obligarlos a asumir la responsabilidad de sus actos. Luego del castigo se vierte agua purificadora sobre los payasos y también sobre el público que asistió a la dramatización.

Más tarde, los kachinas vuelven a plaza pero ahora dan la mano a los payasos y los invitan a formar un círculo, que es rodeado por los kachinas que escuchan las confesiones de los payasos. Por supuesto, lejos de mostrarse contritos y culposos, los payasos vuelven a provocar risas, ya que sus confesiones consisten sátiras, saltos y canciones que divierten a todos.

“El payaso es una representación de la naturaleza pre-moral de la humanidad- se afirma en Kachina House- y su comportamiento a veces nefasto sirve para recordar a la gente sus valores tribales”. La mayoría de las veces, portando una sandía identificatoria y en medio de actitudes glotonas, bulliciosas, exageradas e incluso obscenas, los payasos son como una invocación al orden, la armonía y el destino superior de los seres humanos.

Un destino que los hopi ven destruirse día a día por acción de la tecnología y el descontrol humano. Así lo anuncian sus profecías y el cumplimiento de los nueve signos anunciados por los ancianos con respecto del fin del cuarto mundo e inicio del quinto. Para ellos, hemos llevado a nuestro mundo a un estado de desbalance absoluto, que ellos llaman Koyaanisqtsi, y, aunque no queramos hacernos responsables, mal que nos pese, ya empezamos a sufrir las consecuencias.

Por María Ester Nostro

Fuentes:
Courland, Harold. The fourth world of the hopi.University of New Mexico Press, 1987.
Flagler, Edward K. Tambores indios. Martínez Roca, Barcelona 1998.
Mc Leod, Roxie. Dreams and rumors: a history of “Book of the Hopi”. Universidad de Colorado. 1994.
Waters, Frank. The book of the hopi. Ballantine Books. Nueva York. 1978
https://merriam-webster.com/dictionary/kachina
https://kachina.us/cult.hym
https://vdocuments.site/documents/hopis-milespowerpointscom.html
blog.kachinahouse.com-exploration-of-hopi-clown-culture/
Fecha: 27/4/2018