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Tradicionalmente, los quechuas de Licapa veían a los gatos salvajes como amenazas a su ganado, lo que provocaba conflictos y muertes innecesarias. Sin embargo, un innovador proyecto liderado por mujeres indígenas ha comenzado a cambiar esta percepción.

El programa, iniciado por la bióloga quechua Merinia Mendoza, busca no solo reducir los conflictos entre felinos y humanos, sino también empoderar a las mujeres locales en su rol como guardianas de la biodiversidad. Ellas ahora participan activamente en la protección de los bosques y en la conservación de especies como el puma y el gato andino.

Además el proyecto ha dado lugar a una cooperativa textil de lana de alpaca, fortaleciendo la independencia económica de las mujeres. Este cambio cultural no solo beneficia a los animales, sino también a las futuras generaciones que están creciendo con una nueva visión de convivencia.

Ida Auris Arango recuerda el día de 2023 en que se topó con el gato andino y sus crías en la ladera de la montaña. Mientras pastoreaba sus alpacas, escuchó a su perro ladrar y vio al felino gris niebla arrinconado contra una roca, con el pelo erizado y rugiendo mientras protegía a un par de gatitos. Agarrando al perro por la nuca, dio tiempo a los gatos para que desaparecieran entre los árboles de queuña (Polylepis).

“Tenía derecho a vivir. Era hermoso y me alegré de verlo”, dice sobre el encuentro fugaz con esta especie de felino en peligro de extinción y uno de los mamíferos más esquivos de los Andes.

Durante gran parte de la vida de Arango, los lugareños quechua trataban las muertes de gatos salvajes con ambivalencia o incluso las recibían con agrado. Los ataques al ganado habían causado pérdidas económicas y provocado un conflicto que parecía no tener una solución clara. Sin embargo, las actitudes hacia los felinos han cambiado rápidamente en el pueblo de Licapa, en los Andes del centro de Perú.

Los cambios son obra de un nuevo proyecto de conservación liderado por mujeres indígenas. Un proyecto creado inicialmente por la bióloga conservacionista quechua Merinia Mendoza Almeida y el experto en gatos salvajes Jim Sanderson del que las mujeres de la comunidad se han apropiado.

Un bosque que se desvanece

Los bosques de queuña se encuentran entre los ecosistemas más amenazados de los Andes. La tala, el pastoreo excesivo, la construcción de carreteras y los incendios forestales los han reducido a solo un 1-36;% de su extensión original. El cambio climático amenaza con reducirlos aún más, lo que pone en peligro la biodiversidad y la seguridad hídrica en toda la región.

En los Andes centrales peruanos, las presiones de la deforestación han empujado a los animales salvajes más cerca de las comunidades indígenas, lo que ha incrementado los conflictos entre seres humanos y fauna silvestre.

Entre los mamíferos comúnmente involucrados en los conflictos se encuentran tres especies de felinos: el puma (Puma concolor), casi amenazado, el gato del desierto peruano o gato de las pampas (Leopardus garleppi), y el gato andino (Leopardus jacobita), en peligro de extinción, del cual se estima que existen menos de 1500 ejemplares.

“No es la deforestación per se lo que impulsa el conflicto entre los gatos y las personas en los Andes, sino el impacto que la pérdida de hábitat tiene en las poblaciones de presas como las vizcachas y los ciervos, lo que puede hacer que los gatos salvajes comiencen a cazar a los animales domésticos de la gente”, dice Cindy Hurtado, bióloga de animales carnívoros e investigadora de la Universidad de Columbia Británica.

Estos ataques dañan los medios de vida de los lugareños, y son las mujeres, quienes tienen la función de cuidar de los animales domésticos, las que a menudo presencian el conflicto.

El primer recurso de las mujeres fue una antigua práctica cultural quechua que se cree que promueve la coexistencia entre las personas y el gran felino. “El puma es un animal vengativo, por eso siempre que hablamos de él le decimos ‘compadre’, porque si nos oye decir ‘puma’ aunque haya viento, se enoja y mata más”, dice Ccaico.

Sin embargo, cuando estos métodos tradicionales fallaban y el conflicto continuaba, los hombres organizaban cacerías de pumas y colocaban trampas para los felinos más pequeños cuando regresaban de las ciudades.

Mujeres y gatos salvajes

En 2022, la bióloga Mendoza formó un grupo llamado Mujeres Quechua por la Conservación, en el que realizaban reuniones mensuales donde las mujeres de Licapa podían compartir sus experiencias y aprender sobre la función de los felinos en el ecosistema.

“Las charlas hicieron que nos diéramos cuenta de que también teníamos culpa y de que, al cuidar de los gatos y del bosque, cuidamos nuestros otros recursos, como el agua”, dice Sandra Ayasca.

En poco tiempo, las reuniones se habían convertido en un elemento habitual de la vida de Licapa y más de 30 mujeres locales participaban en el nuevo programa de conservación. A menudo colaboran con Mendoza en su trabajo de campo, ayudándola con las cámaras trampa.

Además de ser un proyecto liderado por quechuas (en lugar de ser simplemente peruano), las actividades también han brindado a las mujeres un espacio descentralizado no liderado por hombres, quienes normalmente son bastante dominantes en los asuntos sociales. Es un proyecto de mujeres, donde pueden reunirse, conversar y fortalecer la comunidad.

“Se convirtió en una comunidad muy rápido; las mujeres sentían curiosidad y disfrutaban del trabajo de campo”, dice Mendoza. “Es algo distinto que nunca habían experimentado y les gusta”

“Ella es una mujer que habla quechua y es de Ayacucho, de modo que no es una forastera. Esto le da una gran ventaja porque el conflicto entre seres humanos y fauna silvestre se basa en el diálogo y en escuchar las necesidades de la población local”, afirma Hurtado.

Resolver el conflicto con los felinos pequeños fue bastante sencillo: los corrales de pollos y conejillos de indias se repararon con alambre y madera o se construyeron de nuevo, una medida sencilla que ha reducido el problema. Sin embargo, abordar los ataques de pumas ha requerido un enfoque diferente basado en encontrar alternativas al pastoreo en las montañas y reducir las presiones sobre el bosque.

Con la ayuda del SWCCF, el proyecto obtuvo una variedad de semillas de gramíneas resistentes a las frías temperaturas de los Andes, incluyendo centeno (Lolium perenne) y pasto bisonte (Hierochloe odorata), así como avena forrajera (Avena sativa). Plantados detrás de las casas y en las afueras del pueblo, los nuevos pastos han sido clave para reducir, aunque no eliminar por completo, los ataques de los pumas, según la gente local.

“Ya no necesitamos llevar nuestras alpacas a las montañas con tanta frecuencia como antes, por lo que ahora no perdemos tantas”, dice Ayasca.

En sintonía con las sensibilidades culturales de su pueblo, Almeida utiliza cada desarrollo como una oportunidad para afianzar aún más la importancia de los gatos salvajes. Varias paredes del pueblo ahora presentan murales vibrantes de mujeres y gatos salvajes y se han instalado letreros de seguridad en carreteras peligrosas para beneficiar tanto a los gatos como a los niños.

“Siempre les digo: ‘Recuerden: estas cosas no vienen de mí; son regalos de los gatos para ustedes’”, afirma.

El último regalo de los gatos salvajes a la comunidad es el inicio de una cooperativa textil de lana de alpaca donde las mujeres locales hilan tejidos para vender a compradores de comercio justo, lo que impulsa su empoderamiento económico y su independencia.

“Cuando bordamos, incluimos nuestros gatos salvajes en los diseños. Los ingresos nos ayudan a comprar alimentos y educar a nuestros hijos”, afirma Gregoria Paitan Arango.

Esperanza en los altos Andes

A medida que Mujeres Quechua por la Conservación continúa creciendo y encontrando soluciones equitativas al conflicto entre seres humanos y felinos, el proyecto ha abierto nuevos caminos en la comunidad.

El enfoque en las mujeres indígenas para la conservación ofrece un ejemplo raro de un abordaje en un campo y una región donde las actitudes patriarcales a menudo están profundamente arraigadas, según Rocio Aluma Morales, investigadora de la Universidad de Australia Occidental, que no está afiliada al proyecto.

“Las perspectivas de las mujeres indígenas están subrepresentadas en la mayoría de las investigaciones científicas, así como en los espacios de toma de decisiones sobre temas de conservación y especialmente en los Andes”, dice Morales a Mongabay por correo electrónico. “Por lo tanto, el enfoque de este proyecto es poco común y derriba barreras políticas y sociales, junto con desigualdades en el acceso a los recursos, el control, los derechos y la participación en la toma de decisiones. Espero que continúe”.

Para Mendoza, hay otro motivo para tener esperanza en que la coexistencia entre la comunidad y los gatos salvajes sea duradera. “Sean cuales sean las actividades que hagamos, los hijos y las hijas de las mujeres siempre están cerca, por lo que la próxima generación ya está participando en la conservación en Licapa”, afirma.

Por James Hall, de Mongabay
Fecha: 02/10/2024
Fuente: Publicado en Mongabay el 23 de setiembre, 2024 y reproducido en El Orejiverde respetando sus condiciones: https://es.mongabay.com/2024/09/iniciativa-comunitaria-indigena-mujeres-...

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