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“Aquí ha sido la tierra de los indios, aquí y todo por donde estamos nosotros era todo de los indios” En la memoria de los campesinos cordobeses un conjunto de apasionantes testimonios sobre la presencia de los pueblos originarios

Muchos de los relatos orales que atesoran nuestros criollos están marcados por la presencia de un pasado originario que se aprecia como remoto, desdibujado o desconectado de su propia historia. Pero el temprano desmembramiento de los pueblos indigenas en esta provincia no implicó la desaparición definitiva ni de su cultura, ni de sus descendientes. Inclusive hasta los últimos años del siglo XIX en algunas localidades del norte y noroeste todavía se censaba a personas bajo la categoría de “indios”, además de las incursiones organizadas de abipones en el noreste y el devenir de los ranqueles reducidos al sur.

Han sido en todo caso, las ya conocidas políticas públicas (que en Córdoba operaron con especial ahínco para mostrar a una provincia “libre” de indios y negros y que esto permitiera a su vez, el desarrollo de un modelo socio-productivo sin palos en el territorio) lo que ha creado con eficacia, una pesada alfombra para esconder una herencia que sigue vigente y rebrota por todos lados.

Y es en la memoria oral de nuestras comunidades campesinas y serranas que no solo encontramos esa herencia cultural representada en creencias, saberes, ritos y demás categorías de la Tradición Oral, sino ya el recuerdo de personas de carne y hueso, “indios” desarraigados, algunos contemporáneos a quienes narran estas historias e inclusive familiares directos. Muchos de esos relatos dejan al desnudo el sufrimiento por su estigmatización y persecución, pero también dejan intuir su idiosincrasia, riqueza cultural y coraje en medio de una sociedad que quería despegarse de ese pasado. Otros relatos corresponden a noticias sueltas, recuerdos fragmentados de un pasado que es presente.

Estas historias reconstruidas desde la memoria de nuestros criollos nos permiten también, reflexionar sobre esa postura que deambula entre la desvinculación y el orgullo por la sangre heredada, además de los prejuicios e imaginarios. Una invitación para indagar en la memoria de nuestras propias familias y desde allí devolverles a nuestros abuelos de la tierra el lugar que se merecen. Valga entonces esta evocación como justo recordatorio hacia ellos.

Sobre abusos y persecuciones.

“…un día hicieron el ferrocarril, hicieron el apeadero y paraba el tren ahí. Y me ha contado la gente vieja de antes, tendrían noventa años… que solían bajarse unos gauchos de esos de espuelas, porque ahí pusieron una cantina para venderle cosas a la gente, vendían licores, esos aguardientes...Y que se venían hasta acá cerca, porque había unos ranchitos antes… Habrá sido más después o habrán sido indios los que vivían ahí, no sé… Y estos gauchos los mataban a esa gente que tenían plata, para sacarles esos metales…varias veces bajaron del tren ese…o sea que les quitarían los metales esos. Como un asalto mejor dicho, un asalto” (Héctor, 74 años. Virgen de la Peña)

“Porque antes, dice, los que eran descendencia de indios, cuando llegaban a pelear así, dice que se disparaban a los campos. (…) que en aquel tiempo, dicen que la policía también eran bastante jodidos, lo maltrataban, lo maniaban, dicen, lo hacían…que lo llevaban a los hormigueros y lo hacían picar con las hormigas” (Liberato, 75 años. Los Chañares)

“Mi papá contaba que por acá paso el indio Tolave, que venía perseguido... venían como persiguiéndolo por los campos y pasaron por la parte trasera de la chacra dónde era la casa de mi madre, y que… iba rengo el hombre, porque había sido apuñalado en el muslo con un estoque envenenado. Entonces él ya estaba muy enfermo, y llega aquí, muere en esos campos. (…) Dice que era de la zona (…) Claro porque como el indio o el gaucho tenían que robar para comer, entonces los perseguían a muerte, aquí no se perdonaba nada. Era así. (…) Y más de doscientos años debe tener esa historia. Claro porque mi padre tendría más de cien en esta época. (…) una memoria de más de doscientos años, es importantísimo.” (Rosa, 80 años. La Cañada)

“Allá cuando vivíamos en el campo, había una señora que era india, que había sido de Totoral, se llamaba Eulogia Chavarría. Dicen que eran dos hermanas que andaban en los campos, y que había unos vecinos que tenían mucha majada, y la largaban al campo, ellos vivían en el campo, era salvajes, las señoras ¿viste? Dice que cuando iba la majada al campo, dice que ellas sacaban leche… para tomar, y si no dice que chaguaban así no más con la teta de la cabra y dice y tomaban con mistol y dicen que vivían y eran ya… mayores de edad. Y dicen que un día la andaban persiguiendo porque sabían que andaban estas dos mujeres en el campo, eran indios, entonces bajaron a una represa porque andaban con mucha sed, y que justo ahí dicen que la estaban custodiando y la agarraron a la Eulogia, y la otra se disparó al monte, esa vaya a saber qué fin tuvo, y esta la agarraron y la trajeron, y la criaron, uno que fue Juez de Paz, la tenían ahí, …Después yo la conocí, pero era muy vieja, tenía más de 80 años. ¿Usted sabe la agilidad que tenía esa mujer? (…) También se aprovechaban muchas veces, a parte que la tenían para que trabajara... (…) después la tenían como de esclava para juntar la piedra y esa cosas ahí, después cuando murió ya quedo como abandonada.” (Liberato, 76 años. Tulumba.)

“Cuando vino mi bisabuelo, lo agarran los indios en Buenos Aires…por ahí…y lo llevan a la toldería. Y un buen día se escapó con una india. Y ya acá, viviendo con mi bisabuela, a la india la tenían como sirvienta… Elena se llamaba. (…) Y el abuelo se ve que había sido pícaro, la toma como mujer… o sea como amante y les sale una hija morocha…como india, o sea como ella…Luego mi abuelo se casa con una mujer española, bien rubia. Y de ahí venimos todos nosotros.” (Adán, 65 años, Alpa Corral)

De criados, prevenciones y otras noticias

“Y acá hubo, yo no me acuerdo, yo era muy chico…Le decían el Chiriguano, que era indio… Dice que era un hombre alto, huesudo, trabajaba muy bien el barro para hacer esos ranchos. Mi abuelo decía que era un hombre muy bueno, de poco conversar y muy guapo pal´ trabajo. Viera los gritos que pegaba, fuertes que se oía hasta lejos. A lo que ellos decían que era un hombre más o menos de cuarenta años. Después ya no supe si murió acá o ese hombre se fue” (Tomás, 80 años. La Rinconada)

“Cuando había neblina los viejos de antes nos hacían meter dentro de las casas porque decían que venían los indios…(…) Claro, dicen que aprovechaban la neblina para esconderse y así avanzaban… dicen que de esa manera robaban caballos, vacas y había que meterse adentro por las dudas…” (Mercedes, 85 años. Las Astillas.)

“Aquí ha sido la tierra de los indios, aquí y todo por donde estamos nosotros era todo de los indios. Mi abuelo lo conoció a los indios, a mi bisabuela de parte mi abuelo la mataron los indios. (….) Y después cuando ya comenzó a salir las armas, no, ya han renunciao los indios. Dicen que hay pero todos son reducidos, ya son casaos con las argentinas… ya no hay indios malos como había antes. Antes dice que era peligroso, más bien que uno haya vivido ese tiempo, ¿pa´ qué?” (Alcira, 96 años. La Rinconada)

“Una tía sabía conversar de un chico que se llamaba Anchaba. Y dice que habían venido los indios y se lo llevaron…. pero dice que no saben cómo se les escapó de allá… de un lugar acá cerca en donde estaban estos indios… Y que el chico agarró un caballo, y subió, y pasó la frontera. Y él le daba y le daba hasta que llegó aquí de vuelta” (Jesús Elena, 83 años. Pozo Nuevo)

“Yo conocí a uno que era indio así, le decían… Lo conocieron siempre por Chunino. Vivió ahí de la casa ´e piedra esa que le digo, ahí lo tenía una gente, lo hacían hacer changuitas así con la carretilla y le daban de comer. Ya viejo lo trajeron acá al pueblo sabía vivir aquí. Pero él no hablaba mucho… y andaba caminando… si quería ir más rápido hacía como un galopito así…” (Alfredo, 69 Años. San Francisco del Chañar.)

“En la estancia La Elisa… esa casona es una barbaridad…todavía está. Bueno, yo la he conocido y arriba en el techo, tiene un resguardo (tapia con orificios para meter la escopeta) contra los indios que venían de la Mar Chiquita” (Runa, 80 años. La Para)

“Allá arriba en las sierras grandes mi hermano conoció en persona a los indios. Una tarde en la boca del río el sintió como unos que silbaban y que dice “deben ser los turistas” Pero esta gente se le empezó a aproximar y se fija que traían como una cosa larga en la mano...dice que era una caña como si fuese una lanza… Era una pareja…los dos vestían como una chiripita y llevaban como una mochilita. Mi hermano no le entendía nada de lo que decían, solo con señas se pudieron entender…y que le pedían comida así con la mano. ¡No llevaban nada para comer! Y dice que con señas les pidió que lo acompañaran… pero se quedaron lejos de las casas. Y mi mamá les preparó una bolsita con varias cosas, azúcar, pan, carne… Y se fueron, bajaron por la cuesta de la cuchilla (antiguo paso) hacia el poniente. (Martina, 84 años. Villa General Belgrano.)

Orgullo por la sangre y otras historias

“A mi papá le contaron que cuando su madre estaba embarazada de él, muy pesada ya, que se había ido tempranito a buscar tierra a la falda de esa sierrita, porque trabajaba de las ollas, eso… cántaros, porque ellos han sido de cruza de indios. Y dice que no volvía… estaba un día así como lluvioso, que recién cerca de las doce dice que venía, y que traía una cosa en los brazos, parece que se ha sacado una blusa que tenía ella para envolver a la criatura. Así que mi papá nació ahí en el campo, en El Saltito, claro, dice que le agarró ahí el parto y solita.” (Celmina, 78 años, La Mojarra)

“Me sabia contar mi mamá que ella venía de familia de indios…Y yo sabía tener una tía acá que era india también, María se llamaba… porque la zona que más habitaban los indios dice que era Pichanas… Usted habla de cualquiera persona de Pichanas le dicen; Los indios de Pichanas. Ha quedado ese apodo de los indios de Pichanas” (Martina, 90 años. Tuclame)”

“Yo no sé bien como era la historia, pero uno de mis tíos fue criado cerca de los indios allá en las sierras de Córdoba. De ahí nace mi apodo Runa, todo el mundo me conoce así. Mi abuela me puso el apodo porque dice que yo tenía muy parecido a los indios Runa…” (Runa, 80 años. La Para)

Mi abuela era india. India pura ¿eh? Y para fortalecer el cuerpo, ella tomaba la sangre cuando se degollaba un animal. Nosotros la retábamos, pero ella agarraba el jarrito para el almuerzo y decía “si viera lo bueno que es esto” Benita se llamaba, habrá fallecido hace más de treinta años. ¡Pero cómo trabajaba esa mujer! Ella del algarrobo hacía un vino también para beber… y viera cómo bajaba la sierra con un atado de leña en la cabeza…¡Esa viejita sí que era guapa! (Clara y Luis, 67 y 63 años, Achiras)

…por el lado de las salinas venían gente a vender los Almud de sal, les decían los indios de Quilino. Venían con los carros de fierro, cargados con sal. (…) Muy pobres parecían porque venían con la familia, la señora y los chicos arriba, y las camitas, y pedía permiso la gente para largar las mulas en el campito y quedaban ahí… (Ángel María, 94 años. Los Cerrillos)

“Y sabía haber gente que decían que tenían cruza de indio, pero gente reducida, gente buena, tratable. No, no se ha visto nunca una gente mala, una persona criminal que iba a hacer tal cosa, no” (Sergia, 71 años, La Rinconada)

“Dicen que los indios tienen más cabeza buena para hacerse los remedios que nosotros los criollos. Por eso m´ijo el indio que llega a estudiar es el mejor doctor, tenga en cuenta ¿no? …porque ellos ya nacen con ese asunto.” (Audino, 85 años. La Rinconada)

Por Pablo Rosalía Fuentes: Asociación Civil y Cultural Relatos del Viento www.relatosdelviento.org

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Para que el hijo siempre vuelva , 13 de noviembre 2015

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