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En el Centro Cultural La Abadía se presentan piezas excepcionales de nuestro arte originario

Desde el 16 de julio pasado se exhibe en el Centro de Arte y Estudios Latinoamericanos La Abadía la muestra “Las formas de lo sagrado. Arte precolombino del Noroeste Argentino”, una exposición que presenta una cuidada selección de piezas arqueológicas de nuestras antiguas culturas andinas. Al carácter francamente excepcional de la mayoría de los objetos exhibidos, se suma una puesta muy atractiva y poco convencional, que no sólo resalta las cualidades estéticas de las piezas, sino su carga simbólica,a través de efectos sensibles que recrean una atemporal atmósfera de sacralidad.

En el marco de las celebraciones del Bicentenario de la Independencia Nacional se han reunido algunas de las piezas más sobresalientes de la colección de arte precolombino de la Cancillería Argentina, acompañadas por otras del Museo de La Plata.En total son 66 piezas arqueológicas -de cerámica, piedra y metal- entre las que se destacan verdaderas “obras de arte” de nuestro Noroeste prehispánico, como los famosos “suplicantes” de piedra de la cultura Alamito, esculturas de gran abstracción y complejidad, tanto por su forma de realización -a través de un notable uso del vacío y el volumen- como por su simbolismo, que remite a las ideas sobre la muerte y la transformación en piedra de las almas de los ancestros. Pero también es una imperdible oportunidad para apreciar en detalle las menos conocidas “placas de bronce” de la cultura La Aguada, obras de refinada técnica, cuya iconografía remite a la concepción del cosmos y al simbolismo del jaguar dentro de la cosmovisión originaria.

Las grandes reproducciones de imágenes de arte rupestre, como las serpientes que nos guían a lo largo de la escalera o el personaje chamánico enmascarado de la cueva de La Tunita, que nos recibe en el primer piso, le otorgan también un impactante efecto gráfico. A su vez, en cada uno de los espacios se proponen diferentes experiencias sensitivas, a través de la iluminación, el uso del color, la ambientación sonora, las fotografías o imágenes en movimiento.

“Planteamos esta reconstrucción –explica su curadora María Alba Bovisio, especialista en arte amerindio prehispánico- con el gran desafío de salir de los cánones tradicional desde las muestras de arte precolombino, y de corrernos del falso dilema “obra de arte” vs “pieza arqueológica”, incorporando un lenguaje expositivo contemporáneo y que a la vez da cuenta de los usos y funciones prácticos y simbólicos de los objetos exhibidos.” El criterio que guió la selección de las piezas fue su vinculación con el culto a las wakas o entidades sagradas, y a los ancestros entre las culturas agro-alfareras que habitaron el Noroeste Argentino entre los siglos V a.C. y XI d.C. “En este sentido –dice Bovisio- pueden entenderse como “formas de lo sagrado”.

Animales sagrados, chamanes y el Universo

La muestra se desarrolla a lo largo de cuatro salas consecutivas a las que se ingresa atravesando la austera galería de los antiguos claustros de la Abadia. La primera reúne “objetos de prestigio”, aquellos que no solo evocan la sacralidad, sino la autoridad temporal de sus portadores. “Wakas y ancestros se integran en un complejo sagrado que remite a un “tiempo- espacio” (pacha) originario al que se remonta la historia de cada grupo de parentesco. Los “curacas-chamanes” ejercen su autoridad –a partir de la que se ordena la vida económica, social y religiosa de la comunidad–como sus representantes.” explica Bovisio. Merece una mención especial un pequeño tortero de madera (pieza circular que actuaba de contrapeso en el huso para hilar) que ostenta las figuritas enfrentadas de dos jaguares con rostro humano tallados en perfecta oposición simétrica, remitiendo al profundo sentido de la dualidad en la cosmovisión andina, entrelazada en un objeto de singular funcionalidad.

La segunda sala está dedicada al culto de los ancestros y al concepto de”doble” o alter ego, expresados en esculturas y tallas de piedra, proceso que los especialistas han denominado “litomorfosis” (transformación en piedra). El guión de la muestra explica que en el mundo andino los ancestros pueden adquirir diversas encarnaciones. Las esculturas antropomorfas, máscaras y morteros pueden identificarse con los wawques, figuras antropomorfas que acompañaban al fardo funerario, mientrasque los menhires pueden haber sido wankas, piedras emplazadas al aire libre que marcaban el territorio del grupo. Ambos tipos de piezas serían el “doble” del ancestro, en una relación de continuidad e identidad y no de sustitución. Las crónicas coloniales dan cuenta de la “igualdad de trato y vestimenta” quelas poblaciones andinas daban tanto a cuerpos artificiales como a cuerpos naturales;se trataría, entonces, de dos tipos de corporalidad del ancestro, cuya existencia no es única, sino múltiple; presencias vivientes que refuerzan la organización social, política y religiosa. En las piezas exhibidas se puede observar que los rostros responden a la misma tipología: bocas y ojos redondos y nariz y cejas continuas generalmente en forma de T. Tipología iconográfica que se podría identificar con el “rostro del ancestro” no como individualidad, sino como concepto: espacio-tiempo donde nace y renace la vida.

La tercera sala se ocupa del proceso de transformación o transmutación entre el chamán y sus animales de poder, un aspecto central de la cosmovisión originaria que se expresa en el arte a través del notable recurso simbólico de la representación de lo híbrido, fundamentalmente las formas que integran lo humano y lo animal, o diversas especies animales entre sí. En la cosmovisión andina cada plano del mundo se asocia con sus animales emblemáticos: los mundos celestes, llamados Hannan Pacha, con las grandes aves (cóndor, águila, guacamayos), el Kay Pacha o mundo del medio con los felinos, principalmente jaguares, pumas y panteras; y los mundos interiores subterráneos o Ukhu Pacha, con las serpientes, los yacarés y los saurios en general. Estos animales se habrían identificadocon el poder sagrado de las wakas por sus atributos y capacidades suprahumanas:ver en la oscuridad, volverse invisibles al mimetizarse con el medio,poseer fuerza y agilidad extremas, contar con armas en su anatomía (garras, colmillos,veneno). Estos poderes podían ser transferidos a los chamanes (y/o curacas) a través de los rituales de trance o transformación que podían ser inducidos a través del uso de plantas sagradas psicoactivas, bailes y cantos. Los humanos podían entrar en contacto e incluso encarnar a las wakas y ancestros a través de los rituales de transformación. El arte expresa la capacidad del chamán de mutar su condición humana y asumir una no humana (ancestro/waka) diversa y multiforme a través de diversos recursos. Los cuerpos manchados de los antropomorfos o antropozoomorfos, al igual que los tocados en cresta o los felínicos, quizás hacen referencia a pieles de jaguares,colas de caimanes y cabezas de pumas que vestían los chamanes, y las disposiciones corporales de los antropomorfos aluden tal vez, a los movimientos del cuerpo en el ritual de transformación.

Por último, la cuarta sala nos remite a uno de los temas centrales de la cosmovisión andina: el sentido sagrado de la cabeza como lugar de concentración del poder y de regeneración de la energía vital, que ha dado lugar en muchos pueblos indígenas de América al culto a la “cabeza trofeo”, relacionado con la decapitación ritual, con el sentido del sacrificio y la apropiación simbólica de la fuerza o potencia del enemigo o ser sacrificado. El arte precolombino abunda en piezas modeladas con forma de cabezas cercenadas, o decoradas con imágenes que combinan cabezas separadas del cuerpo humano y dispuestas según pautas específicas, como se aprecian en las hachas, las campanas y discos de la cultura Santa María. Otra pieza única remata el recorrido de la muestra: es justamente una pequeña escultura lítica de la cultura La Aguada, que según Alberto Rex González, debió formar parte de un vaso ceremonial, y representa la figura del “sacrificador”, con un prominente tocado en su cabeza, un cetro y una cabeza en sus manos, el personaje se encuentra en posición sentada o acuclillada –posición de trance o pasaje- y presenta un hueco en el pecho que pudo llevar originalmente un disco metálico cóncavo o una piedra brillante a manera de espejo. Una pieza sin duda excepcional que nos conmueve no sólo por el tema que representa, sino por su fuerza expresiva, que logra desafiar la barrera del tiempo y las culturas.

Con este exposición, la segunda desde que se inauguró el Centro de arte La Abadía, se cumple también uno de sus objetivos inspiradores, que según lo expresara su directora, la artista plástica e investigadora Teresa Pereda, es “promover un diálogo innovador, brindando una experiencia integradora entre el pasado y el presente.”

Más información:
La muestra permanecerá abierta al público hasta el 30 de octubre próximo. El horario de visitas será de martes a domingos de 12a 20 hs.La entrada tiene un valor de $ 50 y los días miércoles es libre y gratuita. Para jubilados, el ingreso es de $ 30, mientras que los estudiante stienen un beneficio de dos entradas al precio de una. La entrada es gratis para las personas con movilidad reducida.

El equipo curatorial de la exposición lleva adelante visitas guiadas los sábados y domingos a las 16 hs. Paralelamente al desarrollo de la exposición, el Centro de Estudios de La Abadía ofrece una serie de actividades y cursos centrados en la cultura de los pueblos del Noroeste Argentino. Para mayor información e inscripciones, los interesados pueden ingresar a www.laabadia.org

Por Ana María Llamazares
Fecha: 29/08/2016

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