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Trump acaba de firmar el memorándum para la reactivación de dos oleoductos cuya construcción, que afecta a territorios indígenas lakota, fue detenida por el anterior mandatario Barak Obama

La profecía de los sioux lakota que dice que algún dia surgirá de la tierra una feroz Serpiente Negra y traerá consigo sufrimiento y destrucción, parece estar haciéndose realidad: el recientemente electo presidente de los Estados Unidos, el republicano Donald Trump¸ acaba de firmar el memorándum para la reactivación de dos oleoductos cuya construcción, que afecta territorios indígenas y que, tras sucesivas convocatorias y un multitudinario acampe de manifestantes sin precedentes, fue detenida por el anterior mandatario, el demócrata Barack Obama.

Proteger a nuestra Madre Tierra

En 2015, los sioux de la legendaria reserva de Rosebud en el centro norte del país, acamparon en el lugar de la construcción del oleoducto Keystone XL, de la empresa canadiense Trans Canada, en protesta por el recorrido del mismo a través de sus territorios.

Esta megaobra se extiende por 1900 km desde Alberta, Canadá hasta Nebraska, en Estados Unidos, donde se conecta con la amplísima red de oleoductos construidos en Norteamérica, para llevar el contaminante crudo de arenas de petróleo hasta las refinerías de Texas.

Fueron acompañados por grupos de los pueblos omaha, dené, ho-chunk y creek y activistas del Concejo para la Defensa de los Recursos Naturales (Natural Resource Defense Council) y la Agencia para la Protección del Ambiente (Environmental Protection Agency).

En ese momento, el entonces presidente Obama desautorizó la obra en una poco habitual interferencia del gobierno federal en los proyectos privados. En la oportunidad, A. Gay Kingman, director de la Asociación de Jefes Tribales de las Grandes Llanuras, advirtió que “debemos mantener las coaliciones unidas porque hay más oleoductos propuestos y debemos proteger nuestra Madre Tierra para las futuras generaciones”

Fue ésta una madura advertencia basada en la experiencia vivida por los propios indígenas a lo largo de su historia de contacto con el hombre blanco: sólo con las grandes convocatorias, como las realizadas en el pasado por Pontiac, Tecumseh y Toro Sentado, pudieron los pueblos originarios evitar los desplazamientos arbitrarios de sus territorios, especialmente cuando, en el caso de los sioux, su derecho fue garantizado por el correspondiente tratado firmado en Fort Laramie (1868).

Un acampe gigantesco, una resistencia ejemplar

En 2016, la reserva sioux de Standing Rock, ubicada entre Dakota del Sur y Dakota del Norte, se vio envuelta en un conflicto similar con la Energy Transfer Partners, propietaria del oleoducto Dakota Access Pipeline, con el que se intentaba afectar parte de su territorio y cruzar por debajo del lago Oahe y el rio Misuri destruyendo sitios sagrados de la comunidad y poniendo en riesgo las fuentes de agua de las que se surte la población.
Se inició entonces un acampe de características particulares: la gente se reunió a orar al tiempo que se realizaba un extenso operativo de convocatoria y divulgación por las redes sociales.

El efecto de esta estrategia fue impresionante: en pocos días el campamento recibió miles de representantes de los pueblos indígenas norteamericanos, desde México hasta Alaska, a quienes se sumaron activistas ambientales, políticos y figuras del espectáculo. También se unieron vecinos de toda la costa del rio Misuri, ya que cualquier contaminación se puede extender a todo lo largo del cauce. Llegaron de diversas formas. Algunos lo hicieron a caballo, otros navegando en botes y kayaks por el rio y la mayoría en las casas rodantes donde viven en forma permanente y se desplazan por el país.

Lo cierto es que, a diferencia del reclamo por Keystone, en Standing Rock se reunieron adherentes de otras tribus provenientes de lugares no afectados por el trazado del oleoducto y además se produjo una fuerte repercusión internacional de la protesta. De hecho, cuando el juez James Boasberg, a cargo del litigio entre Standing Rock y la Energy Transfer Partners, el 9 de setiembre de 2016 emitió su veredicto a favor de la empresa, el entonces presidente Barack Obama, que se encontraba cerrando su gira por el sudeste asiático, fue sorprendido por una periodista oriental, quien, en rueda de prensa, le preguntó sobre la protesta de los nativos norteamericanos. Obama tuvo que reconocer su ignorancia, pero en cuestión de horas, y gracias a una lejana y bien informada periodista oriental, el gobierno federal tomó cartas en el asunto y, tal como había hecho en el caso del Keystone, detuvo las obras y planteó la posibilidad de reconsiderar el trazado.

A fines de noviembre, con un invierno que en esa zona puede registrar -20C de temperatura, mucha gente seguía acampando en Standing Rock. Fueron conscientes de que se esperaba que el frío los obligara a alejarse y así aflojara la magnitud de la protesta, que hasta ese momento había incluido a 2.000 veteranos del Ejército dispuestos a interponerse pacíficamente, como un escudo humano, en caso de que el campamento fuera atacado por la policía.

Otro motivo de la firmeza de los autodenominados “protectores”, no activistas, fue la cercanía de las elecciones presidenciales, donde el candidato republicano finalmente electo, Donald Trump, reconoció haber tenido entre 500 mil y un millón de dólares invertidos en el oleoducto.

“De ahora en adelante vamos a empezar a hacer oleoductos en Estados Unidos”, proclamó el 24 de enero, luego de firmar el memorandum de reactivación de las obras, echando en saco roto los acuerdos iniciados con el anterior gobierno y pasando por arriba de las consultas y permisos establecidos como necesarios en la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU. Otro detalle fue el nombramiento de Scott Pruitt, un reconocido negador del cambio climático y comprometido con las empresas de combustibles fósiles, a cargo de la Agencia de Protección Ambiental.

Queremos abrir los ojos de América

La reacción indígena fue inmediata y, con excepción de algunas esperables respuestas exaltadas, fue serenamente precisa en boca de David Archambault II, presidente de la reservación de Standing Rock.

En declaraciones recogidas por Native Country Media Network, CNMN, el 25 de enero, el líder sioux manifestaba su sorpresa ante la rapidez de las decisión de Trump, pero refiriéndola a la firma del memorándum, que en realidad es más una recomendación que una “orden ejecutiva” como trascendió en su momento, y se muestra en sintonía con lo que Sally Jewell, ex secretaria de gabinete en el Departamento de Interior de Estados Unidos, desliza entre líneas en el reportaje publicado el 27/01 en la página de CNMN, cuando señala en varias frases sueltas la tendencia y necesidad personal de Trump de sentirse ganador y demostrar su poder de la forma más rimbombante posible, con gestos espectaculares y grandilocuentes.

No deja por eso Archambault de señalar el peso de las leyes federales, como la vigente Acta de Política Ambiental Nacional, NEPA, y los términos del Estudio del Impacto Ambiental, IES, que implementó oportunamente la realización de una consulta pública que finaliza recién el 24 de febrero y otras condiciones que vendrían a limitar a la “Orden Ejecutiva”, cuyas disposiciones, precisa en su texto, se concretarán “dentro de los límites de la ley”.

Reitera Archambault estos conceptos en términos más duros en la carta que dirige el 26 de enero al presidente Trump señalando que “los oleoductos responden más a los deseos de las empresas que a los valores americanos” y que las decisiones están siendo tomadas en la actualidad por gente públicamente vinculada a dichas corporaciones

. A propósito, es válido recordar aquí lo que cualquier lector interesado puede encontrar en distintos sitios especializados de Internet, al consultar sobre los tratados de Fort Laramie de 1868: este documento establece que “si los hombres malos entre los blancos o de otras personas sujetas a la autoridad de Estados Unidos cometen algún error sobre la persona o propiedad de los indios, los Estados Unidos (…) procederán a la vez a hacer que los delincuentes sean arrestados y castigados a acuerdo a las leyes de Estados Unidos y también se reembolsará a la persona lesionada por la pérdida sufrida”

“Tenemos que estar preparados para este tipo de situaciones –explica Archambault- Seguiremos discutiendo la validez de estas disposiciones y continuaremos hablando con todo aquel de la Administración que quiera escucharnos. Trataremos de obtener el apoyo del Congreso, de aquellos que no están mantenidos por la industria. Queremos abrir los ojos de América sobre lo que sucede aquí. Porque si además el gobierno pretende que esto no se sepa, se avecinan tiempos oscuros sobre América”.

Hoy la Serpiente Negra tiene un rostro bien rubio.

Por María Ester Nostro

Fuentes
Native American News
Native Daily Network
Indian Country Media Network
Fecha: 28/1/2017

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