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La historia de vida de un originario del delta del Orinoco, Venezuela, alguien que “quería demasiado la manera de ser warao”

De aquel prestigioso misionero, Basilio Barral, expedicionario adelantado en las fronteras del delta del Orinoco, escuché muchas historias de muerte y persecuciones a los indígenas provocadas por los jotaraos, que en este caso representan a la gente de las tierras secas o altas, para diferenciarlos del warao, que significa gente de embarcación o navegante. El jotarao es el criollo, el que no pertenece al mundo del warao, el que también se conoce porque asalta las rancherías, esclaviza a sus habitantes y los lleva a los trabajos forzados, es el que practica la violencia. Indieros les llamaba Barral para contraponerlos bajo este nombre a los temibles criollos negreros.

Tiempos terribles se han vivido en el delta, de esto hay mucha memoria y todavía se hace referencia a la crueldad de distintas legiones de extranjeros y criollos, sin dejar en el olvido la época más lejana de los musimotuma (los caribes del rostro colorado), que en las leyendas y en las canciones guaraúnas resultan personajes crueles y sanguinarios, símbolo del cazaesclavo, tigres y humanos a la vez, musimo, perseguidor del warao, el enemigo, reinterpretado con los siglos en la imagen de un jotarao de nuevo cuño, que puede ser un criollo cualquiera o un criollo armado por gobiernos oficiales de criollos.

Después de resultar bendecido con las enseñanzas de Basilio Barral, el de la tierra gallega de enormes saudades, puedo ofrecer ahora la voz de un joven warao con quien navegué por varios caños del inmenso delta en 1980. Basilio también es su nombre (quizás inspirado en la bondad de Basilio Barral, el del grito travieso), y usó el hábito y practicó la eucaristía en el sitio de Araguaimujo, donde aprende a escribir y a hablar el español gracias a la existencia de una misión fundada en 1925. Se trata de Basilio Arintero, el alumno de Araguaimujo, al que le sigue pegando la tristeza por los recuerdos del asesinato de quien fuera su progenitor, Domingo Arintero.

Serían jotaraos los responsables del crimen, cuando un día mundial del niño, aquellos hombres juntaron muchos regalos y trajeron también el contrabando de Guyana para emborrachar a la comunidad, provocando en Domingo Arintero la valentía de la denuncia.

Que se trataba de cinco personas involucradas pudo declarar un testigo indígena que debió ver con sus propios ojos al criminal recompensando a cada cómplice con quinientos bolívares, bajo la amenaza de matar a quien se atreviera a proferir palabras de acusación alguna. De nada valió lo que pudo hablar Basilio Arintero en Tucupita con el gobernador y un juez y un prefecto y con la policía y la guardia, en el reclamo de justicia por el asesinato de su padre. Taparon todo para no hallar culpables me dice Basilio, quien asegura que en el fondo de una casa estaba el cadáver de Domingo Arintero, hinchado y lleno de heridas, como lo encontró su madre.

Frente a Nabasanuka lo llevaron a enterrar en la urna fabricada por los propios familiares. Lo enterraron para siempre, lo metieron bajo tierra y no lo sacaron más porque era su deseo, a diferencia de la costumbre tradicional warao, donde puede intervenir el conocimiento mágico del joarotu como árbitro de un ceremonial de la adivinación. Tomo nota de lo que me explica Basilio Arintero:

Los secretos de la mano cerrada y de los huesos partidos

“…Se hace una canoa y allí se deposita el cadáver, puede ser el cedrillo, que aquí se llama cuajo, o la ceiba, que en warao se llama idu, o el palo de mancillo, que es un palo más duro que está en los caños. Se colocan tres palos de base y arriba va la canoa con el difunto. Allí se deja un año completo y al pasar el año hay derecho a destaparla y al sacar los huesos se puede ver de qué murió. Ese cuerpo lleva encima una tapa de temiche en la canoa, lo amarramos con bejuco bien amarrado para que no salga el olor. Tenemos nosotros la costumbre de echar piedras junto al cadáver cuando está colocado en la canoa, al pasar un año se destapa, así sabemos de qué ha muerto, y si ha muerto de joa se encuentran los huesos partidos. Esto no lo comprende todo el mundo, porque hace falta diferenciar entre la joa que es invisible y la bajana que también se llama mojoka.
El bajanarotu es el que tiene los secretos de la mano cerrada y fuma cigarrillos y sopla y cuando sopla, lo que está en la mano cerrada sale como una bala, pueden ser piedras, clavos, vidrios, cabellos, semillas, y hay que mantener fuertemente cerrada la mano y aguantar y soplar con el humo para saber cuál es la puerta hacia dónde va eso que es como una flecha y puede matar. Los bajanarotu son muy fuertes y pueden enfrentarse unos y otros porque tienen mucho poder. Todo esto es muy diferente al trabajo del sabio que usa la maraca para sanar y se llama wisidatu.

Aquí es distinto, son los secretos de la mano cerrada y los huesos partidos, donde puede estar el joarotu que no tiene maraca y canta y trabaja con joa y donde puede estar también el bajanarotu que sopla y traga y puede extraer con el humo del tabaco el objeto del mal, así he ido aprendiendo yo a diferenciarlos y a ellos acudí para conocer las circunstancias del crimen de mi padre Domingo Arintero y las particularidades de su muerte.”

Hablar en warao significa hablar en libertad

“Yo nací en Nabasanuka, en este mismo caño nací yo. Mi padre era de Winikina y mi madre del otro lado de Arawao y estuvieron internados juntos en la misión de Araguaimujo, donde se enamoraron y se casaron. Yo también estuve internado en Araguaimujo hasta los 18 años, donde descubrí cosas malas y cosas buenas y aprendí lo que era el castigo, después me dieron el grado de agricultor calificado, me salí de los caños por un tiempo y volví, entonces llegué al trabajo de maestro no calificado, porque yo era solo un agricultor y un promotor. En la comunidad donde yo trabajo doy clases de warao y de castellano, por ejemplo a los niños que vienen por primera vez tengo que hablarles mucho tiempo en warao para explicarles lo que significa el idioma español y así ellos van entendiendo, y cuando siento que están adelantados, entonces yo les meto el castellano.

Tengo 46 niños inscritos, pero claro, por los problemas de la ropa y de la alimentación la mayoría no viene a la escuela, ellos son de las comunidades de Morichito y Barranquilla, pero la escuela se va a eliminar, eso me lo dijo el supervisor, y se pasará allá donde llaman el Aserradero Guinikina, justamente en Aserradero, donde está la empresa, fue el lugar donde mataron a mi padre… Hay días que yo escojo para hablar warao y hay días que yo escojo para contar cuentos en warao, y no le prohibo a los niños que hablen en warao, porque ellos todavía están libres, y hablar en warao significa hablar en libertad, pero cuando llegan los criollos con sus libros, ellos empiezan a perder esa libertad…”

En la iglesia yo tenía que responder en latín y en español

“Yo aprendí a hablar el español en la misión donde había una capilla, uno rezaba y oía una misa. Rezábamos todos los días. En las mañanas íbamos a las misas y en la tarde venía el rosario, eso era todos los días. Yo me hice monaguillo, ayudaba al cura a vestirse y a rezar. Yo usaba un hábito durante la misa y como aprendí el latín, en la iglesia yo tenía que responder en latín y en español, pero con el tiempo eliminé el latín. Yo me confesaba siempre, pero después decidí unirme con una mujer y no me casé por la iglesia y como no tuve matrimonio por la iglesia quedé aquí y no me pude confesar más.

Cuando uno se iba a confesar tenía que arrepentirse por los errores que nos decía la iglesia que habíamos cometido y éramos perdonados, pero siento que tuve mala suerte con la iglesia porque yo quería demasiado la manera de ser warao, aunque en aquellos tiempos, más atrás entraron unos margariteños por todo el delta, llegaron a las comunidades indígenas y desembarcaron en un caño llamado Arature, cerca de Curiapo esos jotaraos de la isla de Margarita y se mezclaron con los abuelos del papá de mi abuela y se mezclaron con las indias por allá y de allá viene mi abuela y de allá mi mamá y después nací yo.”

Por Benito Irady
Fuente:
https://www.aporrea.org/cultura/a243593.html
Fecha: 26/07/2021

Imagen de Basilio Arintero:
Rafael Salvatore

Glosario:
Caños: Cursos de agua del delta del Orinoco
Joarotu: chamán, “el dueño de la joa”, uno de los tres chamanes del pueblo warao. Los otros son bajamaratu y wisiratu
Joa: canto ceremonial chamánico
Temiche: palmera típica del delta del Orinoco

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