Murió el creador de un comic legendario en el cual la visión sobre el indio dista de la perspectiva estereotipada de ladrón, haragán y salvaje, siendo en cambio un adversario respetado

Carlos “Chingolo” Casalla. Nació en mayo de 1926 en el porteñísimo barrio del Abasto y se crió en La Pampa, en pleno campo. Murió en Bariloche, en los primeros días de abril del 2017. Historietista dueño de un trazo muy personal y significativo, también fue percusionista y fanático del Jazz. En la década del 40 fundó la banda de jazz Bop Club Argentino, pasión que le duró toda la vida.

La creatividad infinita de su arte le permitió crear importantísimos personajes que testimonian la edad de oro de la historieta nacional, entre otros: “Cabo Savino”; “El cosaco”; “Capitán Camacho”; “Álamo Jim”; “Larsen”; “Chaco”; “Ronstandt”; “Finch”; “Largo Nolan” y “Memorias de un porteño viejo”. De todos estos destaca el mítico cabo, dibujado por Casalla durante más de cuarenta años. El personaje relata las vicisitudes de un milico de frontera durante la década de 1860-70.

El popular cabo, tuvo diversos guionistas en su larga existencia, pero siempre el fecundo trazo de Casalla. Savino fue un milico atípico. En la historieta la visión sobre el indio dista de ser la perspectiva estereotipada del aborigen ladrón, haragán y salvaje que cundía en la época. Por el contrario, era un adversario temido y respetado por el cabo y en muchos episodios se observa el respeto de este “gauchisoldado” por los habitantes de los pueblos originarios, que en definitiva eran, los verdaderos dueños de la tierra.

La calidad y veracidad histórica de los episodios era de destacar. Tan así era como que para crear las viñetas, los autores efectuaban trabajo de archivo con documentos originales en el Archivo General de la Nación, ¡como si fueran auténticos historiadores! El propio Casalla, explicó en una entrevista que su libro de cabecera fue el “Martín Fierro” y posteriormente, “El indio del desierto” de Schoo Lastra, “La guerra al malón” del comandante Prado, “Los grandes caciques de la Pampa” y “La Pampa habla” de Luis Franco, entre otros. Toda esta plétora de autores y su saber se condensan en cada uno de los trazos que “Chingolo” supo dibujar del emblemático personaje.

1954 fue el año de aparición del cabo en el diario “La Razón”, que publicaba una tira diaria del personaje, quien comenzó su rica historia con “B” larga, para luego popularizarse en revistas como El Tony o D’artagnan, con “V” corta. En las lides de la historieta nacional fue el iniciador de una saga de personajes milicos o gauchos los que, siguiendo el ejemplo del cabo, llenarían de nombres las páginas de este género en los años sucesivos. Me refiero a personajes como: “El Huinca”; “Fabián Leyes”; “Martín Toro”; Pehuén Curá” o el “Capitán Camacho” entre otros, algunos de ellos ilustrados por el propio Casalla.

Poseedor de un trazo vigoroso y único, trascendió “la gauchesca” y se atrevió con temas como la Alaska de principios de siglo o la Guerra de Crimea. En su última etapa en la editorial Columba publicó “Rodrigo”, un argentino que por circunstancias personales le tocó vivir la Guerra Civil Española (1936- 1939)

Tuve el privilegio de conocerlo en la primavera de 2016. Me invitó a Bariloche donde residía con su mujer Carlota a que presentara mi último libro “La letra del malón”. Conocí entonces al hombre que anidaba detrás de tan prolífica obra y debo decir que descubrí un ser humano de calidad excepcional, cálido, emotivo y con un franco sentido del humor. Me recibió con una sonrisa franca de paisano viejo que asomaba por debajo de una boina de vasco negra. Entrar en su taller y ver enmarcados sus dibujos fue volver a la adolescencia cuando allá en el campo, devoraba con fruición sus emblemáticos personajes. Ejercicio que era también toda una lección de historia y todo un aprendizaje de vida.

Fue declarado Ciudadano Ilustre de Bariloche y Premio Sarmiento por el Honorable Senado de la Nación. Homenajes que saben a poco para toda una vida dedicada al rescate de nuestra historia y de nuestros personajes más vernáculos, “Chingolo” y su arte inolvidable merecen la concreción de un museo que cobije los originales de más de setenta años de trabajo.

Estas sencillas palabras en modo alguno empardan la emocionada despedida que le dedicó con su inigualable pluma quien fuera durante años guionista del mítico “Cabo Savino”, me refiero al también gran creador de personajes, Jorge Claudio Morhaín:

“Te fuiste, bebedor de lejanías, arriero de los sueños, jinete indomable del mejor flete: el que vos mismo te dibujaste. Habrás sabido, últimamente, que sos un puntal de fierro en este género precioso, la historieta, que sos un hito ineludible del arte nacional, que sos pájaro, viento, estrella. Chau, hermano del alma”.

Por eso, amigo lector, cuando en el futuro descubras en el contorno de alguna nube del cielo de la llanura, la silueta de algún buen pingo al galopito nomás, o alguna hirsuta cabeza de indio pampa, o aquel perfil inolvidable del milico fortinero más famoso de la historieta argentina; será que “Chingolo” Casalla andará sencillamente, despuntando el vicio.

Por Facundo Gómez Romero
Fecha: 17/5/2017