Encuentro de una mujer huichol con el espíritu del híkuri
La sabiduría de la medicina indígena en las palabras de una maracame, una chamán del gran pueblo wixarika, con la cual conversamos en la Sierra Madre Occidental de México
En mi llegada a México, fuimos a visitar a nuestros hermanos, los huicholes o wixarika , como ellos prefieren ser llamados. Viven actualmente en el norte de Jalisco, parte de Nayarit, Zacatecas y Durango, arriba de la Sierra que atraviesa estos Estados; viven bastante aislados y conservan costumbres muy antiguas, de las que están muy orgullosos.
Un pueblo de artistas y chamanes
Son una de las etnias que ha logrado permanecer con su identidad desde los tiempos de la conquista española. Se refieren a sí mismos como “wixarika” y “wixaritari” en su forma plural. Las montañas del lugar son habitadas por esta cultura en la cual se crean enigmáticos mundos cuyos protagonistas recurrentes son lunas, soles, árboles, laberintos, espirales, montañas y océanos cósmicos que incansablemente aparecen expresados en el arte, la cosmovisión y las costumbres de este pueblo de artistas, que se ha mantenido indemne a la influencia externa a través de los siglos.
El pueblo wixárika ha sido reconocido por mantener una de las culturas nativas mexicanas más renuentes a las influencias forasteras. A diferencia de otros indígenas, no han permitido que los curas católicos digan la misa en las tres comunidades nucleares de la Sierra Huichol, a excepción del sábado de gloria en la comunidad de San Andrés Cohamiata.
Los visitantes no son muy bienvenidos en su territorio, especialmente si son extranjeros que no tienen algún contacto personal con miembros destacados de la comunidad. Los que llegan con cámaras y otros dispositivos tecnológicos se exponen a verlas confiscadas y en casos de ofensa, pueden ser castigados. A fines de 1998 en la Sierra Madre Huichol, el gobierno mexicano inició un programa de ecoturismo con la comunidad de San Andrés para que recibieran turistas en ciertas partes de dicha comunidad a principios de este siglo, a cambio de la venta de artesanías.
Conversaciones con la maracame
A mi llegada a Jalisco fui en un autobús hasta una ciudad pequeña y luego seguí el viaje en una camioneta integramente ocupada por wixarika. Se terminó el camino y me dejaron en una casa en medio de la montaña, Era muy tarde y no podía seguir caminando sola en la oscuridad. Me presenté entonces allí a una familia compuesta por cuatro personas: en el suelo estaban sentadas dos niñas que tejían collares con chakiras, y junto a ellas su madre que confeccionaba unas polleras típicas de la zona. Me ofrecieron una cama y dormí hasta el otro día; al amaneces me despertaron los gallos, desayunamos y me llevaron a un pueblo a dos horas de caminata, al que solo se llega de esa manera.
Ahí estaban los maracames o chamanes que tanto había querido visitar. Conocí a varios, a los que les costaba darme una entrevista, pero logré finalmente conversar con dos hombres y una mujer. Acá comparto la charla con una maracame de gran espíritu, doña Celia Wixarika Wimlam.
-¿Como es la vida en su comunidad como mujer?
-Nosotros sembramos en junio para comer y tener para todo el año, este trabajo en la tierra
dura seis meses, porque es época de lluvia y nos dedicamos a la siembra. Trabajamos la
tierra sin químicos, ni nada de venenos, todo está hecho a mano, de eso comemos, de eso
vivimos. Aquí la mayoría sembramos frijoles y calabazas, con eso vivimos. Desde niños
trabajamos y ayudamos a nuestros mayores.
Para la siembra hacemos un ritual a la Madre Tierra le pedimos permiso, que nos envíe la lluvia, nos envíe el viento y el sol, el Consejo de Ancianos hace una ceremonia para que nos vaya bien, y llegue más lluvia , se pide permiso a las cuatro direcciones. Los maracames sacrificamos borregos o toros y lo que pida la naturaleza, lo vamos bendiciendo junto con el Consejo de Ancianos.
La milpa (el campo sembrado) o el maíz es como una niña. Tenemos que cuidarlo hasta que crezca, va creciendo, va a hablar cuando ya tenga su mazorca, ella tiene espíritu, es como un ser humano, si no lo cuidamos y nos portamos mal, nos irá mal, es parte de la tradición nuestra, así nos enseñaron los abuelos.
Los huicholes hacemos una cacería, la del venado a fines de agosto y celebramos una fiesta importante, we’e, a mediados de septiembre, ofreciendo sangre de toro a Nuestras Madres de la Lluvia, que vuelven a ser agradecidas en octubre cuando se hace el Baile de Nuestra Madre, Tatéi Neixa.
Terminada la cosecha, se inicia un nuevo ciclo de peregrinaciones anuales a varios ojos de agua y cuevas dentro del territorio huichol y en un espacio mucho más amplio hacia los cuatro puntos cardinales. Las peregrinaciones son acompañadas y seguidas por fiestas de reuniones y cacerías, así como actividades familiares o comunales.
-¿Realizan ceremonias de la mujer?
-Hacemos ceremonia de la mujer cuando cosechamos, desde la cosecha del maíz vamos
activando la energía de la producción como mujer. Hacemos grupos de mujeres y de
hombres, lo masculino y femenino, ahí activamos las dos energías para que no se pierda la
tradición. Hoy muchos jóvenes se van a la ciudad a estudiar y para que ellos no se olviden
hacemos las ceremonias, para que sigamos contactando con la energías emocionales, es
importante activar esa energía, sobre todo la energía de la mujer, porque siempre va a
sobrevivir y va a poder ser trasmitida como madre.
-¿Como activan la energía de la mujer?
-Hacemos un altar y ponemos maíz, pedimos al Abuelo Fuego, ponemos tés y colaciones,
tejuino (chicha), azúcar y muñequitos antiguos, ponemos todas las ofrendas, hacemos el
canto sagrado junto con el Consejo de Ancianos. La ceremonia la hacemos cuando las
energías están bajas o cuando uno no se conecta, el cuerpo te avisa, él es sabio, a veces
hacemos ceremonia en luna llena.
De la mano del peyote o hikuri
-¿Como se inicia una mujer maracame o chaman?
-Yo aprendí con mi abuela Rosita López, me enseñaron cuando yo era chiquita a los siete
años, yo no tenía papá ni mamá, me crié con mi abuelita. Mis abuelos eran muy
tradicionales y me enseñaban. Ellos iban a Real de Catorce en Wirikuta, ahí me decía mi
abuelita que se aprendía con los maracames. Mi abuela me decía: “si algún día quieres
aprender algo, tienes que caminar, yo voy a ser tu guía”. Y me agregaba: “cuando yo me
vaya a Wirikuta siempre te voy a recordar y a traer peyote”. Yo era chiquita y a mí me
gustaba eso. A mí me interesa nuestra tradición, le decía a mi abuela, que me gustaba, ella
se iba a Wirikuta y siempre me traía hikuri. Cuando se iba me daba tarea, yo debía dibujar
un morralito de colores y bordarlo hasta que ella regresara.
En mis sueños me llegaba la información, me decían como voy hacer el morralito, con flores, rayitas de colores y eso le daba a mi abuelita, yo hacía ofrenda para el altar, se lo daba a mi abuelita para entregarlo allá en Real de Catorce. Ella cuando volvía del peregrinaje, pedía permiso, y yo comía el peyote hikuri, ahí veía las flores, el venado, las águilas, sentía que se abría mi camino de repente, por eso me gustaba comer el hikuri, ella me traía como cinco chiquitos. Y ahí tenía más fuerza y sentía que era mi camino
Y cuando crecí, ya el hikuri me daba mensajes más grandes y ahí comía más. A los ocho años ya me llegaba más información: como era mi camino, de donde era, de donde salí yo, así aprendí cuando era niña. Mi abuela me decía “elije tu camino y vas a aprender, solo vas a rodar cinco años de ida y cinco años de regreso”, ella me decía “no vas a tener esposo, no vas a tener relaciones por diez años. Porque él te corta la energía”.
Hice caso a mi abuelita y así aprendí, así fui aprendiendo durante muchos años y a los veinte años me fui a Real de Catorce, a Wirikuta, a caminar, a aprender más, hacer ceremonia con todos los hermanos mayores.
Mi abuela murió, yo sufrí mucho porque ella era mi única familia. Era mi mensaje para vivir y cuidar mi familia. Después de la muerte de mi abuela ella estaba para la enseñanza, siempre se presentaba en sueños y en mensajes, me decía: “tú vas hacer un altar familiar, vas a tener mucha familia en tu vida, ese ya es tu camino”.
Así aprendí con sus mensajes, y cuando uno ya es maracame te llegan más mensajes y señales, ellas te vienen y ahí debes tomar energía de las Cuatro Direcciones, así manejamos las cuatro energías. Al igual que el Abuelo Fuego debes hablarle y pedirle permiso para que te active y tener mucha fuerza.
Todo te llega con mensajes: como curar las enfermedades físicas emocionales, cómo debes sobrevivir, si uno se va a sanar o no, la planta te avisa todo, así te avisan las plantas y los abuelos. Nosotros ayunamos cinco días, sin tomar agua ni sal para recibir mejor los mensajes. Esa es una limpieza emocional que la hacemos caminando a Wirikuta, así es la forma de limpiarse a uno mismo en el camino.
Es importante que cuando uno aprende algo debe practicarlo para ayudar a la gente a sanar, porque te llegan energías y hay que trabajar con ellas y ayudar a la gente, de lo contrario te enfermas. Somos pocos a los que nos interesa sanar, no a todos les interesa, no se animan, es que es mucho trabajo ser maracame. No tenemos que olvidar la tradición, tenemos que seguirla, porque si no lo hacemos podemos perder la costumbre y las formas de sanar.
-¿Cuáles son las enfermedades?
-Las enfermedades de la mujer son emocionales, las enfermedades de parejas , las mentiras
los engaños, traen enfermedades. A mis pacientes les digo: “de que estás triste”, y ellos me
cuentan y la gente no se da cuenta que la energía se desgasta mucho y cuando ellos no
quieren contar sus problemas se enferman. La gente en la sierra es tímida. A veces la gente
se separa y sufre mucho, porque alguien no lo quiere, ese sufrimiento emocional recae en el
cuerpo y los niños también se enferman en las separaciones o abandonos, son enfermedades
del espíritu. Uno debe hacer una lucha con uno mismo, elegir el camino, buscar la raíz,
como el árbol se seca así también nosotros nos enfermamos y nos secamos. Tenemos que
cuidarnos como una planta.
Por Amalia Noemí Vargas
Pukio Soqoy
Fecha: 3/9/2017
Glosario:
Hikuri: es la conversión del espíritu de Tamautz Kauyumari (Nuestro Hermano Mayor
Venadito del Sol) en la cactácea Lophophora williamsii, convirtiéndose así en Tatei Hikuri
o Nuestra Madre Hikuri , el peyote -en español- por la derivación del náhuatl peyotl.
Dadas sus propiedades psicoactivas, el hikuri es usado por los indígenas como un recurso
ceremonial y medicinal para la comunicación entre los distintos planos de la realidad y la
curación. Este cactus es recolectado por los wixarika cada año en la peregrinación a
Wirikuta, en el desierto de San Luis Potosí, México.
Wirikuta: es uno de los territorios más sagrados de la cosmovisión wixarika porque es allí
adonde aconteció la Creación del Mundo.
Wixárika (la gente) Autodenominación de los huicholes en su lengua, que pertenece a la
familia uto-azteca
- Fuente
- Escrito por Amalia Noemí Vargas
- Categoría: El don de la palabra