Hoy la dirigencia indígena está más preocupada por ser parte de la política partidista y ser fieles a ideologías foráneas antes que a nuestro pensamiento, a nuestra cultura y nuestra cosmovisión

Estos últimos tiempos han sido muy malos para el movimiento indígena, algo que es sorprendente ya que poseemos en la Argentina uno de los marcos legales más importantes y avanzados del mundo.

Podría decirse que hemos retrocedido en la lucha de nuestros derechos que si bien están escritos no hemos logrado plasmarlos. Por el contrario, en casos puntuales hemos dado la posibilidad de que se limiten los mismos gracias a acciones impetuosas, poco pensadas, unilaterales, que terminaron siendo funcionales a los intereses que hoy por hoy compiten con los intereses de los pueblos indígenas.

La realidad nos marca que hay un conflicto geopolítico similar al que se produjo cuando el Estado argentino realizó la conquista del Chaco y la del “Desierto”. En aquel entonces los pueblos indígenas fueron empujados a tierras sin valor por una clase dirigente ligada por un lado a la explotación agrícola- ganadera y por el otro a las potencias extranjeras protagonistas de la segunda Revolución Industrial.

Hoy en día como en aquel entonces nuevos intereses económicos entran en conflicto con los pueblos indígenas y con la población rural argentina; tanto indígenas como criollos hoy ven amenazados sus territorios por empresas sojeras, petroleras, mineras, madereras, etc. y poderosos terratenientes deseosos de tomar grandes extensiones del territorio argentino aprovechándose de las facilidades y la corrupción de los funcionarios municipales, provinciales y nacionales.

Este es el escenario real del conflicto con los pueblos indígenas. Esta situación no es nueva. Si hacemos una mirada retrospectiva podremos ver que el conflicto por la tierra estuvo siempre desde la consolidación del Estado argentino. Tampoco es novedad la muerte de hermanos indígenas a raíz de estos conflictos, en este siglo ya llevamos casi veinte casos al menos en todo el país con muertos en Formosa, Jujuy, Tucumán, Chaco, Rio Negro y Chubut.

Con todos estos antecedentes lo que queremos demostrar es que los funcionarios de turno en general siempre se han comportado de la misma manera por lo cual no podemos sorprendernos ni esperar un escenario distinto al que tenemos. Muchos de estos funcionarios responden directamente a los compromisos que tienen con diversas multinacionales, que son las que pagan sus campañas y les dan la vida lujosa que tienen.

Del lado de enfrente hay una dirigencia indígena que debería dar una respuesta a esta situación que hace tiempo se da en la población indígena tanto rural como urbana. Es sorprendente que pasan los años y seguimos teniendo los mismos niveles de pobreza, tuberculosis, chagas, y un sinnúmero de enfermedades cuya base es la desnutrición de nuestros niños. Esta dirigencia no reacciona adecuadamente ante el avance de nuevos problemas de salud: diabetes, alcoholismo, drogadicción, generan una situación de indefensión y sometimiento del mundo indígena ante el poder de turno.

Lejos quedaron aquellos dirigentes que a pesar de sus defectos lograron reformar la Constitución, posibilitar una Ley como la 23.302, la firma del Convenio 169 y muchos instrumentos legales en diversas areas del gobierno que nos permitieron avanzar en la conquista de nuevos derechos.

Hoy la dirigencia está más preocupada por ser parte de la política partidista y ser fieles a ideologías foráneas antes que a nuestro pensamiento, a nuestra cultura y nuestra cosmovisión. Sin darse cuenta que de esta manera se han vuelto funcionales a los intereses que dicen combatir.

Me gustaría pensar que estos dirigentes van a aprender de todo lo que nos pasa y que con el tiempo estarán a la altura de la lucha que los pueblos indígenas llevan adelante. También sería importante que entiendan que no somos un movimiento social que lucha por la igualdad sino que somos pueblos preexistentes con derecho a ser diversos, distintos, dentro del marco de su propia cultura, cosmovisión y espiritualidad.

No me gustaría pensar que tanto para indígenas y no indígenas la miseria de nuestra gente sea un medio para sostener sus organizaciones, sus intereses y sus luchas. La miseria es un fin y debemos terminarla. Solo así nuestra gente comenzará a ser definitivamente libre.

Por Luis Eduardo Pincén
Fecha: 1/1/2018