Siguiendo el rastro y las anécdotas de mi abuela que recuerda algún lejano relato de su padre, como aquel que los padres de sus padres tenían un pasado en Saladillo, me volqué a seguir esa huella

“Yo no permitiré que se pueblen Río Quinto ni Santa Catalina
porque allí se han hecho tierra
los huesos de mis antepasados”
(Cacique Galván, 1852)

Por Agustín Vega

Hace más de una década que comencé un viaje de investigación sobre mis raíces. A los 26 años conocí a mi abuela en Daireaux, cerca de Sierra de la Ventana, antes el lugar lo llamaban Huinca loo, “médanos del blanco”, “médanos del cristiano”. Allí se siguen encontrando restos de los antiguos pobladores: moharras, morteros, y bolas de piedra; o caparazones de peludos y mulitas, huesos de ñandú.

Esas tierras fueron escenario de muchas luchas y malones entre nativos y el ejército argentino, de esto es de lo que mi abuela más recuerda…No pude descifrar a que tribu mis ascendientes pertenecieron, quizás ni siquiera a una en particular, al ser desplazadas las comunidades, al ser desmembradas las familias en las campañas militares aquellas se fueron uniendo a otras vecinas por antiguas amistades o por conveniencia.

Siguiendo el rastro y las anécdotas de mi abuela que recuerda como algún lejano relato de su padre, como aquel que los padres de sus padres tenían un pasado en Saladillo me volqué a seguir esa huella…quizás, y es probable tenga un vínculo con los querandíes.

El historiador de los querandíes

Corrí a las bibliotecas, me introduje al estudio de los habitantes de las pampas y en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires encontré un libro que me absorbió “Querandíes…aborígenes de nuestra región, 1536 1583” de Pedro A. Rubén Campomar Rotger. Busqué entrevistarme con el, nos citamos en un café cerca de la estación Monte Grande, donde reside desde su infancia y charlamos de los nativos y de la vida. El historiador tiene 93 años y está muy bien, muy lúcido, saludó a la mitad de los vecinos que pasaban y tenía mucha claridad en los recuerdos, fue un honor.

El me contactó con Valentín, un descendiente de los querandíes (en realidad con las mismas certezas de su procedencia como las mías), con quien estoy teniendo entrevistas telefónicas por el momento, además de pasarme material escrito y copias de documentación.

Fruto de esta investigación pude recopilar la siguiente información sobre el pueblo querandí: era una gran familia de nativos de la pampa bonaerense, descendientes o pertenecientes a los tehuelches del norte, ya que los aoineken quedaron en la zona sur de la Patagonia; hace miles de años una parte de ellos, guanaquendo y buscando mejor clima llegaron a la llanura bonaerense, el sur de Santa fe y el sur de Córdoba.

El pueblo originario de las pampas

Estas llanuras se fueron poblando entre 12.300 y los 8.000 AC. Por entonces la geografía y el clima eran muy distintos, eran condiciones más frías y áridas, donde el nivel del mar estaba 60 metros más bajo que el actual… era una planicie costera donde pastaban muchos animales. Su nombre fue dado por sus vecinos y amigos los guaraníes: querandíes, “gentes con grasa”, que se debe a dos motivos posibles, a su gran consumo de carne animal y grasosa, o que también solían untarse cebo para soportar los fríos o también para repeler insectos.

Eran grandes conocedores de la naturaleza y sus ciclos, vivían en armonía con el entorno, con una profunda cosmovisión. Eran nómades o semi nómades, grandes caminantes, altos, de gran estatura, morenos, muy ágiles y veloces, Vivian los días en una supervivencia diaria o temporal, cazaban como base de su vida, pescaban, recolectaban hierbas y frutos. Plantaban sus campamentos, tolderías en inmediaciones de arroyos ríos y lagunas (sobre todo en los inviernos), en el verano salían campo adentro tras los animales.

Sus toldos, que eran transportados por las mujeres, eran de cueros de guanaco cosidos entre sí por tendones. Los restos materiales de sus andanzas se encuentran hasta hoy día en las veras de las lagunas; Cañada de Rocha, La Matanza, Pilar, Pergamino, Chascomús, Ensenada, Tigre, cuenca de rio Luján, orillas del Riachuelo desde la Boca hasta la Matanza….. Allí era donde esperaban que los animales vayan a tomar agua y así emboscarlos.

Eran pacíficos, con buena relación con tribus vecinas, hay muchas anécdotas de trueque con charrúas, chaná mbegua del delta del Paraná, guaraníes y comechingones. Eran familiares directos de los habitantes de la actual zona de Mar del Plata, Balcarce, Sierras de Tandilia (donde se encontraron los vestigios más antiguos de la zona), Sierra de la Ventana, con quienes intercambian sobre todo elementos de piedras, además de verduras y cereales.

Se movían en grupos de familias extendidas, que iban de 200 personas y podían llegar a ser unos 3 mil y quizás más. Respondían a un líder, un cacique que dirigía la comunidad y los caminos a seguir. Se calcula que eran unos 25 mil desde el sur de Santa fe hasta el Río Salado. Comían todo tipo de bicho, mulita, nutrias, ciervos, guanaco, ñandúes, cuis, vizcacha, y mucho pescado, con el que hacían harina.

Eran buenos alfareros, pero solo la realizaban con fines de utilidad alimenticia, hacer paredes sobre las mismas redes con las que pescaban y para vasijas que utilizaban como urnas funerarias. Hay hallazgos de cerámica roja y blanca en la zona del arroyo Sarandí, en el Tigre. Con decoraciones simples en color rojo.

Tomaban sangre tibia de los animales para adquirir sus fortalezas. Tenían su propio idioma diferente del tehuelche y del guaraní, con una posible gran familiaridad con el de los mapuches. Algunas fuentes mencionan el listado de unas 90 palabras, palabras-concepto, algunos ejemplos: afia:arco; codi: traidor; perakat: pato; trofoni: faisán; pakahocat: una isla de la región; spen: líder o cacique ; codi codi guahiph gomalat: traidor es necesario matarlo; agassaganup ozoba: la luna los hará arrepentir.

La caza de animales se realizaba con boleadoras, arco y flecha y lanzas, se usaban las tripas del ñandú (sobre todo) para usar como tientos o cuerdas. El modelo de la punta de la flecha se conoce hoy como cola de pez y eran de piedra.

Curioso es como aprovechaban la plaga de langostas… provocando el incendio de pastizales, quemaban al vuelo las langostas, las recolectaban azadas, las limpiaban y hacían una pasta que terminaban comiéndola.

La luna era la deidad más importantes a la que adoraban las familias de las pampas, pero además en todo momento actuaban en sus vidas dos dioses opuestos: Soychu: el Espíritu grande y Gualichu: una deidad maligna, que era como una entidad indefinida, invisible, que asustaba, molestaba y era el autor oculto de todas las desgracias que sucedían. Gualicho es, hoy día una palabra que con variaciones, persiste en nuestro vocabulario e imaginario como algo no-positivo, aunque existen nuevas interpretaciones, incluso entre grupos günün a küna actuales que le otorgan un carácter más trascendente y benéfico.

Tenían gran respeto por la vida después de la muerte, los difuntos tenían entierros primarios y secundarios y quizás más, sepultaban al muerto sin sus cabellos y al año se juntaban otra vez, desenterraban al cadáver, quitaban restos de carne, y secaban los huesos al sol. Luego los pintaban de rojo, amarillo, y otros colores. La carne se volvía a enterrar, se custodiaba atentamente que los animales no se acerquen, salvo uno al que se sacrificaba y se repartían entre quienes lloraron al muerto. Los huesos ya decorados se transportaban con la comunidad dentro de vasijas de cerámica.

Al perder un ser querido, se cortaban una falange de algún dedo, para llevar siempre presente en el cuerpo la perdida, y la ausencia, que no quedara solo en la mente y en el recuerdo.

1536 españoles en conquista

Al mando de Pedro de Mendoza llegan a estas tierras barcos con soldados y unos 72 caballos-yeguas con ansias de conquista. Entran por la boca del Riachuelo y estimo que en los barrancos de la zona de Villa Diamante, Villa Fiorito, Lanús, desembarcan y plantan campamento (la localización que dicen las fuentes no concuerdan). Ulrico Schmidl cronista de la tropa española, es quien relata hechos y materializa en letras los primeros escritos y apreciaciones sobre los querandíes.

De acá en adelante la información se hace más accesible, sin dejar un segundo de pensar que son casi en su totalidad, relatos de invasores, o directamente beneficiarios de las acciones bélicas de éstos. Como a cualquier visita, a Mendoza y sus hombres los querandíes los recibieron inicialmente muy bien, durante 14 días les llevaron comida, sobre todo pescado. Hasta que se dieron cuenta que estas visitas además de no hacer nada, tenían malos tratos hacia ellos. Entonces se alejaron y los españoles acusaron a los indios de insolentes, Mendoza manda a 300 de sus soldados a buscarlos con ánimos de guerra. Hay una batalla en la quedan empantanados con sus caballos y atacados con boleadoras y lanzas. Salen perdiendo los invasores, que terminaron yéndose en los barcos, dejando como novedad para las pampas unos cuantos caballos que pasarían a tener un rol fundamental en la historia posterior de los indios.

Cuarenta y dos años después, desembarca Garay, funda definitivamente Buenos Aires, sale por tierras y sabiendo de la existencia de los nativos, va hacia ellos. Hoy se conoce al partido de La Matanza y a la laguna La Matanza, por el nombre que ganó al ser escenario de la masacre que sufrieron los querandíes allí. En su casa, a orilla de la laguna y arroyos en los que pescaban y cazaban.

Lucharon. Se unieron a sus vecinos, se unieron con sus amigos y lucharon. Después de las primeras derrotas, se fueron retirando hacia el sur, tomando el nombre, según la costumbre que prevalece entre las tribus del sur, de denominarse por los lugares que ocupan: puelches, guiliches, pehuenches.
Maravillosa la anécdota, que muestra el temperamento y la templanza, del cacique Telomian Condié……apresado después de la gran batalla que perdieron nuestros pueblos en defensa de su vida, formada una confederación de tribus querandí-charrúa-guaraní, que a estar de las fuentes contaba con aproximadamente 20.000 guerreros.

A Telomian se lo llevaban a Europa en un barco, para mostrarlo como trofeo de guerra, al hacer “escala” en Rio de Janeiro, él se escapa, y vuelve corriendo, solo. Corriendo llega a reencontrarse con los suyos, ya diezmados y unidos a tribus amigas (supuestamente puelches o tehuelches ) y así poder reorganizar la resistencia.

“Para el indígena perder la tierra fue perderlo todo, la lucha por la tierra y la defensa del territorio fueron para el indígena la lucha por su propia subsistencia y por su identidad”. Y si, para los pueblos originarios uno es la tierra, la tierra es uno, no hay una disociación como se entiende en estos tiempos, en una perspectiva capitalista.

La historia se sigue escribiendo, la identidad se sigue construyendo. A la falta de información que merecen las tribus de las pampas, se la explica con la notoria falta de interés y el ocultamiento de quienes con la posesión de las tierras, siguen acorralando a los nativos hacia el sur. Los terratenientes y latifundistas detentan un poder que no respeta el pasado, la vida que contiene, y lo sagrado que es para nosotros el amor a nuestra tierra, los vientos, y todo lo que late.

Por Agustín Vega
*Esta nota es una síntesis de la monografía presentada en la materia “Culturas Originarias Americanas” dictada por Carlos Martínez Sarasola y Andrés Fortunato, de la Licenciatura en Música Autóctona, Clásica y Popular de América de la UNTREF.
Fecha: 10/1/2018