Hoy, cuando el mundo académico empieza a valorar los conocimientos de la medicina indoamericana, Amalia Calderón nos habla de los saberes heredados de su padre, el famoso curandero, chamán, norperuano El Tuno.

Josefina Amalia Calderón Sánchez nació donde se nace desde milenios. Porque más que un territorio, la costa noroeste del Perú es una forma de estar en el mundo. Una región donde se vive en el presente, pero donde el espíritu de los antepasados aún vibra en las huacas e impregna la vida cotidiana de sentidos y prácticas que se remontan a épocas asombrosamente lejanas (4.500 años en el sitio Ventarrón). Es que aquí, un formidable legado de pirámides, ciudades, enterratorios, orfebrería y miles de piezas cerámicas en forma de retratos y escenas de la vida cotidiana de extraordinario realismo hablan aún hoy con las voces de las culturas moche y chimú.

Y es por esta capacidad de evocación y energía que esta tierra es conocida en todo el continente por sus curanderos y las reuniones y rituales de sanación, iniciación y también hechicería que se realizan en las lagunas, playas, cercanías de las huacas.

“Soy hija de El Tuno”, dice Amalia a modo de referencia. Y eso basta, pese a la sencillez de su presentación, para instalarla en un nivel de conocimiento que trasciende la manipulación de hierbas y remedios caseros. Porque El Tuno fue un curandero norperuano cuyo prestigio alcanzó los mayores niveles nacionales e internacionales durante el siglo XX.

Ser curandero

En el noroeste peruano se distingue claramente entre quienes trabajan por el bien de la gente, los curanderos, y los brujos o hechiceros, dedicados a hacer el mal, el daño.

Los curanderos, verdaderos chamanes, son aceptados y reconocidos por la gente común y los propios médicos por su aporte a la salud de la población, y trabajan buscando el equilibrio entre las fuerzas negativas y las positivas que impregnan la realidad cotidiana. Su campo de acción es muy amplio: tratan desde malestares físicos hasta pérdidas económicas, desavenencias amorosas, conflictos familiares o problemas mentales.

El diagnóstico del mal se realiza por medio del masaje sobre el cuerpo con un cuy (cuis o conejito de Indias) cuyas entrañas reflejan el tipo, lugar y estado de las afecciones del paciente. En gran parte de los casos, el curandero receta dietas, infusiones de hierbas, y/o emplastos que devolverán la salud perdida. En otros, sin embargo, cuando el diagnóstico revela un “daño” o intención negativa originada en otra persona pero que alcanza su mayor potencia al ser canalizada por un hechicero, se realiza una ceremonia nocturna en la que el curandero pondrá en juego todos sus conocimientos y poderes energéticos para neutralizar el mal.

Para combatirlo, el curandero debe primero conocerlo, y para ello cuenta con su “Mesa”, una manta en el piso donde ubica sus objetos de poder (piedras, imágenes religiosas, bastones, máscaras, etc.), ayudantes y, fundamentalmente, una cocción de cactus San Pedro, guachuma, que debe ser ingerido por todos los asistentes a la sanación.

Se logra así un estado alterado de conciencia donde se revela la naturaleza del daño y el procedimiento adecuado para tratarlo, ya que el verdadero enfermo es el cuerpo astral, energético, del paciente y el que enferma el cuerpo físico. Es el momento más delicado de la sanación, el de erradicar la energía maligna, que muchas veces se resiste y lucha cuerpo a cuerpo con el curandero.

El Tuno, curandero y artista

Eduardo Calderón Palomino, el Tuno, ganó su apodo de niño, correteando por las calles de Trujillo y las playas cercanas. Ya en esa época vivía con angustia los sueños que noche tras noche lo elevaban girando por el aire o cayendo en pozos de torbellinos por un mundo inmaterial. Un mundo más allá de lo concreto que lo llevó, en la adolescencia, a internarse en un seminario religioso que no dio respuesta a sus inquietudes espirituales.

Fue una enfermedad contraída mientras se refugiaba, desilusionado, en la Escuela de Bellas Artes en Lima, la que lo puso en contacto con el mundo de los curanderos.

Sus abuelos habían sido curanderos en las “tierras altas”, pero fue la difícil sanación de su enfermedad la que lo decidió a iniciar el aprendizaje que finalmente canalizaría su vocación de servicio por medio del conocimiento y manejo de las energías invisibles que operan en el mundo.

Paralelamente, el Tuno continuó investigando temas de psicología, historia y enfermería, trabajó como pescador y se destacó como escultor y ceramista luego de desentrañar las técnicas ancestrales de su producción. Esta habilidad lo puso en contacto con los arqueólogos que trabajaban en los sitios de la zona y participó en la restauración de las ruinas de Chan Chan, donde despertó el interés de diversos estudiosos, posteriormente autores de una película además de libros y publicaciones sobre su vida y conocimientos.

Amalia, maestra

Al igual que su padre, Amalia no retacea información sobre su experiencia. La que se puede transmitir con palabras, ya que lo ceremonial sólo se aprende en las prácticas. Habla largamente de las plantas, de sus características y propiedades. De cómo encontrarlas y procesarlas para lograr sus efectos curativos. Sabe y repite que las plantas también son seres energéticos, por lo cual es necesario pedirles permiso e indicarles el uso que se les dará aún antes de cosecharlas. Pero es especialmente cauta al referirse a algunas, como el floripón y el mismo San Pedro. “Cuidado con ésos – advierte cubriéndose de misterio- si no los sabes usar son peligrosos”, aludiendo a la responsabilidad del curandero en la manipulación de energías. “Es que algunas curaciones, como las de las Mesas –concluye- sólo se pueden hacer donde esté dadas no solo las personas con poder, sino también las condiciones energéticas, por lo que solo son realizables en Perú”

Amalia comparte. Con quien se acerque a ella, pero también suele ser convocada por los espacios académicos que vienen abriéndose a los conocimientos de los pueblos originarios. Así, numerosos amantes de las plantas la han seguido en sus charlas en la Universidad Tres de Febrero, o en el Seminario de Medicina Indoamericana de la Universidad de Rosario.
“Yo enseño –decía el Tuno- a quien se acerque con voluntad y buena fe”. En eso está Amalia.

Por María Ester Nostro
Fuentes: Entrevista personal a Amalia Calderón Sánchez
Fortunato, Andrés. Trabajo final para la Maestría en Creación Musical de la UNTREF
Sharon. Douglas. El chamán de los cuatro vientos. Ed. Siglo XXI 4ª edic2011Bs.As
Fecha: 21/08/2019