Luis Zapiola es abogado y hace muchos años trabaja y acompaña en cuestiones de Derecho a las comunidades pilará y jichi en Las Lomitas, Formosa, donde reside actualmente.

Luis ha escrito relatos que él mismo describe como: “un viaje de ida a los recuerdos que entibian el corazón para pensar el futuro”. Compartimos uno de sus escritos llamado: “ENTIERRO PARA EL DIABLO” publicado en el blog Recuerdos de Aparecidos.

ENTIERRO PARA EL DIABLO

Hubo un tiempo en que el monte del Chaco Central se poblada de sonidos canturreados al son del tambor, anunciando curaciones, fiestas de la aloja y despertares de la feminidad.

Cuando comenzaron a llegar los aparecidos con sus vacas y fusiles, la voz de los sabios sanadores se fue apagando con el arribo de voces extrañas y una forma incomprensible de ver el mundo.

Los hiyawul (shamanes wichí) no utilizaban los yuyos e infusiones para curar las enfermedades. Los sabios ancianos wichí sabían que la ausencia de salud era consecuencia del abandono del cuerpo por parte del espíritu del enfermo. Era el husek, la voluntad, el alma que orientaba a la vida plena. El hiyawul utilizaba su poder que le venía por generaciones para devolverlo al cuerpo sufriente. En un éxtasis de cebil, una planta alucinógena de esas soledades, el husek del curandero salía de su cuerpo y buscaba la voluntad del enfermo para devolvérselo, restituyendo la armonía perdida.

Un día comenzaron a llegar los aparecidos. Eran pálidos y montaban animales que les servían mansamente. En esos tiempos de antes a veces las relaciones con ellos eran de buena voluntad. Pero muchas veces con la maldad de los ahatays, los aparecidos, llegaba la guerra en defensa del único mundo que la gente conocía.

Los soldados venían con familias de aparecidos que se asentaban en el monte y miraban las aldeas con desconfianza. Junto a ellos llegaron los misioneros. Hablaban de un dios que creó el monte y los ríos leyéndoles un libro que decían era la palabra de ese dios. Las familias wichí no entendían porque los misioneros se llevan tan mal con los hiyawul, los representantes de su mundo espiritual. Poco a poco los ancianos sanadores comenzaron a practicar sus curaciones espirituales en secreto, lejos de la vista de los aparecidos, por temor al castigo.

Cayatas, de nombre aparecido “José” era un hiyawul. Allá por la década del cuarenta del Siglo XIX pescaba con su familia con red tijera y trampas para peces en el río, en los campamentos de verano. Los wichí trashumaban el territorio en busca de los recursos que Nilataj, el eterno principio de la vida plena había puesto en el almacén de la gente, las selvas y los ríos.

Los aparecidos eran gente rara. Hablaban muy fuerte, casi gritando, interrumpían los pensamientos de la gente y eran fwitsaj, furiosos. Desde que llegaron apareció el hambre. Los conquistadores mezquinaban la tierra y cada vez había menos espacio para cazar y recolectar miel y frutos.

A principios de siglo comenzó la construcción del ferrocarril y muchas familias trabajaron de sol a sol en el tendido de vías, dando las primeras formas a pueblos que se fundaron desde Formosa a Embarcación en Salta. Por esos tiempos se llevaban muchas familias completas a trabajar en los ingenios azucareros de Salta y Jujuy donde la gente pasaba muchas privaciones, no les pagaban y muchos morían de cansancio, hambre y enfermedades. Fue el trabajo esclavo en tiempos de vigencia de la Constitución, que nunca rigió para los desheredados de la tierra.

Cuando llegaron los misioneros católicos fundaron la parroquia en los pueblos de ahatays y obligaban a los wichí a ir a misa allá en el fondo del templo, lugar reservado a los harapientos. Los pocos que hablaban español entendían que había un Dios que amaba a los pobres, pero siempre los enviaba al fondo. El frente de bancos del templo siempre fue para los ricos del lugar.

Hubo un tiempo en que “José” era un joven cazador wichí. Su padre, un anciano hiyawul un día enfermó. Sabiendo que su husek se escapaba definitivamente de su cuerpo, llamó a su hijo para dejarle un wit ole, el consejo del moribundo. Era el modo milenario de transmitirle sus poderes de sanador espiritual y sus espíritus auxiliares, aquellos que lo ayudaban a sanar. Así, con su fuerza, lo convirtió en hiyawul. Si el nuevo shamán no hubiera aceptado ese consejo, este se le hubiera vuelto en contra, presagio de una maldición de la que no hubiera podido escapar.

“José” aceptó su destino, que le venía de sus ancestros y durante mucho tiempo su nombre resonó en las familias y parajes del monte. Años después llegaron otros misioneros predicando el evangelio de los aparecidos. No vestían hábitos marrones o negros como los anteriores. Para sorpresa de la gente en poco tiempo aprendieron su lengua, el wichí lhamtes Eran pastores evangélicos de distintas iglesias y poco a poco convencieron a los originarios que su espiritualidad milenaria era “brujería” y “José” un brujo que adoraba al demonio.

Los aparecidos eran gente inteligente, se decía “José” a sí mismo. Así, de a poco, comenzó a dudar de si mismo, a verse como un simple hechicero y a mirar con curiosidad a ese Dios bueno que amaba a los pobres.

Y una noche llena de estrellas ocurrió. El cansado Shamán recorrió un sendero del monte hasta un añoso árbol de palo santo, se limpió el rostro de su pintura ritual y con sus manos cavó un pozo donde colocó con lentitud lo que le quedaba de cebil, sus muñequeras sonoras con muchas pezuñas de animales que colocaba en tobillos y manos y que utilizaba en los tiempos de antes para danzar.
Miró al cielo del nuevo Dios cristiano y luego al pozo recién recubierto con sus reliquias y exclamó:
-¡Te devuelvo tus cosas demonio!-.
-¡Ahora soy de Dios!-

En ese instante se convirtió en cristiano y en poco tiempo en pastor evangélico.
Hoy, cuando está solo, murmura incomprensibles canturreos en la lengua de los antiguos, lleno de nostalgia de ese mundo que conoció y lentamente comenzó a morir. Así el viejo hiyawul puso un pie en estos tiempos nuevos, reservando lágrimas y sonrisas a esos tiempos de antes en que los wichí eran libres.

Por Luis Zapiola
Fuente: https://recuerdosdeaparecidos.wordpress.com/
Fecha: 6/05/2020