Compartimos una breve semblanza de Laureano Segovia, hombre sabio del Pilcomayo, recientemente fallecido, un cronista de su gente que supo cultivar la memoria de la cultura wichi, resguardada en una colección oral sin precedentes.

Tengo una imagen de Laureano Segovia, en un video que lo muestra caminando al costado del Río Pilcomayo, es recurrente, el paisano miraba la orilla, como buscando respuestas, sabía que, del otro lado del monte, existían ancianos y ancianas que juntaban memorias en medio del silencio. Es el único que ingresaba a ese lugar, y que llegó a rescatar para la historia local, cientos de testimonios sobre la propia cultura. Cuando Laureano Segovia volvía para su casa con un casete grabado en su morral, la vida detrás suyo no cambiaba, lo ocurrido era una simple conversación perdida en los recónditos del olvido, pero entre sus manos, de alguna manera estaba protegiendo, desde el conocimiento, una forma de entendimiento que lentamente, al paso de los años, va desapareciendo.

Su partida es de aquellas que provocan un profundo lamento, no hay forma de dimensionar esta ausencia, porque todo lo construido desde la cultura por este hombre puente, tuvo por interlocutores a quienes caminaron descalzos esos senderos, que acaso sin saberlo, tuvieron el registro de un tiempo presente en medio de un pasado cargado de resonancias.

Como bibliotecario siempre lo sostuve, el modo en cómo contribuía Laureano Segovia al registro documental de su cultura, es el que debería seguir cualquier biblioteca indígena que se precie de tal, esa clase de documentos eran los pertinentes para una colección representativa del saber familiar originario, eso que hizo Laureano Segovia formaba parte de la identidad, un modo de comprensión orgánico y a la vez dinámico, que se sustenta en quehaceres y aprendizajes, algo único, que cruza desde la oralidad hacia el misterioso resguardo de una cinta magnética, para luego ocupar un lugar en el patrimonio cultural de una comunidad.

Las historias reconstruidas por este libro viviente, quedaron grabadas en más de 300 casetes que guardó celosamente en su Taller de Memoria, en Misión La Paz. Cuánto podríamos decir sobre la necesidad de trabajar ese invaluable fondo oral, cuántas afirmaciones realizadas por los abuelos y abuelas, no figuran en los libros de historia ni en las enciclopedias, cómo es posible después hablar de la identidad del ser nacional argentino, si no se integran en las aulas de las escuelas los entendimientos de los pueblos indígenas. Articular la verdad y el conocimiento, bien lo supo este wichí del Pilcomayo.

Quiero creer que la palabra de este hombre sabio, historiador, escritor, cronista de su gente, que puso en un papel las raíces de sus antepasados, llegará lejos de cualquier noción de tiempo y espacio, allí donde las huellas permanecen. Anhelo que su colección forme parte de una casa de la memoria de quienes compartieron los montes y los ríos, los silencios, las carencias, los recuerdos, el fuego y la tierra, que todo eso lleve su nombre.

Daniel Canosa – El Orejiverde
Fecha: 19/2/2021

Fuente:
Misión La Paz. Documental de Gianfranco Quattrini y Sebastián Antico https://www.gianfrancoquattrini.net/documental/mision-la-paz/