La experiencia personal de un integrante del lof günuna küna mapuche Vicente Catrunao Pincén al contactar con la fuerza del linaje ancestral, en una reflexión sobre la identidad y el necesario equilibrio espiritual para sostener los pies en la tierra.

En nuestra cosmovisión la estructura cósmica se abre y subdivide en diferentes espacios, en distintas dimensiones espirituales y entre ellas se encuentran los “espacios” asociados a los nombres. Desde el Wenu Mapu provienen los nombres de las personas con conocimiento, al que pertenecen los grandes lonkos y, entre otras dimensiones, también se encuentra el Pulli Mapu. Este es un espacio ubicado en la superficie de la tierra de donde provienen los nombres de lugares y animales.

En las cosmovisiones originarias, la estrecha relación entre el hombre y los animales hace referencia a los animales sagrados y algunos autores lo relacionan con animales “totémicos”. Cada animal representa una esencia única, un espíritu especial, una personalidad característica, una manera de ser que lo diferencia del resto de las especies. Anteriormente hacía referencia a una nota del lonko Luis Pincén publicada en ElOrejiverde el pasado 29 de agosto y que llevaba por título “sostener nuestro pulli sobre las huellas del puma”, recordando lo importante que es “cultivar nuestro pulli, sostenerlo, porque de no hacerlo esa energía vuelve al plano de donde provino y la persona queda vacía”.

Mucho se ha discutido sobre el origen y el nombre del lonko Vicente Catrunao Pincén. Sus descendientes reconocemos nuestro linaje como el “linaje del jaguar”, nuestro animal espíritu que está estrechamente ligado al plano del Pulli Mapu y al gran felino, debido a que nuestro ancestro fue un eximio cazador de jaguares y pumas ( Catrunao ). También reconocemos a nuestro ancestro como gnenpin ( Pincén ), debido a que fue un extraordinario líder espiritual y es esta característica de su persona, la menos conocida y ocultada por la historia oficial, la que guía nuestro proceso de reconstrucción comunitaria.

En los años en que Catrunao Pincén vivió libremente el jaguar tenía una amplia distribución que alcanzaba los grandes pastizales y bosques del centro de Argentina o el viejo Territorio Nacional de la Pampa Central, incluso más al Sur del río Colorado. Algunos registros mencionan que a comienzos del Siglo XIX se enviaban sólo desde el puerto de Buenos Aires unos 2000 cueros de jaguar por año hacia Europa; mientras que, a comienzos del Siglo XX su presencia en la Pampa Central era todo un misterio.

Según las crónicas de la época el último ejemplar fue capturado en el año 1903 en la estancia “San Basilio de Olmos” ubicada entre las localidades de Rancul y Chamaicó en la actual provincia de La Pampa. Se trataba de una hembra cachorro y fue el último individuo de la especie visto en la región. En los ecosistemas de la vieja Pampa Central el jaguar habitó los densos pastizales, especialmente los humedales y cursos de agua, como así también los bosques semiáridos de caldén. Visto de esta forma, Pincén y el jaguar coexistieron y habitaron los mismos campos.

Nuestra tradición oral cuenta que en medio de las voces de la noche Catrunao Pincén escuchó un rugido cercano y extraño. Pensó que era un jaguar cebado el que lo merodeaba y no se equivocó. Se bajó del caballo, se quitó las espuelas, se preparó dando alaridos y voces para provocar y desafiar al Nahuel. Ambos se trenzaron en lucha pero, Pincén que solía matar a su oponente en el primer lanzazo esa noche no pudo hacerlo. Lo hirió. El jaguar, embravecido, retrocedió y se dio a la fuga.

Camino de regreso a su toldería Pincén tuvo una visión: el jaguar que lo seguía, volviendo desafiante. Y siempre que empuñaba su lanza el animal se esfumaba, desaparecía. Esta pesadilla acompañó al lonko hasta la madrugada, momento en que llegó a su toldos.

La unión espiritual entre el cacique y el jaguar fue tan fuerte que bien podemos pensar y creer que la caída de uno resultó en la extinción regional del otro. Las “nuevas” formas de vida que impuso la “civilización” desde el gobierno de Buenos Aires determinaron la destrucción de la comunidad de Pincén y terminó arrinconando al animal espiritu en las selvas y bosques húmedos del norte de Argentina.

La población actual del jaguar (Panthera Onca Palustris) se estima en 250 individuos. Mientras tanto, los descendientes de Pincén estamos inmersos en un proceso de reconstrucción comunitaria: hace poco más de dos años me integré al lof Vicente Catrunao Pincén y todo lo que tiene que ver con mi identidad indígena es un proceso de aprendizaje, nuevo y desconocido. Ignoraba que Pincén habia sido un extraordinario líder espiritual, no sabía el significado de Catrunao como así tampoco aquellos temas relacionados al pulli de las personas y los nombres indígenas. Con el tiempo fui experimentando con las prácticas comunitarias que realizamos con las hermanas y hermanos del lof y aprendiendo muchas cosas.

Hace unos meses me encontraba en la ciudad de Santiago de Chile para tomar un curso de posgrado y recordé la nota de Luis Pincén y aquella “arenga” de “sostener nuestro pulli” dio un nuevo impulso a mi proceso de recuperación de identidad. Finalizado el curso me decidí a conocer un poco la ciudad. Pregunté adonde quedaba el Palacio de La Moneda, tomé nota con papel y lápiz y salí a tomar el Metro. Luego de recorrer el lugar, sus parques, sus monumentos y conversar con distintas personas acerca del edificio y su historia reciente emprendí mi regreso al lugar donde me hospedaba. Iba caminando por una de las calles laterales cuando me sorprendió el anuncio de una muestra: el protagonista del anuncio era un jaguar. Fue entonces que recordé una vez más la “arenga” del lonko de “sostener nuestro pulli sobre las huellas del puma” y para mí, ese anuncio era un camino que debía seguir.

Tanto de mi padre como de mi madre he recibido el pulli (energía) del jaguar, mi padre tiene raíces günün a kuna-mapuche y mi madre raíces del pueblo ranquel. En ambas familias está presente el linaje del jaguar, Catrunao en los Pincén y Huinchinao en los Sosa que viene de mi abuela Teodora. Eso es todo lo que sabía de mí, respecto de estos temas. Nunca los había asociado, nunca lo había visto desde el conocimiento indígena que estoy incorporando y nunca me había pensado a mí mismo desde este nuevo lugar.

Al ingresar a la recepción de la primera sala de la muestra me recibe una “familia de jaguares”. Una hermosa obra compuesta por tres figuras en barro moldeado y creadas por la artista mexicana Juana Gómez. Eran dos jaguares adultos enfrentados simétricamente y en un nivel inferior un jaguar joven. Fue espontáneo y emocionante verme reflejado en esa obra. Sentí que eran mis padres y yo. Sentí en mi interior la fuerza de dos pueblos que luchan por seguir existiendo. Nos ví como lo que realmente somos en nuestro más profundo ser, aquel que está íntimamente vinculado al plano del Pulli Mapu y al gran felino. Experimentar la fuerza del pulli me puso en un plano de extrema sensibilidad. Recuerdo bien esas sensaciones y haber pensado si yo estaba “vacío” al no tener referencias de mi pulli antes de esta experiencia. Es algo que no sé, pero lo importante es que esa energía había vuelto o se despertó.

Durante esos días y en ese estado de conciencia reflexioné mucho sobre mi identidad y ese ejercicio requiere de mucho equilibrio espiritual para sostener los pies en la tierra. Parte del aprendizaje consiste en conocer esa energía, respetarla y lograr canalizarla para fortalecer el newen del lof o nuestro espíritu común.

Referencias

http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/205-sostener-nuestro-pulli-sobre-las-huellas-del-puma
http://www.elorejiverde.com/attachments/article/24/Compaanimales.pdf
http://www.alihuen.org.ar/fauna/nuestro-tigre-el-nahuel-de-las-pampas.html
http://totemanimal.org/2013/01/28/que-es-un-totem-animal/
http://www.redyaguarete.org.ar/datos-personales/distribucion/distribucion-argentina.html
http://www.redyaguarete.org.ar/datos-personales/situacion.html
Estévez, J. J., 2011. Pincén vida y leyenda, Bs As, Biblos, pp 23-24.

Lof: comunidad
Lonko: cacique
Newen: energía

Por Daniel Pincén
Fecha: 31/12/2015