Desde tiempos de la conquista, los pueblos originarios fueron juzgados peyorativamente por sus vencedores. Fue una forma de auto-justificar sus acciones.

Desde esos hechos fue -y sigue siendo- fácil caer en antinomias para engrandecer a unos o denigrar a otros. Esto ya lo había señalado el gran Alberto Rex González en el prólogo de la obra cumbre de Carlos Martínez Sarasola: “Nuestros paisanos los indios” (1992). Y Carlos tuvo la sagaz inteligencia y los sanos sentimientos de tejer lazos, conceptos y propuestas para superar esas antinomias y paternalismos, para que consideremos a los aborígenes como lo que son: nuestros compatriotas, “nuestros paisanos”. Como antropólogo, investigador, docente y colega privilegió siempre el contacto humano más que el vínculo profesional y desde allí rescataba saberes ancestrales, mientras construía conocimientos y amistades, miradas y compromisos.

Coherente con esa línea de pensar y de sentir, pero respaldado por una formación académica sólida, rescató la historia de nuestros pueblos, sus cosmovisiones y también sus propias noticias. Supo entenderlos. Por eso escribió una decena de libros, inventó la revista “Cultura Casa del Hombre” (1981-1984), impulsó la creación de la Fundación desdeAmérica (1994-2012), fundó un programa de radio (2014), un portal de Internet y un diario (2015): “El Orejiverde”(www.elorejiverde.com), que -con el apoyo de la Fundación Azara- fue el primero de los Pueblos Indígenas de la Argentina y uno de los pocos del mundo. Su legado es esa visión y conducta coherente, solidaria, pacífica y constructiva. Valores tan oportunos como necesarios en nuestro mundo.

Fue un humanista, generoso y cálido, amante de la naturaleza, la verdad y la justicia. Siempre consideró que la tarea más importante era la de difundir, porque a través de ello se puede -y debe- ayudar a la mayor cantidad de gente posible. Eso explica sus innumerables artículos, charlas, conferencias y entrevistas. No le bastaba con aprender y saber: sentía la hermosa necesidad de compartir.

El 28 de mayo pasado, su muerte súbita nos dejó en atónito silencio otoñal.

Hace unos 30 años había dicho: “… lo que tengo frente a mí es una enorme incertidumbre. Sin embargo, los que creemos que la utopía de un mundo más justo todavía está vigente, y que su concreción es posible; los que sentimos que la vida es una lucha incesante por alcanzar cada día algo más de bienestar entre todos los hombres, cualquiera que sea su forma de vida; los que trabajamos pensando que la revaloración de la cultura de un pueblo es una meta permanente, nos vemos comprometidos a persistir en la tarea, sin bajar los brazos, a pesar de todos los obstáculos”.

Muchas veces Carlos narraba el mito de destrucción y renovación que es el fin del mundo o la muerte desde la cosmovisión de muchas etnias. Esa mitología es esperanzadora: nos dice que todo lo que muere renace. Seguramente, desde esa otra dimensión que buscaba comprender -y que ahora lo cobija- ya se está renovando, inspirándonos para “persistir en la tarea, sin bajar los brazos” y reforzar esos valores humanos que encarnó y que tanto necesitamos consolidar “a pesar de todos los obstáculos”.

Ojalá volvamos a reencontremos en el círculo de la totalidad.

Claudio Bertonatti
Asesor científico, Fundación Azara
Fecha: 2/6/2018