El aislamiento obligatorio decretado por varios países para prevenir la expansión del COVID-19, significa un llamado a la reflexión sobre el aislamiento que han elegido varios pueblos indígenas para sobrevivir a la intervención externa que, con diferentes intereses, desencadena enfermedades y muertes, trastocando su cotidianidad y poniendo en peligro su futuro.

Es una oportunidad para reconocer la importancia del aislamiento como estrategia de sobrevivencia indígena, y como una decisión que necesita ser respetada.

El “aislamiento o distanciamiento social”, nuevo para la mayor parte de la población, es en realidad una estrategia y una forma de vida adoptada por diversos pueblos indígenas, denominados precisamente “en aislamiento”, para protegerse de los devastadores efectos de las enfermedades y la violencia históricamente desatada contra ellos.

Al respecto, existen numerosos pueblos indígenas que cuando se relacionaron con agentes externos en el pasado, sufrieron muertes masivas a causa del contagio de enfermedades desconocidas frente a las cuales su sistema inmunológico no había desarrollado las defensas adecuadas. También padecieron invasiones territoriales, persecuciones, matanzas, esclavitud y vejámenes debido a la alta cotización de recursos como el caucho, la shiringa, la zarzaparrilla, el curare, pieles o madera, en el mercado nacional e internacional, desde fines del siglo XIX.

Como consecuencia, muchos aspectos de su vida fueron severamente afectados: su demografía, la cotidianidad, su cosmovisión, los conocimientos ancestrales, las instituciones, sus territorios y prácticas de subsistencia y su equilibrio emocional. Ante ello, optaron por alejarse de las epidemias y la violencia, distanciándose, inclusive, de otros pueblos indígenas. Este “autoaislamiento protector” es lo que actualmente los gobiernos y autoridades de salud están tratando de instaurar en sus países.

En ese afán, se desplazaron a los bosques más alejados e inaccesibles de sus territorios, aguas arriba de las zonas que habitaban, teniendo que desarrollar una serie de adaptaciones y sistemas de producción para poder vivir en estos espacios geográficos distantes de las tierras más fértiles. Estos territorios se convirtieron en espacios vitales para su supervivencia. Para evitar ser hallados adoptaron diversas estrategias: algunos abandonaron prácticas culturales como la elaboración de cerámica, lo que les permitió tener mayor movilidad por el bosque; mientras que otros, dejaron de abrir claros para la construcción de las casas.

En la actualidad, los devastadores efectos de las epidemias mantienen su vigencia en estos pueblos. Enfermedades que para nosotros son comunes, como gripes y diarreas, para ellos son altamente nocivas porque no cuentan con una adecuada respuesta inmunológica. La vigencia de las invasiones contra sus territorios, las agresiones que estas conllevan, su percepción del “otro”, su forma de vida y la manera como se relacionan con su entorno explican su decisión de continuar en aislamiento en la actualidad. Los lugares más recónditos de la Amazonía, Asia y África, el bosque seco del Gran Chaco, la Región Oriental de Paraguay constituyen los territorios y refugios de gran parte de los pueblos en aislamiento.

EL IMPACTO DE LAS EPIDEMIAS EN LOS PUEBLOS EN AISLAMIENTO Y CONTACTO INICIAL

Hasta hace unos meses, el COVID- 19 era un virus desconocido, por lo que la humanidad no cuenta con anticuerpos que neutralicen su agresión. Ello, sumado a la facilidad de contagio y un mundo globalizado con tránsito fluido entre países y continentes, lo configuran como una pandemia sin precedentes que en tres meses ha infectado a casi un millón de personas y ha causado la muerte de aproximadamente el 5% de ellas. La magnitud del contagio nos causa asombro y miedo, más aún cuando estas cifras corresponden a países con gran desarrollo económico, alta tecnología, sistemas de salud organizados y gran capacidad resolutiva.

Traslademos esta situación a escenarios con pueblos en aislamiento o contacto inicial, no solo respecto al coronavirus, sino también a varios otros agentes patógenos, muy comunes para nosotros, y que asociada a las deficiencias o la inexistencia de un sistema de salud que pueda contrarrestar sus efectos, pueden causar una severa reducción demográfica entre ellos, con los riesgos que esto implica en términos de continuidad sociocultural. Y entre los que sobreviven, las múltiples mutaciones del virus explicarían que repitan cuadros parecidos en un mismo año.

De este modo, lo que para la sociedad envolvente podría ser un simple “brote epidémico” por el escaso número de casos, para algunos pueblos en aislamiento o contacto inicial puede representar una verdadera epidemia debido a la reducida magnitud de su población. Además, en estas poblaciones los virus pueden tener una alta letalidad porque los fallecidos podrían representar un porcentaje significativo entre los infectados. Contrariamente, esta proporción de afectados, vista desde un ámbito regional o nacional, podría ser no relevante para los Gobiernos y tomadores de decisiones e, inclusive, pasar desapercibida.

La pandemia que enfrentamos viene generando temor, ansiedad e incertidumbre entre la población, además de problemas económicos ante la suspensión de trabajos y actividades productivas causada por la cuarentena. Nos hemos dado cuenta de lo vulnerables que podemos ser frente a enfermedades nuevas y no sabemos lo que nos puede ocurrir mañana. Entre los pueblos indígenas, específicamente los que se encuentran en aislamiento y contacto inicial, la pérdida de numerosos miembros que podría provocar el COVID-19 y que ya viene siendo causada por otras enfermedades infecciosas, también tiene un impacto emocional y psicológico muy profundo.

La mayor parte de los pueblos indígenas han transmitido a través de la historia oral el efecto demoledor que han tenido las enfermedades entre sus miembros y las interpretaciones que se han derivado de ella, como por ejemplo, castigos divinos. En un brote epidémico los líderes espirituales de un pueblo indígena pueden resultar muy afectados, lo cual sume a la población en la desmoralización y la desorientación.

El trauma causado por las epidemias y la falta de conocimiento del mundo que va a enfrentar, coloca a la población afectada en una situación vulnerable en relación a la población del entorno. A esta vulnerabilidad se suma que las quebrantadas condiciones físicas, emocionales y psicológicas les impidan continuar realizando sus prácticas de subsistencia y abastecerse de alimentos, tornándolos dependientes de otros, lo cual tiene un impacto directo sobre su salud y autonomía.

En la actualidad, las altas tasas de morbimortalidad existentes en pueblos en contacto inicial por la recurrencia de las enfermedades, los colocan en una situación de alto riesgo. Su lejanía y las deficiencias del Estado para atenderlos, que se traducen en intervenciones poco o nada eficientes y efectivas, agravan su situación. Los pueblos en aislamiento también podrían correr la misma suerte. El Estado que dispone de los territorios para explotar los “recursos” existentes en ellos, los religiosos, las empresas de turismo, los investigadores, los agentes estatales y privados de programas y servicios sociales, facilitan esta situación de riesgos. A ello se suman los graves impactos que las actividades extractivistas causan sobre sus territorios y fuentes de subsistencia, como la deforestación, la depredación, la degradación y la contaminación.

OTRA MIRADA DEL AISLAMIENTO EN TIEMPOS DEL COVID-19

La pandemia causada por el COVID-19 muestra que en condiciones en que la humanidad ve peligrar su existencia y “su progreso” opta por el distanciamiento social. Con el cierre de fronteras y la cuarentena, en la práctica, este es un aislamiento como estrategia de sobrevivencia. El aislamiento social como arma para protegerse a sí mismo y al otro, se entiende necesario e imprescindible a fin de evitar el acercamiento, el contacto, la infección y la muerte. El aislamiento para vivir y aprender a vivir en nuevas condiciones. Las relaciones entre las personas y el medio ambiente probablemente ya no serán iguales que antes de la pandemia. El entorno está cambiando, la naturaleza recupera sus espacios. Se espera que el cambio sea para mejor en el corto y largo plazo.

Para pueblos indígenas que optaron por el aislamiento, esta estrategia ha contribuido a su sobrevivencia y por eso la defienden, tal como ahora la mayor parte de los gobiernos defiende el distanciamiento social para evitar la expansión del virus. El aislamiento de los pueblos indígenas se sustenta en su derecho a decidir sobre la forma de vida y nivel de interacción con el entorno que desean tener, lo cual a la vez representa el ejercicio de su derecho a la autodeterminación. La historia y la realidad actual nos han demostrado los negativos efectos que los procesos de contacto e integración forzada pueden tener sobre la integridad física y la continuidad de los pueblos indígenas, y por ello los instrumentos internacionales de defensa de sus derechos, los prohíben.

Es necesario repensar las intervenciones con estos pueblos, que dadas las deficiencias individuales, colectivas e institucionales de quienes las llevan a cabo, trastocan de forma traumática su integridad y ponen en peligro su futuro.

ACCIONES IMPRESCINDIBLES PARA GARANTIZAR LA VIDA

Los Estados deberían implementar medidas para garantizar la vida y continuidad sociocultural de los pueblos indígenas en aislamiento y contacto inicial.

1. Respetar su estrategia de sobrevivencia y forma de vida consistente en su distanciamiento de la sociedad no indígena para prevenir la expansión de enfermedades y evitar agresiones. Esto implica respetar su derecho a la autodeterminación, en este caso, su decisión de vivir en aislamiento.
2. Reconocer formal y efectivamente los derechos territoriales de estos pueblos otorgando seguridad jurídica a los espacios que habitan.
3. Siendo coherentes con el principio de garantía de la vida y la subsistencia, y el respeto del derecho a la autodeterminación, se debe garantizar la intangibilidad de sus territorios: prohibir la presencia externa, el otorgamiento de derechos a favor de terceros y la realización de actividades que atenten contra este derecho.
4. Implementar mecanismos para prevenir la expansión de enfermedades bajo el principio de respeto al aislamiento (“aislamiento protector”). Si las epidemias llegaran a propagarse habría que contar con un sistema de salud tan eficaz y efectivo que impida su expansión y consecuencias.

En los últimos 14 años se han emitido normas nacionales e instrumentos internacionales para que los Estados garanticen el derecho de estos pueblos a mantener su forma de vida y su autodeterminación. Sin embargo, estos derechos no se han llevado a la práctica de manera satisfactoria, ya sea por acción, inacción u omisión del Estado: desde otorgar derechos de explotación de recursos naturales en el interior de las reservas indígenas creadas y en trámite hasta acelerar significativamente las interacciones con poblaciones que mantenían relaciones muy esporádicas con el entorno o vivían en aislamiento.

Tampoco ha habido avances importantes en el reconocimiento de los derechos territoriales de estos pueblos. Peor aún, al ponerle plazos de duración a las reservas indígenas y al permitir la ejecución de actividades de interés público dentro de estas, la legislación sobre pueblos en aislamiento representa un gran retroceso. En el marco de las políticas de salud, aún es muy deficiente la implementación de mecanismos de prevención de contagio de enfermedades.

Frente a todas estas carencias que colocan en riesgo la integridad y continuidad de los pueblos en aislamiento y contacto inicial es necesario adoptar una política consistente y coherente con el principio de respeto a su forma de vida y derecho a la autodeterminación, que se vea reflejada en la práctica institucional del Estado y la sociedad civil. Paralelamente, urge el establecimiento de reservas indígenas solicitadas para estos pueblos sobre las áreas que habitan, recorren y aprovechan.

La desatención de estas solicitudes y la consecuente desprotección territorial han favorecido la invasión de madereros y personas dedicadas a actividades ilícitas, como el narcotráfico. Paralelamente, el Estado ha otorgado derechos de explotación de madera e hidrocarburos en su interior, aun estando prohibido otorgar títulos habilitantes para aprovechamiento de recursos forestales en las áreas propuestas como reservas indígenas y teniendo información sobre los negativos efectos de las operaciones hidrocarburíferas sobre estos pueblos.

Los territorios indígenas deben contar con sistemas de protección eficientes, basados en los principios de prevención, autodeterminación e intangibilidad que articulen a los sectores y niveles gubernamentales, pueblos, organizaciones indígenas y no indígenas de la sociedad civil involucradas. De otra parte, se deben implementar con efectividad y eficacia la norma, y guías técnicas de salud para prevención, mitigación y contingencia frente a enfermedades que pudieran afectar a pueblos en aislamiento y contacto inicial.

A MODO DE CONCLUSIÓN

La presencia externa en sus territorios, las actividades económicas que alteran sus espacios vitales y la consecuente exposición enfrentan a los pueblos en aislamiento a las agresiones y el contagio de enfermedades que les pueden causar muertes masivas. Esto es muy grave.

Las medidas que se requerirían para evitar las epidemias y agresiones en los territorios indígenas son claras y han sido detalladas en este artículo: el respeto al aislamiento y con ello al derecho de estos pueblos a decidir sobre sus formas de vida, la seguridad jurídica sobre sus territorios, la intangibilidad y los mecanismos efectivos para prevenir, atender y mitigar la expansión de enfermedades.

También es grave la situación de los pueblos indígenas organizados en comunidades nativas que padecen de desnutrición y anemia crónica, la contaminación por metales pesados y sufren enfermedades infectocontagiosas mortales como la hepatitis B, la tuberculosis, el SIDA, la malaria y el dengue (esta última está afectando severamente la Amazonía y el Gran Chaco).

Es un deber institucional y moral del Estado poner freno a las presiones y amenazas que atentan contra la integridad física y sociocultural de los pueblos indígenas. Para ello es necesario que se garantice el respeto a sus formas de vida y su derecho a la autodeterminación.

La pandemia del COVID-19 nos sirve para reflexionar e intentar ponernos en el lugar de los pueblos en aislamiento que conviven con la amenaza latente de la llegada de epidemias para las que no tienen defensas adecuadas. Es una oportunidad para reconocer la importancia del aislamiento como estrategia de sobrevivencia indígena, y como una decisión que necesita ser respetada.

Por Beatriz Huertas y Neptalí Cueva
Foto: FUNAI
Fecha: 20/4/2020
Neptalí Cueva es médico cirujano y ex Director del Centro Nacional de Salud Intercultural (CENSI)
Beatriz Huertas es antropóloga y consultora en pueblos indígenas en aislamiento y contacto inicial para Rainforest Foundation Norway y la Organización Regional de Pueblos Indígenas del Oriente (ORPIO).
Fuente: https://debatesindigenas.org/notas/39-aislamiento-estrategia-de-pueblos-indigenas.html