Iruya: Casa de la Cultura Awawa cumple 15 años llevando el cine en burro a comunidades indígenas. El arte audiovisual como recurso para afirmar, rescatar y revalorizar las raíces indígenas del Pueblo Kolla en el departamento Iruya.

Hace más de 15 años nació el ciclo Cine en burro con identidad, un espacio que forma parte de la Casa de la Cultura AWAWA, que busca afirmar, rescatar y revalorizar las raíces indígenas del Pueblo Kolla del departamento de Iruya de la provincia de Salta. La idea original apuntaba a un cine debate en la Comunidad San Isidro, pero luego se transformó en un cine itinerante que aún hoy transita los caminos entre montañas para llegar a las distintas comunidades de la zona.

Para eso los integrantes de la Casa de la Cultura AWAWA formaron un equipo audiovisual que actualmente es trasladado en tres burros que les permiten moverse con mayor facilidad en las largas distancias atravesando montañas casi a 3 mil metros sobre el nivel del mar. Recientemente estuvieron contando la experiencia en el festival salteño Calzate estos cortos.

“Sabíamos que un burrito lleva entre 40 y 50 kilos y por eso preparamos cajitas con los materiales que pesaban como 20 kilos. Cargamos todo en tres burros y lo llamamos Cine en burro con identidad”, recordó Bernabé Montellanos, fundador y coordinador de AWAWA. La otra opción, menos esforzada, se da en el caso de las comunidades que tienen acceso al transporte en colectivos, “se cargan las cosas y se va”.

La prueba piloto se dio en San Isidro. Un día pusieron un cartel en la puerta de la Casa AWAWA: “A las 20.30, ciclo didáctico de música y danza y cine debate”. “Así empezamos y el cine era un sueño nada más, porque teníamos un televisor viejo donde pasábamos las películas”, contó a Salta/12 el coordinador. La electricidad se conseguía a través de paneles solares, por lo que las películas se veían de día.

San Isidro se ubica a 8 kilómetros del pueblo de Iruya, cabecera del departamento homónimo. Actualmente reúne a 200 familias que viven en los barrios Pueblo Viejo, Pumayoc, La Laguna, Trihuasi, La Palmera y La Cueva. Para llegar hay que seguir el camino del río desde Iruya hacia el norte. En verano el acceso tiene que ser a pie, a caballo o burro, por las lluvias.

Con el transcurrir de los años, empezó a llegar el turismo a Iruya y en una de las visitas a la comunidad, se toparon con un profesor que les preguntó qué necesitaban con la intención de ayudarlos. “Estaba muy acongojado porque conocía el pueblo”, recordó Montellanos. Al instante, le dijeron que necesitaban un proyector y un generador de luz para poder ver mejor las películas.
La respuesta los sorprendió porque el docente les cuestionó el pedido y, a cambio, les ofreció “libros viejos y ropa vieja”. “Nosotros queríamos hacer cine y no le dijimos nada, pero nos dio lugar para pensar cómo nos siguen mirando desde las grandes capitales”, cuestionó Montellanos, que también es músico. Aseguró que esa mirada que vincula a los indígenas con la pobreza y el asistencialismo aún está, “pero no tanto”.

Una vez que en San Isidro vieron todas las películas y documentales propuestos, un grupo se trasladó al pueblo de Iruya para seguir difundiendo el cine debate. Allí conocieron a la fotógrafa Irina Werning, que estaba realizando un proyecto con niñas y niños. Ella mostraba sus trabajos con un proyector y cuando supo del cine debate, facilitó que el proyector fuese donado a la Casa AWAWA.

En sus inicios, el cine itinerante consistía en una pantalla que era una sábana blanca grande, el proyector y la electricidad que llegaba a través de las escuelas. “Fuimos con nuestra propuesta a todo pulmón”, recordó el coordinador. Hoy cuentan con un equipo de audio y herramientas más actualizadas para el ciclo.

Primero pasaban documentales que no estaban relacionados con su cosmovisión, pero “era bueno y positivo” hacerlo porque se podían ver entre varias personas y hacer un análisis de la temática. Luego fueron incorporando obras que referían a la identidad indígena, la propia y la de Latinoamérica.

“Contar nuestra historia”

El coordinador de la Casa AWAWA aseguró que “el cine resultó positivo para la Comunidad porque lo que nos marcó fue que podíamos contar nuestra historia sin tener un maestro ciruela”. De las áreas que tiene AWAWA, Mujeres, Ambiente, y Cultura y Turismo comunitario, el ala Audiovisual fue la que más creció y “tenemos un gran orgullo” por ello, señaló Montellanos.

Dijo que se necesitaba generar una mirada “más protagonista” que “nos permita hablar con nuestros abuelos y conversar entre nosotros”, y en este sentido sostuvo que tanto el Estado nacional como el provincial no tienen una definición que logre una inclusión real de la historia indígena porque “nunca como pueblos nos sentimos adentro”.

Por eso, el ciclo de cine es muy importante. Además, “ponemos contenta a la gente con casi nada”. “Se genera una sonrisa con una experiencia nueva y positiva para la Comunidad”, destacó. Recientemente ganaron la convocatoria Cultura Imaginada, Edición Especial 2020 del Consejo Federal de Inversiones (CFI).

La llegada de la pandemia también causó impacto en la Comunidad San Isidro. Entre los miembros de AWAWA vieron la imposibilidad de seguir realizando sus actividades al aire libre, lo que resultó “muy duro porque nos sentimos encerrados y desolados”, agregó Montellanos.

La también coordinadora Marisa Sánchez, propuso visibilizar el trabajo del espacio a través de la web y surgió la problemática de cómo hacerlo porque “no le dábamos importancia a Internet”, reconoció Montellanos. Por eso, armaron páginas de Facebook e Instagram y recientemente empezaron a desarrollar un sitio web propio.

Cambiar la visión

La Casa de la Cultura AWAWA es una asociación civil que nació en 1999 y cuyo nombre reúne las siglas de las palabras quechuas Apuchaj Wawaj Wasin, que traducidas al castellano significan “casa del abuelo y del niño”. El nacimiento de AWAWA se dio por una crítica de la Comunidad San Isidro a la educación en las escuelas: “Sentíamos que se hablaba de los pueblos indígenas en tiempo pasado, y nosotros queríamos hablar en primera persona”.

Para poder cambiar esa visión, lo primero que definieron era que necesitaban un lugar físico propio que les permitiera hacerlo. Ese lugar fue la casa más antigua de la Comunidad, que pertenecía a Trinidad Rojas de Montellanos, abuela materna de Bernabé. Hoy cuentan con dos sedes, una en San Isidro y otra en Iruya.

La definición del nombre también estuvo ligada a cómo se cuenta la historia en las comunidades indígenas. “Tenemos una cultura que se transmite por la oralidad y sentíamos la necesidad que nuestros abuelos puedan contar las historias a través del relato y como lo vienen haciendo desde hace años”, indicó Montellanos.

Por Maira López / Página 12
Fecha: 26/12/2020

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