La Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca acaba de publicar la Serie Decires y Escritos Nº 13, titulada “La comunión de los indecentes”, compartimos el primer relato, un texto significativo de Alfredo Mires Ortiz, colaborador permanente del Orejiverde, sobre la enorme incidencia de los docentes en el contexto campesino, pero que por su importancia puede extrapolarse al contexto general de la educación rural y urbana.

Los homenajes suelen ser controversiales. En la Edad Media, el homenaje era el solemne juramento de fidelidad que un vasallo le hacía a un rey o a un señor feudal. Con los años eso derivó en el pacto que una persona le hacía a otra para garantizar que cumpliría con sus compromisos. En la actualidad, se entiende como homenaje al acto o serie de actos que se celebran en honor de una persona, una institución o incluso una fecha.

Por lo general, algunos homenajes se evitan mientras la persona esté con vida. Supongo que eso tiene que ver con la enorme confianza que inspira el género humano. Y no es para menos: en los últimos años hemos sido testigos de varias condecoraciones y títulos que han sido retirados; algo así como “Le quitamos el grado de Doctor porque acabamos de comprobar que incluso sus certificados de primaria han sido expedidos en el Jirón Azángaro”1, o “Devuélvanos la medalla porque se ha demostrado que usted es cabecilla de una 2 banda de cogoteros” 2.

Quizá por eso la tendencia es llevar a cabo los homenajes cuando la persona ya ha fallecido. Y entonces uno comprende, por ejemplo, por qué el escritor y dramaturgo español Enrique Jardiel Poncela pidió que se pusiera en su epitafio: “Si queréis los mayores elogios, moríos”.

Monseñor José Dammert cumple 100 años: él era un hombre honorable y probo, que merecía los homenajes en vida y los merece ahora que está ausente. Era un yach'aq, 3 un respetableruna 4: puedo decirlo no solo desde la franca amistad que nos juntaba, sino desde las discrepancias y las objeciones que también compartimos.

No me corresponde ahora abordar su biografía puesto que el tema que nos ocupa es el de educación y campesinado, en la medida de lo posible desde la visión de Dammert. Por eso, quiero empezar parafraseando un cuento de la profesora Helen Buckley.

Es acerca de un niño que va por primera vez a la escuela, ilusionado, feliz y orgulloso (como seguramente fuimos la mayoría de nosotros, hace algún tiempo, a nuestros centros educativos). En la primera clase, la maestra dijo: “Hoy vamos a hacer un dibujo”. El niño se alegró, sacó sus colores y empezó a dibujar gallinas y tigres, pero la maestra dijo: “Alto, no he dicho que pueden empezar: hoy día vamos a dibujar flores”, así que el niño dejó los tigres y las gallinas y se puso a dibujar, contentísimo, unas preciosas flores... pero la maestra dijo: “¡Un momento: yo les voy a enseñar cómo!”, y dibujó una flor rosada con un tallo verde. El pequeño miró la flor de la maestra y después miró la suya: su flor era más bonita, pero no dijo nada, obedeció y comenzó a dibujar una flor rosada con un tallo verde, igual a la de su maestra.

Pasó lo mismo al día siguiente, cuando la maestra les dijo que iban a hacer algo con barro. “¡Esperen! –dijo la maestra–, yo les enseñaré cómo hacer las cosas con el barro”. De modo que el niño aprendió a hacer con el barro lo mismo que hacía su maestra… Y así, muy pronto, el pequeño niño aprendió a mirar y esperar, a hacer las cosas iguales a la instrucción de su maestra, dejando de hacer las cosas que nacían de su corazón y de sus propias ideas.

Ocurrió que un día su familia se mudó a otra casa y el pequeño debió a ir a otra escuela. En su primer día de clase, la maestra dijo: “Hoy vamos a hacer un dibujo”, y el pequeño niño esperó a que la maestra le dijera qué hacer… pero la maestra no dijo nada y solo empezó a pasearse dentro del salón. Cuando llegó donde estaba el niño, le preguntó: “¿Estás bien, no quieres hacer tu dibujo?”. “Sí –dijo el niño–, pero, ¿qué vamos a hacer?”. “No sé –dijo la maestra–, lo que tú quieras hacer”. “¿Y cómo lo hago?” – preguntó el niño; “Como tú quieras”, contestó ella... Y el pequeño niño comenzó a dibujar una flor rosada con el tallo verde.

Por Alfredo Mires Ortiz.
La comunión de los indecentes. Monseñor José Dammert: Educación y campesinado. Conferencia Magistral presentada por Alfredo Mires en el Homenaje a Monseñor José Dammert Bellido, Obispo emérito de Cajamarca, en el centenario de su nacimiento. Lunes, 14 de agosto de 2017.
Glosario:
1- Conocida calle en el centro de Lima, la ciudad capital de Perú, en la que se falsifican todo tipo de documentos y títulos.
2- Modalidad de asalto y robo a los transeúntes, en la que un atacante estrangula a su víctima mientras otro le va hurtando todo lo que lleva encima.
3-Sabio, en lengua quechua.
4- Hombre respetable, alto calificativo en lengua quechua.
Fuente:
Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca. Serie Decires y Escritos Nº 13. La comunión de los indecentes. Primera edición: junio 2021
Fecha: 21/07/2021