Sarasola por siempre. La luminosidad de su muerte

Ya hace un mes que Carlos partió rumbo al Otro Lado. Aquellas otras dimensiones de la realidad que tanto le atraían...
Seguramente, algo de él sabía desde siempre, que un día – ¡aunque ahora nos parezca tan prematuro!- allí debía estar también presente, con toda su energía, dispuesto y pronto a seguir realizando alguna de sus queridas tareas. En pos de la causa indígena, o tendiendo puentes con otros hermanos del cosmos, o empujando por la consumación del nuevo Pachakuti, la revolución silenciosa con la que tanto soñamos... quién sabe…!
Mientras tanto, aquí… se nos abrió un cráter en el corazón… Difícilmente, sus espacios puedan ser llenados o continuados como él lo hacía. Carlos poseía una magia particular que lo hizo no sólo destacarse por su prolífera actuación profesional, sino ser querido por muchísimas personas. Allí donde él llevaba su palabra, desparramaba su jovialidad y compartía su pasión con entusiasmo. En todas partes, cultivó vínculos fraternos e inspiradores, que nos colmaron con demostraciones de afecto y reconocimiento durante este último mes. A todos ellos, vaya mi profundo agradecimiento.
Alguna vez, hace muchos años, cuando despuntaba nuestro amor entrelazado de sueños compartidos, le escribí algo a Carlos que titulé: “Para un antropólogo cabal”. Porque siempre sentí que para él, la antropología era mucho más que una cuestión académica. Fue su “profesión” en el más estricto sentido de la palabra. El“profesaba” con orgullo y valentía, su pasión por el conocimiento, su profunda identificación con los pueblos indígenas, su infatigable anhelo de justicia, su enorme confraternidad con los animales.
Tal vez, hasta trabajaba demasiado, corría mucho y descansaba poco. Sin embargo, era muy feliz así.
Aunque no pueda seguir escribiendo, o haciendo sus entrevistas por la radio, o dando sus clases y sus charlas, o planeando más viajes y ceremonias, sus líneas infinitas siguen hablando por él. Y estoy seguraque su sonoridad, aún del otro lado, también se escucha…
A mí me queda honrar y agradecer. Y cuando desde el fondo del pecho me tira la puntada del dolor, elijo quedarme con lo luminoso de su vida, con la gracia de haber compartido tantas aventuras existenciales, con ese resplandor que sigue alumbrando a través de su muerte…
Por Ana María Llamazares
Foto interior: Atardecer en la entrada a "El Paraíso", casa de Manuel Mujica Lainez en La Cumbre, Córdoba. Enero 2018
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- Escrito por Ana María Llamazares
- Categoría: El don de la palabra