Isla Tortuga. Mito De Origen Y Símbolo De La Resistencia
Sostienen los aborígenes norteamericanos que “vivimos sobre el caparazón de una tortuga, que cuando se mueve provoca los terremotos”, evocando el mito de origen nacido en las costas noratlánticas de América del Norte y actualmente difundido, con sus variantes, entre las tribus de todo el territorio como emblema de la identidad y defensa de los derechos indígenas.
Cuenta el mito que la Primera Madre y el Anciano vivían en el mundo del cielo, en cuyo centro había un gran árbol que alimentaba a los seres celestiales. Un día, el Anciano arrancó el árbol dejando un hueco por el que empujó a su esposa embarazada hacia el vacío. Mientras caía, ella fue recogiendo semillas del árbol y pedazos de su raíz.
Abajo sólo había agua, y, al verla caer, los patos unieron sus alas para evitar que se golpeara. Fue entonces que la tortuga salió del fondo del mar y la recibió sobre su caparazón que, sin embargo, no resultaba apto para la sobrevivencia.
Después de varios intentos, el ratón almizclero logró traer un puñado de tierra del fondo del mar para esparcirlo sobre la tortuga. Así se creó la tierra, donde fructificaron las semillas y la Primera Madre dio a luz a su hija. Esta, a su vez, quedó embarazada del Viento y dio a luz un par de gemelos. Uno sería el creador de los seres humanos y poblaría el mundo de todo lo bueno. El otro, de corazón frío y duro, sólo crearía dificultades, enfermedades y desgracias.
Finalmente, tras una batalla, el Espíritu del Bien derrotó al Mal y lo recluyó en una cueva. Sin embargo, éste liberó un ejército de sirvientes que, bajo las formas más variadas, impulsan a los humanos a cometer malas acciones. Ambos coexisten desde entonces en el mundo y en el alma de los humanos, en quienes conviven, inexorablemente, el bien y el mal.
ERASE UNA VEZ
Cuando en Sudamérica hablamos de AbyaYala, sabemos que nos estamos refiriendo al continente americano con el nombre con que la nación kuna de la actual república de Panamá nombró su territorio.
Algo similar ocurrió con el término Isla Tortuga, sólo que su difusión se debió a la migración, a mediados del siglo XVII, de un grupo de pueblos algonquinos del noreste norteamericano –ubicados sobre la costa atlántica, a la altura del río San Lorenzo- a causa de la Guerra de los Castores, desatada por de la expansión territorial de la confederación iroquesa, con la que compartían el mito de origen y muchos otros rasgos culturales.
Larga y sangrienta, esta guerra empujó a los migrantes –autodenominados anishinaabe, -las personas, los primeros pobladores o los que están en el camino del Creador- a lo largo y el sur de los Grandes Lagos,en el actual límite de Canadá y Estados Unidos,hasta el oeste del río Misisipi. En este recorrido se dio un concierto de alianzas con otros pueblos, como el Concilio de los Tres Fuegos, con los ojibwa, ottawa y potawatomi. Desde allí, la expresión Isla Tortuga se desparramó hacia Canadá y las llanuras centrales y el oeste norteamericano nombrando la tierra donde habitó la Primera Madre, donde se originó la humanidad y donde los pueblos indígenas reclaman su territorio y su pertenencia.
WIGWASAAK, LA MEMORIA DE LA CULTURA
Si bien la transmisión del mito de origen iroqués-anishinaabe se realizó principalmente por medio de la narrativa oral, es importante destacar la existencia entre estos pueblos de rollos de corteza de abedul donde, desde antes de la llegada de los europeos, se grabaron o pintaron signos y escenas representativas de su historia, conocimientos y creencias.
Denominados wig asaak, su propósito ha sido, y sigue siendo, por un lado, el de preservar datos concretos del pasado, como la gran migración hacia el oeste, pero también la conservación de la memoria mítica juntoa conocimientos para la sanación, canciones y procedimientos rituales.
En su condición de sagrados, los wig asaak son objeto de gran respeto y custodiados en las midewiwin, o Grand Medicine Society (Gran Sociedad Medicina), aunque también se los ha encontrado enterrados u ocultos en cuevas.
Las midewinwinson logias religiosas radicadas a ambos lados de los grandes lagos norteamericanos, donde los mide, guías espirituales y sanadores tradicionales, predican antiguos principios de vida acordes con la cosmovisión anishinaabe (principalmente la ojibwa) en base a la tradición oral y los wigasaak.
ABYA YALA –ISLA TORTUGA, AMÉRICA DESDE ADENTRO
Dado que la narración de los mitos de origen es parte fundamental del rito al fortalecer el sentido de pertenencia espiritual que cohesiona al grupo, la narración de la Isla Tortuga como origen de Norteamérica parece haberse expandido con las migraciones y contactos entre pueblos. Y no es difícil entender cómo, del el aura mística centrada en el midewiwin fue pasando a otras reuniones no religiosas, como pilar de la pertenencia indígena y la búsqueda de sentido en medio del caos.
De allí que, desde 1970, la imagen de la tortuga y la leyenda Isla Tortuga – Turtle Island, en inglés- aparecen en toda Norteamérica en el estampado de remeras, prendedores, tazas y sombreros, hoteles, etc. Pero también en el nombre identificatorio de organizaciones comprometidas con el ambientalismo y la defensa de los derechos indígenas, como la Red Ambiental Indígena De La Isla Tortuga, medios de difusión como el Turtle Island News o centros de estudiantes en algunas universidades.
Y aunque el término Isla Tortuga no haya sido aún usado oficialmente con toda su carga política como ha sucedido con la expresión Abya Yala (en la II Cumbre Continental de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas de Abya Yala -Quito en 2004- y en 2007 en Guatemala en la III Cumbre) en contraposición al término América, ambos refieren al hecho de que estas tierras ya no se nombran ni se viven desde la perspectiva europea, sino que empiezan a mostrarse como símbolo de autoafirmación y reconocimiento de una identidad propia.
Por María Ester Nostro
Fuentes:
Roufs Timothy G. (Ed) When Everybody Called Me Gabe-bines, "Forever-Flying-Bird": Enseñanzas de Paul Buffalo Universidad de Minnesota Duluth.
www.thecanadianencyclopedia.ca
Fecha: 22/08/2022
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- Escrito por Maria Ester Nostro
- Categoría: El don de la palabra