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La estatua del ex presidente Julio A. Roca será restaurada y reubicada, según las autoridades. El monumento a Julio A. Roca, que gobernó Argentina a finales del siglo XIX, será retirado de espacio central que ocupa en la ciudad de Bariloche.

Tras una larga polémica, el Gobierno municipal ha obtenido la autorización de la Comisión Nacional de Monumentos para el traslado.

Cada tanto no está de más revisitar temas relativos a nuestra historia, a los hermanos indígenas y sus derechos, más aún cuando ciertas perspectivas insisten con una distorsión peligrosa de los hechos. En los últimos días, algunos debates en distintos medios, nos llevan a hacer reflexiones sobre puntos de nuestra historia, como para seguir contribuyendo a una más cercana visión de ella en la cual -y más allá de las innegables diferencias que seguirán existiendo- los argentinos podamos reconocernos.

El adjudicar visiones o interpretaciones de la historia a la exclusiva perspectiva ”populista” como han hecho últimamente ciertos análisis nos parece un gran error y una mirada más que superficial. Por otro lado muchos de los que desde hace décadas trabajamos con los pueblos indígenas y la inmensa mayoría de ellos, sabemos que la cooptación de los originarios por los proyectos políticos partidarios de turno es uno de los peores venenos para sus justas causas. Así que si no se mezcla y se confunde lo político partidario con el análisis de ciertas cuestiones, mucho mejor.

Se niega el genocidio de los pueblos indígenas y se niega que el general Roca lo haya llevado a cabo. Entendiendo por genocidio a “cualquiera de los actos implementados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”, debemos decir que infinidad de alocuciones, escritos, declaraciones y finalmente los propios hechos consumados, confirman esa voluntad que el Estado argentino tuvo hacia los pueblos indígenas de Pampa. Patagonia y Chaco, con un claro punto de partida en 1820 con el gobernador Martin Rodríguez.

Desde ese momento y más allá de interregnos de negociaciones y status quo, el Estado argentino llevó a cabo campañas militares en una escalada que se extendió durante casi sesenta años y que fue diezmando a las comunidades hasta que el general Roca, violando los tratados suscriptos con los principales caciques y desconociendo la voluntad de estos por la coexistencia con la nueva sociedad, decide –con la anuencia del Congreso- la toma por la fuerza de los territorios indígenas. Esa campaña de Roca (1879-1885) que ni los presidentes Mitre y Sarmiento se habían decidido a realizar, marca irreversiblemente al Sr Roca como el que encarnó y consumó un genocidio que aún hoy está vivo en la memoria de los descendientes.

La autodenominada campaña o conquista del desierto” fue un genocidio y un etnocidio verificado en infinidad de alocuciones, escritos, declaraciones y finalmente en los propios hechos consumados, que confirmaron la voluntad que tuvo el Estado argentino hacia los pueblos indígenas de Pampa. Patagonia y Chaco.

A partir de 1820, los sucesivos gobiernos llevaron a cabo decenas de campañas militares en una escalada que se extendió durante casi sesenta años y que fue diezmando a las comunidades hasta que el general Roca, violando los tratados suscriptos con los principales caciques y desconociendo el propósito de estos de coexistir con la nueva sociedad, decide –con la anuencia del Congreso y los sectores de poder políticos y económicos de turno- la toma por la fuerza de los territorios indígenas. Esa campaña (1879-1885) marca al Sr. Roca como el que encarna y consuma un genocidio que aún hoy sigue sin ser reconocido ni reparado por parte del Estado argentino.

Todas las justificaciones políticas, económicas, militares, religiosas y demás que se esgrimen todavía desde las tribunas de los partidarios de la autodenominada “conquista del desierto” son encubrimientos que intentan ocultar lo inocultable: el despojo de los territorios a los pueblos originarios y la destrucción de sus formas de vida.

En aras de que los argentinos podamos construir definitivamente una sociedad que pueda avanzar sin olvidar, respetuosa de la diversidad cultural y las diferencias, inclusiva y alentadora de la convivencia y de la paz, resulta incompatible asociar el avance de un país en cualquiera de sus aspectos con un genocidio que implicó para los argentinos una profunda automutilación como pueblo.

Siempre pensamos que hubiera sido de la Argentina si todos los pueblos indígenas que fueron aniquilados por la conquista hispánica primero y por el Estado argentino después, estuvieran hoy con nosotros. Sería maravilloso contar con la presencia de estos pueblos extraordinarios, con grandes cosmovisiones y realizaciones admirables en todos los órdenes. Pero están presentes sus espíritus y están presentes sus otros hermanos, que siguen firmes y de pie, y que han tomado sus legados, ayudando hoy –más allá de los negadores, discriminadores y racistas de siempre- a construir sociedades pluriculturales en donde el respeto por las diferencias sea la regla.

Por nuestra parte seguiremos plantando las semillas que contribuyan a esos propósitos, a la defensa de los legítimos derechos de los pueblos indígenas y al respeto por su historia, que no es otra cosa que el respeto por nosotros mismos.

Por El Orejiverde
Fuente: MARTÍNEZ SARASOLA, Carlos.2013 [1992] Nuestros Paisanos los Indios. Vida, historia y destino de las comunidades indígenas en la Argentina. Buenos Aires, Del Nuevo Extremo.
Fecha: 28/07/2023

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