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El jefe de los pehuenches lideró junto a sus hermanos mapuches y tehuelches la resistencia a los “conquistadores del desierto” en Neuquén. Un gran cacique, poco conocido por la historia argentina

Durante todo el siglo XIX se dio al interior de las pampas argentinas la consolidación del poder de los pueblos originarios, expresado en el dominio de lo que se conoce como los “territorios indígenas libres” y la presencia de fuertes cacicazgos que se manifestaron en toda su magnitud desde el 1830 aproximadamente y hasta el fin de la autodenominada “conquista del desierto” en 1885.

En esa región de la Argentina se decidió el destino posterior del proyecto de Nación que conllevó la exclusión de los pueblos indígenas. Más al sur mientras tanto, en el actual territorio de la provincia de Neuquén, se libraban las últimas acciones de resistencia de los caciques de la región con sus tribus de origen tehuelche, mapuche y pehuenche lideradas en gran medida por Valentín Saygüeque, el Señor del “País de las Manzanas”.

Los grandes cacicazgos del Neuquén

Todos estos centros del poder indígena si bien permanecieron alejados de los vaivenes políticos y enfrentamientos que caracterizaron todo el transcurso del Siglo XIX entre las comunidades originarias pampeanas de Tierra Adentro con Buenos Aires y las zonas de frontera, y aún permanecieron ajenas a las enfrentamientos que formaron parte de la primera etapa de la “conquista del desierto”, finalmente terminaron involucradas y los territorios indígenas neuquinos también fueron tomados por el Estado nacional.

En primer lugar encontramos a Valentín Saygüeque, tehuelche-voroga, cacique general del “País de las Manzanas” o de la “Gobernación Indígena de las Manzanas” como solía encabezar su correspondencia, asentado en el sur del Neuquén y en toda la región del Lago Nahuel Huapi. Fue el último de los grandes lonkos en rendirse al Ejército argentino, junto con Foyel.

Integraban el Consejo de la Gobernación Indígena de las Manzanas los caciques Antonio Modesto Inakayal; Foyel Payllakamino; Juan Ñancucheo; Chacayal; Molfinqueupo, entre otros.

En segundo lugar estaba el cacicazgo de Santiago Reuquecurá, mapuche huilliche, hijo del cacique Huentencurá -hermano de Calfucurá- con territorios más al norte del País de las Manzanas, hacia el centro de la provincia de Neuquén.

Finalmente estaba un tercer gran cacicazgo, el de Feliciano Purrán, pehuenche, asentado al norte de las tolderías de Reuquecurá, en el norte del Neuquén.

Purrán, otro de los grandes lonko

También conocido también Pichipran, Purrán o Pran, Feliciano Purrán era de origen pehuenche, nacido probablemente en el barrio de “La Chimba”, en Mendoza. Fue un cacique de gran poder y riqueza, basada en las haciendas que poseía en su amplio territorio y probablemente por el haber descubierto unas minas de oro, metal que se dice comerciaba.

Las distintas fuentes estiman que en el máximo momento de su apogeo puede haber llegado a contar con unos dos mil “indios de lanza”. Líder carismático por antonomasia, su nombre fue traducido originalmente como “vale por ocho” o también “ocho tigres” (“purra”, número ocho y “nao” apócope de nahuel –puma, tigre) aunque hoy existen otras interpretaciones.

La riqueza del cacique había llegado a oídos del entonces coronel Julio Roca, quien indignado le escribe en 1876 al ministro Alsina una carta en la que desnuda su obsesión de siempre: la conquista de los territorios indígenas y el aniquilamiento de las comunidades: “Me dicen que hay indios muy ricos y muy adelantados entre los pehuenches (...) Purrán, cacique importante cuida (...) bastante números de vacas que algunos hacen subir a diez mil (...) Otros caciques arriendan sus campos (...) Un indio tiene una estancia en las costas del Barranca... parece pués que está de por medio el honor de la Nación en averiguar qué hay de verdad en todo esto y que provecho se puede sacar de estas tribus; saber si son aptos o no para el trabajo o tienen que sucumbir como los Pieles Rojas ante las necesidades siembre crecientes de la Civilización”.

Como otros lonkos de la época no se conoce retrato ni fotografía que nos haga saber de su figura, pero un testigo directo de su captura, el teniente coronel Guillermo Pechmann, lo vio cuando era un soldado de dieciséis años y asi lo describe: “Era alto, medía quizás un metro setenta. Era grueso y fornido y de cara lampiña. Usaba bigotes delgados sobre el borde del labio. Tenía cara redonda, ojos negros y una mirada simpática. El pelo era negro, recortado sobre los hombros. Como cualquier gaucho de la época. Vestía camisa blanca, saco y chiripá de paño negro y calzoncillos cribaos: Sus botas eran de caña larga y usaba sombrero”

“Señor Ortega: yo estoy en mi casa y Ud. es un forastero”

En los últimos años de su actuación tuvo estrecha relación con los caciques de Neuquén, especialmente con Saygüeque. De hecho cae prisionero en esas tierras originarias. En 1873 -y luego de un convenio suscripto en 1870 con las autoridades chilenas- había firmado un trascendente tratado de paz con el gobierno argentino, pero las presiones del ejército sobre él y su tribu acaban con su liderazgo a principios de 1880, cuando es tomado prisionero luego de una tenaz resistencia.

Como otros caciques también utilizó hasta último momento la vía diplomática intercambiando cartas con los jefes militares que cerraban cada vez más el cerco sobre él.

En diciembre de 1879, muy poco antes de ser capturado, envía desde el “Campamento de las fuerzas indígenas” una carta dirigida al teniente coronel Ortega, jefe de las fuerzas militares acampadas en Chosmalal, que es todo un testimonio de su pensamiento y su decisión de defender sus campos:
“Tengo reunidos 3000 hombres de pelea que no molestan y otros 3000, en el territorio sud que defienden intereses y vidas. Ud, Señor Ortega, nos hace proposiciones de amistad, pero es Ud. quien debe mandar un jefe, porque yo me considero en mi casa y Ud. es un forastero. Dígale a Isaac Torrres que venga en compañía de algún jefe u oficial y con toda confianza, pues se sabe muy bien que somos amigos de harto tiempo y deseamos amistad y paz. Si Ud. se muestra caballero, nosotros corresponderemos igualmente; si Ud. se muestra generoso, nosotros también lo somos. He hecho una Junta general para consultar a todos los caciques sobre la paz y amistad.Comparecieron aquí con su gente de pelea: José Félix Purrán, Guiquillán, Andal, Curalén, Ñancupí, Cuenten, Meliqueo, Llancamill, Güenupil, Nagüelao, Valentín Sayhueque, Namuncurá, Nacayal y otros 20 más”.

Muy poco después, el 25 de enero de 1880 cae prisionero en Lonquimay. Trasladado al cuartel general de Retiro en Buenos Aires y luego a la Isla Martin García, permaneció allí ocho años donde compartió cautiverio con el lonko Vicente Catrunao Pincén entre otros. Compartió con este otro gran cacique la manera en que dejó el plano terrenal, porque se perdió misteriosamente y nunca más se supo de él, casi transformando su historia en una leyenda.

Cuando lo liberaron Purrán fue trasladado a Chos Malal desde donde se fugó perdiéndose para siempre en la Cordillera. Algunos dicen que terminó sus días en el actual Chile, pero lo cierto es que hasta el momento no se cuenta con verificación de ello.

Las actuales comunidades mapuches del norte neuquino, integrantes del Consejo Zonal Picunche se consideran emparentadas con el linaje de este gran lonko, incluso algunos paisanos se consideran mapuche-pehuenches además de registrarse una importante presencia del apellido. La memoria del gran “Ocho tigres” sigue viva. Y honrando más que nunca su legado.

Por El Orejiverde
Fecha: 01/02/2023

Referencias:
Curruhuinca-Roux. Las matanzas del Neuquén, Bs As, Plus Ultra, 1985
Estévez, Juan José. Pincén, vida y leyenda, Bs As, Biblos, 2011
Hux, Meinrado. Caciques Pehuenches, Bs As, Marymar, 1991
Martínez Sarasola, Carlos. La Argentina de los caciques, Bs As, Del Nuevo Extremo, 2012
Pechmann, Guillermo [1918] El Campamento de 1878, Bs As, Eudeba

Notas relacionadas

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