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Con preeminencia ranquel y presencia de mapuche y günün ä küna, los indígenas muestran una vitalidad que emerge entre las organizaciones históricas y las novedosas reconstrucciones comunitarias con eje en la espiritualidad.

En los anuarios estadísticos que publica el gobierno de La Pampa hay un breve apartado sobre antecedentes históricos referidos a la población de la provincia.


Señala a las comunidades tehuelches (günün ä kena o günün a küna) de Patagonia y el actual centro de Argentina y a los ranqueles, cuyo protagonismo tuvo un cambio con la irrupción definitiva de los mapuche a mediados del siglo XIX. Las similitudes culturales entre ellos terminaron por dar forma heterogénea y diversa a estos pueblos cuya “existencia comunitaria” se vio interrumpida violentamente a fines del siglo XIX. Los censos nacionales de población realizados en 2001 y 2010 tuvieron como novedad preguntas sobre Pueblos Originarios que apuntaban a la identificación de hogares que expresaran su pertenencia a alguno de los pueblos preexistentes que habitan el territorio nacional y, por otro lado, al reconocimiento de alguno de esos pueblos en particular. Según el censo de 2010, la provincia tenía un total de 318.951 habitantes, de los cuales 14.086 se reconocieron como miembros o descendientes de pueblos originarios. Por lo tanto, en la actualidad el 4.41% de la población pampeana es o se reconoce como descendiente de los pueblos originarios. Es probable que este número sea mayor, debido a que las personas que conforman ese grupo suelen negar su pertenencia o incluso desconocerla.

No vamos a sintetizar aquí una realidad tan compleja como es la de los pueblos originarios de La Pampa en el actual contexto de globalización de la cultura occidental, sino simplemente esbozar las diferentes realidades de la provincia, así como también mostrar cómo es la relación de las comunidades con los Estados provincial y nacional.

El patrón socioeconómico de La Pampa replica las desigualdades y asimetrías que se dan en el orden nacional. Por un lado existen centros urbanos importantes y, por el otro, pequeños pueblos vinculados a los ámbitos rurales.

Gran parte de la provincia está constituida por pueblos cuya realidad está más asociada a los ámbitos rurales y la existencia de una población rural dispersa cuyo número asciende 16.381 habitantes. Es en este contexto donde se destaca la presencia de las comunidades ranqueles que constituyen el Consejo Provincial de Lonkos (aunque también tienen presencia en los centros) y familias del Sudoeste de la provincia que se han declarado como miembros del pueblo mapuche. En este marco se destacan realidades diferentes, pero también muchos aspectos comunes referentes a los reclamos por la titularidad de las tierras ante el Estado provincial. Uno de los puntos más álgidos en este sentido tiene que ver con la situación de familias mapuche de la zona de 25 de Mayo, que reclaman hace tiempo ante el Ente Provincial del Río Colorado que se respeten sus derechos sobre algunas parcelas que estarían en conflicto con este organismo provincial. En este sentido se enmarcan los reclamos realizados por comunidades ranqueles del Oeste provincial con tensas situaciones de desalojo que no tienen respuesta por parte del gobierno provincial.

El reclamo por los derechos y el acceso a la tierra, temas vinculados con la salud, vivienda, acceso a servicios básicos de las personas que conforman las comunidades y los debates sobre la participación en la reglamentación de la ley provincial de Educación Intercultural Bilingüe han provocado algunas fisuras en el seno del Consejo Provincial de Lonkos. Este Consejo constituye el órgano por el cual el Estado provincial reconoce e institucionaliza la participación de las comunidades indígenas, previo cumplimiento de los requisitos de la normativa vigente para acceder a la personería jurídica otorgada por la Provincia, el Estado Nacional y/o a aquellas comunidades que estén legalmente constituidas.

Actualmente, el Consejo está integrado por distintas comunidades ranqueles de toda la provincia, aunque las diferencias en torno al desempeño de su actual dirigencia ha llevado a que un grupo de comunidades del Oeste provincial hayan tomado la iniciativa de conformar una nueva organización que cuenta con la participación de comunidades ranqueles disidentes, y miembros de los pueblos originarios wichí, huarpe, mapuche y descendientes que no participen de comunidades legalmente constituidas.

En los centros urbanos densamente poblados (Santa Rosa, General Pico, Toay, Eduardo Castex) donde viven indígenas como “ciudadanos occidentales”, el desafío consiste en revertir un proceso de aculturación cuyo tiempo abarca al menos dos generaciones o más. En este marco, el desafío consiste en iniciar un proceso de reetnización centrado en la recuperación de los valores ancestrales, la cosmovisión y las prácticas de la “existencia comunitaria” con el objeto fortalecer el newen (fuerza/energía) de las personas y de su comunidad. Teniendo en cuenta el contexto urbano y la historia del proceso de aculturación recuperar las prácticas de la “existencia comunitaria” resulta fundamental, especialmente para que las personas recuperen el vínculo con la naturaleza y todos sus elementos. Este es el contexto actual de los descendientes del cacique Pincén que viven en Santa Rosa y General Pico y que se han unido a sus hermanos del lof günün ä küna-mapuche Vicente Catrunao Pincén cuyo proceso de reetnización tiene una historia de 20 años. No obstante ello, para las familias de Santa Rosa y General Pico, se trata de un proceso incipiente del cual también participan ranqueles. Continuar este camino dependerá de la voluntad de las personas, y de recuperar aquellas prácticas vinculadas a la “existencia comunitaria” y el fortalecimiento de su espiritualidad.

Los pueblos originarios de La Pampa han recorrido un camino con muchas dificultades, marcado por la negación de su existencia y la fuerte apuesta a que los procesos de aculturación realicen el resto del trabajo. Sin embargo, un proceso silencioso de resistencia permitió la restitución de los restos de Mariano Rosas a su Leuvucó natal en el año 2001 marcando un hito que le dio impulso a las comunidades a la luz de los nuevos derechos reconocidos en la reforma constitucional de 1994. Hace poco, el reconocimiento del Municipio de Santa Rosa al cacique Pincén en el año 2013, materializado en una bella escultura de metal, estimuló a sus descendientes para iniciar un proceso de reetnización uniéndose a la ya mencionada comunidad Catrunao Pincén. La actualidad de todos estos grupos es diversa y compleja, evidenciando procesos de fortalecimiento y debilitamiento al mismo tiempo –como ya vimos en el caso del Consejo de Lonkos- mientras persisten los reclamos por los derechos y el acceso a la tierra, la vivienda, la salud, los servicios básicos y la educación intercultural.

De todas formas y como ya señalamos, el 4.41% de la población pampeana es o se reconoce como descendiente de los pueblos originarios sean estos ranqueles, mapuche o günün ä küna-mapuche y aún wichí o huarpe, Es muy probable que seamos más. La realidad señala que todos nosotros convivimos en una sociedad que ha quebrado las relaciones fundamentales de la “existencia comunitaria”; es decir, las relaciones entre nosotros como personas y entre nosotros con la naturaleza. Recuperar esas prácticas en nuestra memoria y ponerlas en acción en nuestra vida cotidiana nos permitirá recuperar nuestra esencia. Así, y solo así, podremos volver a ser nosotros mismos.

Fuente: Daniel Pincén
Fecha: 7/08/2015

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