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Mapuches de Bariloche ubicaron un cartel para marcar el emplazamiento de un llellipuwe. Veinte días después, apareció destruido… Ahora impulsan un proyecto de ordenanza para que sea el municipio intercultural el que garantice su preservación

Cuando la oscuridad comenzó a disiparse, pudo verse que la nevada había alcanzado las orillas del lago en su margen norte. Iban dos semanas de primavera pero en la cordillera, el invierno demora en retirarse. La fila de mujeres terminó el llellipun y los hombres gritaron por cuatro veces en dirección al Sol, que todavía remoloneaba entre montañas y nubes. El quejido ancestral del ñorkin perforó el silencio de la mañana, que también se batía en retirada ante el creciente fragor citadino. Llegó el momento de rodear las ofrendas también por cuatro oportunidades antes de tomarlas y ofrecer al ngen (guardián) del Nahuel Huapi, los restos de yerba y muday que no se habían usado en la rogativa. La ceremonia había terminado pero todavía quedaba trabajo por hacer.

Sobre la misma playa y a unos cientos de metros de la Terminal de Ómnibus de San Carlos de Bariloche, escenas similares se reiteran periódicamente desde hace 15 años. Es que en el camino que transita por el fortalecimiento de su espiritualidad, diversas instancias mapuche de esta ciudad eligieron al lugar como lepun o llellipuwe, es decir, el sitio donde se llevan a cabo los llellipun. Es el momento en el cual se establece comunicación con el newen o fuerza predominante de este espacio territorial: el lago Nahuel Huapi. Allí condujeron ceremonias sabias pillankuze, allí saludaron a las energías ancianas y nuevas machis de distintas procedencias, allí se recibe a los recién nacidos y también se despide a los mayores que parten hacia la Püllü Mapu o Tierra de los Espíritus. En invierno o en verano, bajo el brillo del Wenu Leufu (Río del Cielo – Vía Láctea) o debajo de bóvedas nubosas.

Pero en los últimos tiempos, rumores inquietantes dejaron escucharse en las calles de la ciudad. Si bien no hay viviendas u otras construcciones inmediatas al espacio ceremonial, su ubicación es netamente urbana. En toda la cordillera, desde 2002 a la actualidad se vive un boom inmobiliario y turístico que no sólo se mostró poco respetuoso de la preservación de la naturaleza, en más de una ocasión pasó por encima de los derechos de los pueblos indígenas, como bien sabe la comunidad mapuche Paichil Antreao de Villa La Angostura, en la otra orilla del mismo lago. Los comentarios eran imprecisos pero no por eso menos preocupantes: referían a un complejo turístico de origen sindical, que avanzaría sobre los terrenos que median entre la Terminal, las vías del tren y la costa lacustre. Ante la posible amenaza, el Espacio de Articulación Mapuche y Construcción Política (EAMyCP) decidió señalizar el llellipuwe.

Hacer práctica la interculturalidad

Se trata de un ámbito organizativo donde conviven mapuches de distintas trayectorias y experiencias. Surgió en 2010 para ver de qué manera podían hacerse efectivos los derechos que la Carta Orgánica Municipal de San Carlos de Bariloche, había reconocido al pueblo mapuche en 2007 y que hasta entonces, sólo brillaban en el papel. Después de un intenso trabajo, precisamente de articulación y de diálogo con distintas expresiones del poder político, el EAMyCP logró que en junio de 2015, el Concejo Municipal aprobara por unanimidad que el municipio se reconociera intercultural. Lejos de concluir, la tarea recién comenzaba.

Precisamente, el artículo 210 de la Carta Orgánica establece que en relación al pueblo mapuche, la Municipalidad “reivindica el valor de su cultura y espiritualidad, respetando la integridad de sus lugares sagrados”. Pero como en general la potencia del “mercado” suele llevarse por delante las normativas, las y los mapuches que forman parte del EAMyCP asumieron la determinación de advertir que sobre esa playa generalmente ventosa, no caben las especulaciones inmobiliarias ni los emprendimientos turísticos. Allí son otros los valores que se despliegan, otras las lógicas que deben prevalecer.

Avanzaba la mañana del 6 de octubre. Al finalizar la ceremonia y mientras comenzaban a circular mates y tortas fritas, las primeras paladas ahondaron orificios para la instalación del cartel bilingüe: “Hacía rato que teníamos intenciones de señalizar este lugar, pero ahora finalmente lo hicimos porque hay rumores de que aquí llegarían intereses inmobiliarios”, expresó Sandro Rivas Pichicura, uno de los participantes de la acción. “Para nosotros este lugar es sagrado y por fin, estamos logrando que la Carta Orgánica Municipal deje de ser letra muerta para convertirse en una realidad”, sumó Sanmartiniano Painefil, veterano referente de la organización mapuche. Añadió que si bien la acción corrió por cuenta de su ámbito, el espacio ceremonial “es para todo el pueblo mapuche, más allá de comunidades u organizaciones”.

El cartel se levantó a unos metros dela playa con una inscripción en mapuzungun o idioma mapuche, con su interpretación en castellano: “Este es lugar ceremonial, es un lugar donde el pueblo mapuche hace su ceremonia ancestral, espacio donde nos comunicamos con la fuerza del Nahuel Huapi”. Podía verse sin dificultades desde la calle que corre paralela al lago. Duró menos de 20 días: aquel domingo en que se celebró la primera vuelta de las elecciones nacionales, uno de los peñi fue a matear al lago con su familia y encontró que la señalización yacía sobre el pasto, desmontada y parcialmente destruida.

Rumiar la respuesta

Después de la previsible bronca, el EAMy CP respondió con una publicación en las redes sociales que se multiplicó rápidamente y logró la solidaridad de vastos sectores barilochenses, además de muestras de apoyo por parte de mapuches de otros espacios territoriales. No faltaron quienes ofrecieran dinero para solventar el levantamiento de un nuevo cartel. El post en Facebook decía: “No es que nos paralizó la rotura ni que la aceptemos mansamente: estamos rumiando la respuesta. Quienes fueran, sepan que hicieron pedazos una madera pero al mismo tiempo, reavivaron un gran fuego. Al resto de la sociedad le decimos que nos habita el enojo pero que éste no nos cegará: sabemos que junto con nosotros y nosotras, caminan los newen y los espíritus de nuestros mayores. Desde los tiempos de Leftraru sabemos que por cada mapuche que cae se levantan diez, entonces no nos vamos a desanimar por un cartel. Pero advertimos: no se atrevan con nuestro llellipuwe. Ni nosotros seremos capaces de controlar al ngen del Nahuel Huapi”.

Curiosamente, la destrucción del cartel logró más repercusión mediática que su instalación. Si bien en el Centro Cívico de la ciudad todavía se muestra insultante el general Roca desde su tenaz monumento, no es para desdeñar la corriente de opinión que acompaña las demandas del pueblo mapuche y admite que a fines del siglo XIX, aquí se practicó un genocidio. Los intolerantes que desmontaron la señalización provocaron sin preverlo, un triunfo político para los mapuches.

Después de su destrucción, el EAMyCP apuró un anteproyecto de ordenanza para que con su sanción, sea el propio municipio intercultural el que asuma la obligación de señalizar y preservar el llellipuwe. Entre los concejales que iniciarán su mandato el próximo 8 de diciembre se encuentra Cristina Painefil, una mujer que si bien proviene de militancias partidarias, se convertirá en la primera concejala mapuche en la historia de esta ciudad. Mientras se pule el articulado de la iniciativa, ya anunció el respaldo del futuro bloque mayoritario a la propuesta. De prosperar, obligará a varias dependencias municipales a trabajar para demarcar el espacio sagrado y que se respete su integridad. Todo indica que el cometido llegará a buen término, aunque el racismo y la intolerancia todavía gocen de buena salud. Las razones de la porfía mapuche vienen de más larga data y se sustentan en convicciones ancestrales muy poderosas.

Por Adrián Moyano
Fecha: 20/11/2015

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