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Emociones vividas en ocasión de una visita al Centro Ceremonial Otomi, lugar sagrado en el estado de México, donde conviven la presencia y el olvido

En nuestra reciente visita a México conocimos muchos lugares y personas indígenas, entre ellas a una hermana que nos esperaba. Ella pertenece a la comunidad mazahua, una mujer luchadora y de gran corazón, su nombre es Francisca Feliciana García Martínez. A Feliciana jamás la había visto, no la conocía, nuestros contactos eran solo por correo y teléfono. Habiamos quedado de reunirnos en Toluca, lugar que tampoco conocía pero ahí estaba yo en la Terminal, esperando a que apareciera, ahí estaba yo entre la incertidumbre si la reconocería y si realmente Feliciana vendría. Como toda mujer originaria cumplió Charlamos y nos habló de varios lugares a visitar, le aclare que a mí me interesaba conocer los lugares espirituales cargados de energía ancestral. Entonces ella me habló del hermoso Centro Ceremonial Otomí.

Llegamos a Temoaya cuando el sol del mediodía no alcanzaba a cortar el frío del aire húmedo. Estábamos a más de 2,500 metros sobre el nivel del mar y rodeados de bosques. Encontramos un pequeño mercado donde se ofrecían todo tipo de garnachas (comidas tipicas del sur del pais) con sabor a maíz, ese que no es transgénico, hongos, flor de calabaza, nopales y los aromas de las frutas que nunca han pasado por un contenedor o la refrigeración. Compramos frutas y continuamos el viaje.

Historia del lugar sagrado

Los otomíes son uno de los cinco grupos indígenas que pertenecen a la familia lingüística otomi pame. Su centro ceremonial se encuentra asentado en una región boscosa poblada de pinos y encinos, y en medio de paisajes de gran belleza, que alberga fauna silvestre, de la cual la más abundante es el venado, su animal sagrado.

Es un recinto religioso abierto que muestra la presencia de la etnia otomí, la cual se estableció en este valle hace más de 3.000 años. Construido en 1980, es uno de los dos centros ceremoniales que se crean gracias al movimiento indígena mazahua de los años ´70 y mediados de los ´80 promovido por el profesor Julio Porfirio Garduño Cervantes y líderes comunitarios. Se contó también con el apoyo de los delegados de las comunidades y comisariados ejidales, y con la ayuda del gobernador del Estado de México por aquellos años, uno de los mejores gobernadores según Feliciana, pues entendió la necesidad de sus hermanos indígenas. A Jorge Jiménez Cantú -que de el se trata- se le nombró Hermano Mayor de los mazahua y otomíes ( Ta Kuarma ) por su decisión de proporcionar un espacio para las celebraciones originarias.

Sin embargo ha pasado el tiempo y hoy este lugar no está administrado por los indígenas, según Feliciana “nunca estuvo administrado por los otomies pues pertenece a una oficina de la CEPANAF, la Comisión Estatal de Parques Naturales y de la Fauna. Hoy allí se hacen varios eventos supuestamente para los indígenas pero como los llaman algunos autores ya son solo folclorismos e incluso están muy politizados. En los años 90 se filmó una película del agente 007 James Bond y el año pasado se hizo un evento para un canal de televisión de México, todo lo cual -al estar de la opinión de varios intelectuales involucrados en la causa de los pueblos originarios- “produce la violación de los derechos de los otomíes”.

Símbolos ancestrales y espirituales

El Centro Ceremonial se levanta casi en las faldas del cerro de Las Navajas, a unos 2.800m sobre el nivel del mar. Llegar hasta aqui nos llevó casi 3 horas desde el Distrito Federal (DF). Al caminar y ver desde lejos toda esa monumentalidad, los cinco sentidos despertaron para contemplar su majestuosidad, mirábamos asombrados esta gran construcción mientras subiamos escalón tras escalón, muy altos ellos. A lo lejos divisamos montañas, verdes, azules, bosques que abrazan este lugar, escuchábamos los pájaros en los arboles, aromas de tortillas recién hechas, ya que muy cerca está el mercado de artesanías y comidas típicas....Por fuera parece que no hay nada, pero cuando uno ingresa parece un lugar donde pasó el Arco Iris y dejó su esencia, tapetes de colores, camisas bordadas, otras hechas en telares, todo el arte tradicional del lugar, hasta los dulces eran multicolores con su aroma a azúcar recién quemada.

Una vez arriba llegamos a la plaza del Sagitario que cuenta con diversas escalinatas que rodean los cuatro puntos cardinales. Posee un total de 365 escalones que representan los días del año y en la parte central está el símbolo de Jaidi el Pdre Sol.

Las dos mujeres que recién acababamos de conocernos, estabamos de pie, contemplando todo y alli, en el centro de esta plaza circular la hermana mazahua me dijo: “el Centro Ceremonias Otomí es el recinto religioso de los otomies, es donde se reúnen cada fin del mes para analizar las problemáticas de las comunidades y municipios de Temoaya, donde están asentados los grupos mazahuas y otomies. Además este lugar es utilizado para hacer sus rituales ancestrales, como la ceremonia de los cuatro puntos cardinales, la ceremonia al Sol, en un principio funcionó así, pero desde mediados de los años ´90 se hizo un convenio por el cual el gobierno del Estado hizo la Casa de los Deportistas, con lo cual ya no es para los otomíes, es más del gobierno del Estado”.

Las ofrendas al Jiadi y la Xihmai

Hoy los ritos se hacen con ofrendas de flores de copal y cantos al venado azul, el animal sagrado, el que se encuentra en la mayoría de sus prendas y tapetes. También la ofrenda es a través de la música, el rito consiste en agradecer y hablarle al Jiadi, el Padre Sol, a la Dehej. el Agua y a la Xihmai. la Madre Tierra. La ceremonia es realizada en lengua originaria y el oficiante es el líder supremo otomi. El es el encargado de agradecer a la Madre Tierra, ya que ella es la responsable de darnos el alimento, al Agua por la lluvia y al Sol, se agradece al universo entero.

Cuando estuvimos en el centro exacto del lugar doña Feliciana me mostró que todavía quedaban las cenizas del Abuelo Fuego de la última ceremonia. En ese momento me enseñó como pedir a los cuatro puntos cardinales, con las manos arriba mirando primero al Sol “padre del universo gracias por darnos un día más, por otorgarnos la puesta del sol; por permitirnos ver este atardecer; por poder terminar el ciclo de este día; por pensar y hablar con nuestras familias y poder expresar nuestros sentimientos al firmamento…gracias señor del universo.” De esta manera piden los otomíes al Quinto Sol.

Otra de las maneras de ofrendar es no solo al Sol sino también al Abuelo Fuego, y siempre realizado en su lengua ancestral: “Padre Sol recibe estas ofrendas que te entregamos, 12 mazorcas frutos de la tierra y de nuestro trabajo, el pan de nuestros hijos; estas flores que representan la alegría del campo y nuestras alegrías y el amor que reina en la naturaleza y que debe reinar entre nosotros; estos cuatro fuegos que representan nuestros soles, nuestras tradiciones y los cuatro puntos cardinales. Tu estás frente al Este, tu siempre verás al fuego que nace. Te ofrecemos esta agua que representa la vida; que representa la lluvia, que representa la esperanza. El símbolo también de nuestro sudor, de nuestras lágrimas y de nuestra sangre”.

Visitar este Centro fue como volver a otro tiempo donde la piedra es la que se hace respetar, donde el sol plasmado en las paredes hecho escultura nos habla del conocimiento ancestral, lugar de una arquitectura monumental, pero donde no va mucha gente y se siente el olvido de la memoria espiritual. Donde sin embargo uno puede regresar y entrar nuevamente a ese mundo que nos habla de lo que hemos olvidado como hijos de la tierra.

Fuentes: Tríptico del gobierno del Estado de México, Secretaria de Educación, Cultura y Bienestar Social. Comisión Estatal de Parques Naturales y de la Fauna. 1987 - 1993.
Gracias a Feliciana Garcia Martinez por la entrevista.

Por Amalia Vargas
Fecha: 8/2/2016

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